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¿Cumple Bahá’u’lláh con las profecías cristianas?

Kenneth E. Bowers | Abr 26, 2018

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Kenneth E. Bowers | Abr 26, 2018

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Cristo y Bahá’u’lláh, ambos llegaron al mundo en épocas de gran expectativa; sin embargo, ambos, por razones similares, en lugar de ser aceptados de forma generalizada, fueron perseguidos. Al igual que Cristo, Bahá’u’lláh no solo afirmó ser aquel que cumplía con las profecías del pasado, sino que también explicó el verdadero significado de estas profecías, que eran en realidad muy distintas a las interpretaciones convencionales, abriendo así nuestros ojos para poder entender la “visión y profecía” referida en Daniel 9:24. Ni Bahá’u’lláh ni Cristo dijeron que las escrituras de los antiguos mensajeros y profetas de Dios eran falsas, sino que ambos redefinieron ciertos conceptos espirituales y revelaron nuevos conceptos, desafiando las interpretación prevaleciente de las escrituras.

Bahá’u’lláh aclaró muchas profecías al interpretar pasajes proféticos de la Biblia y el Corán escritos en términos alegóricos. En el Libro de la Certeza, por ejemplo, Bahá’u’lláh explica que el concepto de “retorno” es simbólico, este se refiere al retorno de las mismas cualidades espirituales.

De esta forma, Bahá’u’lláh es el retorno de Cristo, en el sentido que él es también una manifestación de los eternos atributos espirituales de Dios, aun cuando no es, evidentemente, la misma persona de Jesús. Como hemos visto, este concepto de “retorno” tiene precedentes en la misma explicación de Cristo sobre el retorno de Elías en la persona de Juan el Bautista. Con esto Jesús claramente no se refería a que los dos eran un mismo individuo.

La Biblia brinda otras señales que permiten al creyente “probar” la verdad de cualquier reclamo de reconocimiento como profeta.  En otros ensayos, mencionamos que existen distintas formas de identificar a un verdadero profeta. Para que algo sea de Dios, el espíritu debe reconocer a “Jesucristo manifestándose en carne”, debe ser capaz de predecir claramente eventos futuros y debe producir “frutos” que estén de acuerdo con lo que es bueno y no con la maldad.

Bahá’u’lláh afirma de forma inequívoca su creencia en Cristo. Él anticipó, de forma muy clara, aquellos acontecimientos que, eventualmente, alcanzaron los dominios de aquellos gobernantes que rechazaron su proclamación. También hablo sobre una fuerza letal que sería descubierta en los años venideros, presagiando el descubrimiento de las fuerzas nucleares.

Los frutos de la revelación de Bahá’u’lláh pueden verse en su vida, en sus enseñanzas y en el impacto en sus seguidores. Cada individuo debe decidir por sí mismo si es que estos están a la altura de las enseñanzas de Cristo.

En el Libro de la Certeza, Bahá’u’lláh expone también muchas “pruebas” de Él como profeta. Entre estos está el rechazo del mensaje del profeta por el pueblo y, en especial, por los líderes religiosos. Él vuelve a tocar este tema en sus escritos diciendo que la más grande prueba de su estación es su propia persona, en el sentido de que él es la personificación de las cualidades divinas, y la segunda más grande prueba es el cuerpo de sus escritos.

Jesús como Manifestación de Dios

La afirmación de Bahá’u’lláh de que Cristo fue una manifestación de Dios podría parecer, a primera vista, que contradice la Biblia. Pero esto no es correcto en absoluto. De hecho, la afirmación de Bahá’u’lláh es completamente compatible con aquellas escrituras.

Bahá’u’lláh sostiene que Dios no podría jamás encarnar Su propia esencia. Dios, el Creador, es infinitamente exaltado por encima de Su creación y un acto como tal es, por lo tanto, una imposibilidad. En lugar de esto, Dios se revela a Sí mismo a través de Sus profetas, mensajeros y manifestaciones, quienes son el reflejo perfecto de Sus cualidades y atributos.

Bahá’u’lláh usa la metáfora del sol y el espejo para explicar este concepto. El sol, en toda su gloria, nunca podrá descender a la Tierra, ya que el mundo sería incapaz de poder sostener tal evento. Sin embargo, se puede ver al sol a través de su reflejo en un espejo. Las manifestaciones de Dios son como espejos perfectos que reflejan la imagen del sol.  Ver el reflejo del sol en el espejo es, a todos los efectos y propósitos, lo mismo que ver al sol mismo.

En este sentido, es posible que una manifestación de Dios diga “Yo soy Dios” y en otro momento afirme que Dios es más grande que él y que él no es más que un hombre. Esto también explica cómo una manifestación de Dios puede ser entendida como el regreso de otra manifestación pasada, debido a que todos ellos son el reflejo de la gloria de Dios.

En la biblia, Jesús hace diferentes afirmaciones que pueden ser entendidas bajo la luz de esta metáfora. Él dice, “Yo y mi Padre somos uno”. Sin embargo, Él también dice, “nada hago de mí mismo, mas como el Padre me enseñó, esto hablo”.  También encontramos otra afirmación en la que se refiere a sí mismo como la “imagen del Dios invisible” – Juan, 10:30, 8:28, Colosenses, 1:15.

El espíritu santo revelado por las manifestaciones de Dios es como los rayos del sol que ilumina al mundo y trae vida a aquellos que se vuelven a él. Con este nuevo entendimiento, ‘Abdu’l-Bahá aclara aún más el concepto de Trinidad:

“Así, la realidad de Cristo fue un espejo límpido y bruñido, de la mayor pureza y perfección. El Sol de la Realidad, la Esencia de la Divinidad, se reflejó en ese espejo, manifestando su luz y calor a través de este. Pero el sol no por ellos descendió de la cima de santidad ni del cielo de beatitud para morar y habitar en el espejo. Al contario, continúa existiendo con la exaltación y sublimidad que le son propias, al tiempo que aparece y se manifiesta en el espejo con belleza y perfección.

Ahora bien, si decimos que hemos visto el Sol en dos espejos- uno Cristo y el otro el Espíritu Santo- es decir, que hemos visto tres Soles, uno en el cielo y los otros dos en la tierra, decimos la verdad.  Y si decimos que hay un único Sol, el cual es la unicidad absoluta, y que no tiene compañero ni igual, también decimos la verdad.

En resumen, la Realidad de Cristo fue un espejo pulido en el que se hizo visible el Sol de la Realidad (o sea, la Esencia de la Unicidad, junto con sus perfecciones y atributos infinitos). Lo cual no significa que el Sol, que es la Esencia de la Divinidad, se haya dividido y multiplicado- pues el Sol es uno solo- sino que se ha reflejado en el espejo. Por esta razón Cristo dijo: “El padre está en el Hijo”, queriendo decir que el Sol es visible y se manifiesta en ese espejo.

El Espíritu Santo es el hálito de la gracia de Dios hecho visible y evidente en la Realidad de Cristo. La condición del hijo es y reside en el corazón de Cristo, en tanto que el Espíritu Santo es la condición del espíritu de Cristo. De ahí que quede confirmado y comprobado que la Esencia de la Divinidad es absolutamente única, impar, inigualable y sin semejante.

Tal es el significado de las Tres Personas de la Trinidad. De ser distinto, los fundamentos de la Religión de Dios descansarían sobre una proposición ilógica que la mente jamás podría concebir. ¿Cómo es posible forzar la mente a creer en algo que no es capaz de concebir? Nada puede ser captado por la inteligencia, a menos que esté presentado de forma inteligible. Lo contrario es violentar la imaginación.

Con esta explicación queda claro cuál es el significado de las Tres Personas de la Trinidad. Asimismo, queda demostrada la Unicidad de Dios» – ’Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas, pp 144-145.

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