Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En mis cursos universitarios sobre análisis de los medios de comunicación, cuando enseñaba a mis alumnos a analizar los símbolos utilizados en las imágenes de los medios, les pedía que averiguaran los valores representados en una imagen concreta.
Para un ejercicio, compartía una foto que tomé de una intersección local de dos calles de seis carriles. En las esquinas, la imagen muestra edificios de bloques de hormigón que albergan una gasolinera, dos bancos de autoservicio y una tienda de repuestos de automóviles, cada uno de ellos con carteles de gran tamaño y de colores brillantes. También se ven aceras de hormigón, estacionamientos de asfalto y semáforos. La foto no incluye vegetación, ni sombra, ni tráfico peatonal.
RELACIONADO: El significado espiritual del número 9
Esperaba que mis alumnos observaran cómo la gente estaba aislada en sus coches y, probablemente, comunicándose con bocinas, luces direccionales y algún que otro dedo. Les preguntaba si veían alguna belleza o signos de comunidad. Luego les preguntaba cómo les hacía sentir la imagen: ¿Con amor? ¿Sentido de Paz? ¿Alejado?
Dos tipos de conocimiento: sensible y simbólico
Las enseñanzas bahá’ís señalan que los seres humanos pueden acceder a dos tipos de conocimiento, el sensible y el simbólico:
Uno es el conocimiento adquirido por medio de los sentidos. Lo que el ojo, el oído o los sentidos del olfato, el gusto o el tacto pueden percibir se denomina «perceptible»…
La otra clase de conocimiento humano es el de las cosas inteligibles; es decir, consiste en realidades inteligibles que no tienen forma material ni ocupan lugar, y no son perceptibles. Por ejemplo, el poder de la mente no es perceptible, ni lo es ninguno de los atributos humanos: se trata de realidades inteligibles. De igual modo, el amor es una realidad inteligible, y no perceptible… Asimismo, la propia naturaleza es una realidad inteligible y no perceptible; el espíritu humano es una realidad inteligible, y no perceptible.
Mas cuando alguien se propone expresar esas realidades inteligibles, no le queda más recurso que ponerlas en el molde de lo perceptible ya que, externamente, no existe nada fuera de lo perceptible.
En las escrituras sagradas de cada fe abundan los símbolos. Nos metemos en problemas cuando leemos esas escrituras literalmente, porque sus significados simbólicos trascienden las interpretaciones sensoriales. Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, fundador de la fe bahá’í, abordó esta cuestión en una charla que dio en Nueva York en 1912:
Las Palabras divinas no deben tomarse de acuerdo a su sentido exterior. Son simbólicas y contienen realidades de significado espiritual. Por ejemplo, en el libro de los cantares de Salomón, leeréis acerca del novio y la novia. Es evidente que no se habla de un novio y una novia físicos. Obviamente, son simbólicos que transmiten un significado interno y oculto.
Vivimos gran parte de nuestras vidas a través de símbolos, incluso en el nivel más básico, donde los olores, las imágenes y los sonidos significan comida, peligro y conexión. Interpretamos constantemente las expresiones faciales, las apariencias, la ropa y, sobre todo, las palabras, para entender quiénes son las personas y cómo funciona el mundo.
Los profesionales hacen este tipo de cosas sistemáticamente: los antropólogos identifican lo que los rituales, símbolos y artefactos de una cultura indican sobre las creencias subyacentes. Los profesionales del marketing hacen lo mismo con cuestionarios y entrevistas, aunque con una intención comercial: Son ellos los que, a partir de la generación de los baby-boomers posterior a la Segunda Guerra Mundial, han estudiado los valores de los jóvenes para dar consejos a las empresas sobre cómo atraer a los bolsillos de la Generación X, los Milenials y la Generación Z.
Símbolos espirituales en el mundo natural
Estudiar el mundo natural en busca de símbolos y metáforas espirituales es una tarea similar, pero más intuitiva que intelectual. Durante siglos, los mensajeros de Dios se han referido a fenómenos naturales para ayudar a transmitir ideas espirituales.
Bahá’u’lláh demostró, en su Libro de la Certeza, cómo interpretar los desafiantes enigmas en el lenguaje simbólico de las escrituras. Sus escritos nos aconsejan desprendernos de las ideas preconcebidas y percibir espiritualmente a través de nuestro ojo interior -el poder del alma- mientras consideramos la metáfora como una «señal del Todopoderoso» y tratamos de hacerla coincidir con nuestras experiencias internas:
Sabe que toda cosa creada es un signo de la revelación de Dios. Cada uno, de acuerdo con su capacidad es, y siempre será, una señal del Todopoderoso. Por cuanto Él, el Soberano Señor de todo, ha dispuesto revelar su soberanía en el reino de los nombres y atributos, toda cosa creada, por el acto de la Voluntad Divina, ha sido hecha un signo de su gloria.
Una vez que aprendamos a ver el mundo físico en términos de un lenguaje simbólico, podremos encontrar otras analogías que nos ayuden a explicar la interacción humana.
RELACIONADO: ¿Puede la naturaleza demostrar que existe un Creador?
Por ejemplo, como una jardinera orgánica, siempre he alimentado mi jardín con compost hecho de restos de cocina, hierbas, recortes de césped, hojas caídas, tierra y agua. Todos estos elementos dispares se mezclan y, con la ayuda de las lombrices, los insectos y el tiempo, su interacción química crea un calor que transforma la pila desordenada en una enmienda del suelo que nutre a las plantas que mantienen a los animales y a las personas. La analogía con la vida comunitaria podría ser que varias personas diversas se reúnen y luchan juntas hasta que son capaces de convertir sus tendencias individuales en una conciencia más fértil.
Guiados por las enseñanzas espirituales, podemos aprender a ver el mundo de forma simbólica y encontrar la sabiduría que la naturaleza nos ofrece generosamente a todos.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo