Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Vivimos en medio de una guerra de indignación: un político u otro, en diferentes partes del mundo, arremete con gran ira, palabras fuertes y falsedades, y la reacción se acumula como en un campo de batalla.
Por supuesto, podemos culpar a los políticos de toda la indignación, pero nadie quiere admitir que estos individuos son subproductos de nuestro tiempo. Son el resultado de las decisiones de la humanidad y de nuestra incapacidad colectiva para buscar la verdad.
Estas indignaciones y quejas, y los individuos que les dan voz, están ganando popularidad e impulso debido a nuestra incapacidad para discernir la realidad. Los hemos elegido; les prestamos atención; les damos vía libre; como resultado, difunden desinformación, indignación e incluso odio con la velocidad de la luz, envolviendo con una venda los ojos y las almas de muchas personas.
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Este exceso generalizado de desinformación y mentiras se ha extendido a múltiples aspectos de nuestras vidas, corroyendo las realidades fundamentales de la humanidad. Ha paralizado a tantas personas que han perdido la esperanza en el futuro. La gente se siente confundida sobre qué creer y lucha por encontrar la verdad.
La causa fundamental, señalan las enseñanzas bahá’ís, es la falta de espiritualidad, moralidad y educación adecuadas.
Este pasaje de los escritos de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, ofrece una clara explicación del problema, y la comprensión de que la humanidad siempre ha tenido a su alcance una alternativa:
La vitalidad de la fe de los hombres en Dios se está extinguiendo en todos los países; nada que no sea Su saludable medicina podrá jamás restaurarla. La corrosión de la impiedad está carcomiendo las entrañas de la sociedad: ¿Qué otra cosa sino el Elíxir de Su potente Revelación puede limpiarla y hacerla revivir? ¿Está dentro del poder humano… producir una transformación tan completa en los elementos constitutivos de cualquiera de las diminutas e indivisibles partículas de materia como para transmutarlas en oro puro? Por desconcertante y difícil que esto parezca, Nos hemos sido facultados para llevar a cabo la tarea aún mayor de convertir la fuerza satánica en poder celestial. La Fuerza capaz de tal transformación supera la potencia del Elíxir mismo. Solamente la Palabra de Dios puede ostentar la distinción de estar dotada de la capacidad requerida para un cambio tan grande y trascendental.
Desde una perspectiva bahá’í, en el mundo actúan dos fuerzas: las fuerzas desintegradoras que corroen los cimientos de las obsoletas instituciones y valores del mundo y, en el lado opuesto, las fuerzas y agentes de integración que están preparados con una visión unificadora del futuro para construir un mundo mejor para la humanidad.
La desinformación, las mentiras y la explotación por parte de los políticos y otros agentes forman parte del proceso de desintegración, derribando poco a poco las viejas y anticuadas instituciones de la sociedad. Demuestran constantemente que el mundo necesita un nuevo comienzo y un nuevo conjunto de valores para sacar a la humanidad de nuestras miserias autoafligidas hacia un futuro más brillante.
La evidencia de esta desintegración en todos los aspectos de nuestras vidas es transparente para los buscadores de la verdad, pero tristemente permanece oculta para aquellos perdidos en el desierto de la desinformación y la ignorancia.
Las enseñanzas bahá’ís proclaman que el Creador nos ha dado a cada uno la capacidad de determinar qué es verdad y qué no lo es, y depende de nosotros utilizar esa capacidad. En un discurso que pronunció en Massachusetts en 1912, Abdu’l-Bahá dijo:
Dios ha dado al hombre el ojo investigador mediante el cual puede ver y reconocer la verdad. Ha dotado al hombre con oídos para que pueda escuchar el mensaje de la realidad y le confirió el don de la razón con la que puede descubrir cosas por sí mismo. Estas son sus dotes o instrumentos para la investigación de la realidad. El hombre no fue pensado para ver con los ojos de otro, oír con los oídos de otro, ni comprender con el cerebro de otro. Cada criatura humana tiene una dote, un poder y una responsabilidad individuales en el plan creativo de Dios. Por consiguiente, depende de vuestra propia razón, juicio y adhesión al resultado de vuestra propia investigación. De otro modo, estaréis totalmente sumergidos en el mar de la ignorancia y privados de todas las bondades de Dios.
La verdad, sin embargo, no es solo un conjunto de circunstancias concretas, sino que va mucho más allá de los meros hechos y se adentra en el terreno de los valores. Esto significa que debemos adoptar principios o valores que nos permitan medir lo que está bien y rechazar lo que está mal. Cuando introducimos estos cambios en nuestro pensamiento y nuestro enfoque de la realidad, nos permiten evolucionar hacia un nivel superior de comprensión.
En el entorno actual, nadie puede permitirse el lujo de ser indiferente. Cuando no intentamos investigar la verdad de forma independiente, adoptamos la actitud fácil y perezosa que permite que florezca la mentira.
Si queremos basar nuestra vida en la realidad y no en la ficción, tenemos que trabajar arduamente para conseguirlo, invirtiendo energía física y espiritual en nuestra investigación de la verdad. Tomamos decisiones equivocadas debido a nuestra confusión a la hora de ver la verdad. Se requieren verdaderos esfuerzos para conducirnos en la dirección correcta. Sólo entonces podremos empezar a discernir la realidad de la falsedad y convertirnos en un faro en la oscuridad del océano de la confusión. Así que, en cierto modo, este nadar a través de un mar de desinformación es un hermoso proceso por el que atraviesa la humanidad, doloroso, sin duda, pero no por ello exento de beneficios.
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Cuando adoptamos la rigurosa práctica de separar los hechos de la ficción y desarrollamos un conjunto de principios y valores espirituales que nos guíen a través del turbulento mundo de nuestra existencia, podemos mantenernos firmes y hacer frente a toda la desinformación que se nos presente. La desinformación, cuyo principal objetivo es crear confusión y engañar a la gente, puede utilizarse en nuestro beneficio mejorando nuestra capacidad de buscar la verdad y creando un criterio para medir la verdad en todos los aspectos de nuestra vida.
Esta actitud positiva ha sido el sello distintivo de la humanidad a lo largo de los tiempos, así que no hay razón para que renunciemos a ella ahora. Podemos aceptar los retos en lugar de culpar y maldecir a quienes difunden falsedades, ya sean políticos u otras figuras públicas, así que asumamos primero la responsabilidad de educarnos a nosotros mismos y después, con amor y paciencia, eduquemos y ayudemos a quienes están perdidos en el mar de la desinformación.
En última instancia, esta esperanza y esta actitud positiva nos salvarán de seguir por el camino del odio y la división.
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