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¿Cómo enfrentar los grandes retos de este siglo?

Carol Rosell | Mar 21, 2021

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Carol Rosell | Mar 21, 2021

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Siempre hemos escuchado que de lo que hagamos en el presente dependerá nuestro futuro y el de las próximas generaciones. ¿Qué acciones podemos tomar para asegurar nuestro futuro?

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El 2020 nos deja uno de los escenarios más siniestros, que demanda toda nuestra atención y mayor preocupación de cara a los retos colectivos del siglo XXI; retos como el cambio climático, la pobreza, el hambre, las guerras, el aumento de la población, la migración o la escasez de recursos. Todas estas son cuestiones que solo pueden resolverse de forma colectiva. 

Para el 2021 se estima que 270 millones de personas en el mundo quedarán con la necesidad de algún tipo de asistencia de emergencia e inseguridad alimentaria aguda debido a la pandemia, es decir una de cada 33 personas necesitará ayuda. 

El mundo se enfrenta además a un “punto de quiebre” para el clima. Tenemos un tiempo limitado para actuar si queremos evitar los peores efectos del cambio climático. En el 2015 el objetivo era limitar el aumento a 1,5°C, si era posible.  Sin embargo, según los planes actuales, se espera que el mundo alcance más allá de esos niveles en doce años o menos y que alcance 3°C de calentamiento para fines de siglo. Y si queremos tener una posibilidad razonable de alcanzar el objetivo, debemos reducir a la mitad las emisiones totales para fines de 2030.

 En cuanto a la escasez de recursos en el mundo, solo para mencionar uno de ellos, la erosión, la agricultura intensiva, la deforestación y el calentamiento global contribuyen a la pérdida de la capa superior del suelo, de la que depende la gran mayoría de la producción mundial de alimentos. El gas helio, esencial por su uso en equipos de imágenes médicas, es extraído de las profundidades subterráneas, y solo nos quedan unas décadas restantes de este suministro.  El fósforo probablemente no suena como si tuviera un papel protagónico en nuestra vida diaria; sin embargo, no solo es biológicamente vital para la estructura del ADN humano, sino que también es un fertilizante agrícola esencial que no tiene sustituto conocido. Se estima que nuestras fuentes actuales de fósforo durarán entre 35 y 400 años, después de lo cual probablemente empezaremos a sentirnos muy hambrientos.

Estos retos ponen en juego nuestra máxima capacidad y voluntad de dar pasos urgentes y concretos para el cambio. Tal como lo profetizó Abdu’l-Bahá, el hijo del profeta y fundador de la fe bahá’í, Bahá’u’lláh, «muchas pruebas os visitarán. Las dificultades os acontecerán y el sufrimiento os afligirá».  

Además, Shoghi Effendi, el Guardián de la fe bahá’í, escribió:

Rodeados por todos lados por acumuladas evidencias de desintegración, de agitación y de bancarrota, los hombres y las mujeres responsables de casi todas las clases sociales comienzan a dudar si la sociedad, tal como está organizada y a través de los esfuerzos que haga sin ayuda, podrá salir del pantano en el cual está progresivamente hundiéndose. Todos los sistemas, a excepción de la unificación de la raza humana, han sido ensayados, repetidamente ensayados, y han probado ser deficientes.

Claras y profundas reflexiones sobre lo que estamos viviendo y lo que nos espera si no tomamos acciones concretas de crear las bases para la construcción de una nueva civilización regidas por principios universales que promuevan la unidad de la humanidad, como primer paso para una vida armoniosa y justa. 

Una gran tarea recae sobre nuestros hombros. Tamaña responsabilidad no puede ser ignorada, sino más bien ser atendida con total desprendimiento y compromiso. Pero, ¿cómo comenzamos a contribuir a una labor tan grande?

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Una luz de esperanza nos presenta la comunidad bahá’í, ya que la construcción de una civilización divina, según afirma Shoghi Effendi, “Es la misión principal de la Fe. Un enfoque como éste contrasta de manera impactante con las formas agonizantes y espiritualmente en bancarrota de un viejo orden social que tan a menudo trata de explotar la energía humana a través de la dominación, la avaricia, el sentimiento de culpa o la manipulación”. 

Con el compromiso y la voluntad de trabajar por una transformación espiritual tanto individual como colectiva, los bahá’ís y sus amigos se han levantado a servir para establecer un nuevo modelo de comunidad que refleje los principios de su Fe. 

Reflexionan en conjunto, estudian sus enseñanzas, y se organizan de tal manera que, mediante una planificación conjunta en base a su aprendizaje dinámico y colectivo, buscan aplicar los principios de la unidad de la humanidad en sus comunidades.  Se desenvuelven buscando influenciar e inspirar de manera positiva la vida de otros, ayudándose entre ellos a formar una visión colectiva. 

Este proceso dinámico de acción – reflexión – planificación, evidencian un crecimiento espiritual de la vida comunitaria.  Motiva a los bahá’ís y a sus colaboradores a trabajar de manera voluntaria por la educación moral y espiritual de niños, jóvenes y adultos. Mediante programas educativos y la puesta en marcha de planes de servicio por el bien común, desarrollan virtudes lo suficientemente fuertes para expandir su consciencia hacia la justicia, equidad, moderación y honestidad, lo cual les permite alcanzar un equilibrio armónico entre la iniciativa personal y un sistema comunitario colectivo. 

Estos claros ejemplos nos muestran el potencial para un patrón de vida diferente: una sociedad con bases tanto en la libertad individual como en el respeto hacia las instituciones y la comunidad.

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