Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La verdad parece a menudo una zona borrosa y gris. Incluso en la antigua Grecia, algunos filósofos y escuelas de pensamiento no creían en la posibilidad de un conocimiento absoluto del mundo.
Este tipo de escepticismo llega hasta la actualidad. Mucha gente piensa que cada uno tiene su propia verdad, y que las afirmaciones de la verdad de cada persona son igualmente válidas. Pero el hecho de que la verdad objetiva exista o pueda demostrarse está fuera del alcance de este artículo. En su lugar, consideremos esta pregunta: «¿Podemos compartir con los demás lo que creemos que es verdad?, y si es así, ¿cómo debemos hacerlo?»
Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió en su Epístola al hijo del lobo:
Si estáis enterados de cierta verdad, si poseéis una joya de la que otros están privados, compartidla con ellos en un lenguaje de sumo afecto y buena voluntad. Si es aceptada, si cumple su propósito, habréis logrado vuestro objetivo. Si alguien la rehusara, dejadlo consigo mismo e implorad a Dios que le guíe. Guardaos de tratarle descortésmente.
Podemos extraer varias cosas de este pasaje sobre el hecho de compartir la verdad con los demás.
En primer lugar, sugiere que debemos compartir nuestras opiniones con los demás. Si creemos que entendemos una determinada verdad sobre el mundo, lo correcto es contársela a otras personas en lugar de guardarla para nosotros. Esta es la razón por la que los bahá’ís comparten sus creencias con el mundo, pero también es la razón por la que cualquiera que descubra algo sobre la realidad debería compartirlo.
La democratización del conocimiento
Los estudiosos contemporáneos llaman a este proceso «la democratización del conocimiento», que se refiere a la difusión del conocimiento a una parte más amplia de la población mundial, no solo a las élites anteriormente privilegiadas como los académicos, el clero y las clases adineradas de la sociedad.
La verdad, podríamos decir, tiene un valor intrínseco. Por eso los filósofos y los científicos han dedicado durante más de dos milenios sus vidas a su búsqueda, a menudo a costa de su riqueza o incluso de sus vidas. Entonces, ¿cómo debemos hacerlo?
Del pasaje anterior de Bahá’u’lláh aprendemos cómo lograrlo: con amabilidad y buena voluntad.
Compartir la verdad con amabilidad implica que nuestro tono y nuestras palabras sean «suaves como la leche», por citar otra frase de Bahá’u’lláh sobre nuestra forma de hablar. En consecuencia, los bahá’ís tratan de no hacer nunca proselitismo, de no imponer su fe a los demás ni de enfrentarse a ellos.
Cómo comparten los bahá’ís sus creencias
Las enseñanzas de Bahá’u’lláh piden a todos los bahá’ís que se preocupen por el derecho de la otra persona a escuchar nuestros puntos de vista, y que también se preocupen lo suficiente como para escuchar realmente los suyos. Tener buena voluntad sugiere que ningún motivo ulterior impida que digamos la verdad. Los bahá’ís no buscan ganarse a ninguna persona ni controlar sus opiniones. Cuando decimos a los demás algo de lo que estamos seguros, las enseñanzas bahá’ís nos advierten que no debemos ser contundentes ni insistentes. De hecho, Bahá’u’lláh dijo que debemos ofrecer la verdad y si es rechazada, debemos dejar a la persona a sí misma.
El Báb, el mensajero que preparó el camino para Bahá’u’lláh, también escribió que el uso de la fuerza nunca ha sido una forma adecuada de compartir las propias creencias: “El sendero de la guía es un sendero de amor y compasión, no de fuerza y coacción. Este ha sido el método de Dios en el pasado, y continuará siéndolo en el futuro”.
Así pues, aunque a los bahá’ís les encanta compartir la verdad tal y como la entienden con los demás, y dejar que decidan por sí mismos, también tienen en cuenta la eficacia de cómo presentar esa verdad. En este sentido, el enfoque bahá’í de la narración de la verdad emplea tanto la lógica como la empatía. Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, dijo que debemos ofrecer pruebas lógicas a los demás para que nuestro mensaje sea claro. Bahá’u’lláh dijo que tenemos que entender a la persona con la que estamos compartiendo la verdad, y también saber cuándo está preparada para recibir lo que tenemos que decir.
Claramente, entonces, los bahá’ís no tratan de encontrar maneras de manipular a los demás. No somos como los comerciantes que intentan hackear la psicología de una persona solo para poder venderle algo y beneficiarse de ella.
En cambio, los bahá’ís reconocen que necesitamos entendernos mutuamente, para poder tener una conversación abierta en la que yo exprese lo que entiendo y tú hagas lo mismo. Si no entendemos primero el marco conceptual del otro, entonces la conversación no tiene realmente un paisaje en el que desarrollarse.
Creer sin insistir: Acabando con el fanatismo
Estos métodos para compartir la verdad son especialmente pertinentes en un momento en el que muchas sociedades se ven desgarradas por puntos de vista conflictivos. Para mantener conversaciones constructivas, debemos bajar la guardia colectiva y abrir los ojos para estar dispuestos a escuchar realmente lo que otros tienen que decir.
Esto no significa que tengamos que quedarnos de brazos cruzados en ningún tema. Podemos seguir manteniendo nuestras opiniones y posturas, pero no tenemos por qué convertir en villanos a los que no están de acuerdo con nosotros. Podemos mantenernos firmes en nuestras propias creencias y, al mismo tiempo, entender de dónde vienen otras personas.
Todo esto demuestra que existe una gran diferencia entre la certeza y el fanatismo. En ambos casos, una persona se siente segura de su visión del mundo, pero en el segundo una persona trata de imponer esa visión a los demás, incluso en contra de su voluntad. Todos deberíamos aspirar a encontrar la verdad y, cuando creamos que la hemos encontrado, deberíamos compartir nuestros puntos de vista con los demás, pero es fundamental que lo hagamos con amabilidad, buena voluntad y apertura para escuchar también sus opiniones.
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