Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si alguna vez te has planteado qué meter en la maleta para un viaje largo, ¿y quién no lo ha hecho?, puede que te preguntes cómo prepararte para tu mayor y más larga aventura, la transición de este mundo al más allá.
Mi abuelo solía decir: «Nunca verás un camión de mudanzas detrás de un coche fúnebre».
Todos sabemos que no podemos llevarnos nada físico en ese viaje definitivo, pero sí sabemos, sin lugar a dudas, que al final nos iremos.
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De todos los viajes que podríamos hacer, éste es inevitable. No sabemos cuándo, pero definitivamente sabemos que ocurrirá y que no facturaremos ni llevaremos equipaje. Al fin y al cabo, entramos en este mundo sin posesiones y salimos de él de la misma manera, lo que significa que cada uno de nosotros debe estar preparado con todos los atributos de carácter no físico que pueda reunir.
En otras palabras, nuestra conciencia, lo único que podemos llevarnos de este mundo material, tiene que estar bien cargada. Con buenos rasgos, hábitos y virtudes. De antemano.
Pero, ¿cómo? No sabemos lo que nos espera cuando muramos, así que ¿cómo nos preparamos? ¿Qué llevamos? ¿Qué cualidades interiores necesitaremos en el otro mundo?
Dado que la vida después de la muerte sigue siendo un misterio eterno, solo tenemos una forma de acceder a la información que necesitamos para responder a esas preguntas: los mensajeros y profetas espirituales que nos han traído las enseñanzas del Creador a lo largo del tiempo. Cristo, Buda, Krishna, Moisés, Muhammad, los numerosos maestros indígenas y, más recientemente, Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, todos ellos nos dieron sabios consejos sobre lo que necesitaremos en el otro mundo. Estos consejos se encuentran en casi todas las escrituras y libros sagrados.
Afortunadamente, las enseñanzas bahá’ís ofrecen una amplia explicación de lo que se necesita para la otra vida. Múltiples pasajes de los escritos bahá’ís del Báb, Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá contienen recomendaciones sobre las necesidades del otro mundo, incluido este detallado pasaje de un discurso que Abdu’l-Bahá pronunció en Nueva York en 1912:
Por lo tanto, [el hombre] debe prepararse en este mundo para la vida en el más allá. Todo aquello que necesita en el mundo del Reino lo debe obtener aquí. Así como se preparó en el mundo de la matriz adquiriendo las fuerzas necesarias para esta esfera de la existencia, del mismo modo las fuerzas necesarias de la existencia divina deben ser potencialmente obtenidas en este mundo.
¿Qué podrá necesitar en el Reino que trascienda la vida y las limitaciones de esta esfera mortal? Ese mundo futuro es un mundo de santidad y esplendor; por consiguiente, es necesario que en este mundo él adquiera esos atributos divinos. En ese mundo hay necesidad de espiritualidad, de fe, de certeza, del conocimiento y amor de Dios. El hombre los debe obtener en este mundo para que luego de su ascensión desde el mundo terrenal al Reino celestial pueda encontrar listo para él todo lo necesario para la vida eterna.
Ese mundo divino es manifiestamente un mundo de luces; por consiguiente, el hombre necesita iluminarse aquí. Ese es un mundo de amor; el amor de Dios es esencial. Es un mundo de perfecciones; las virtudes o perfecciones deben ser adquiridas. Ese mundo es vivificado por los hálitos del Espíritu Santo; debemos buscarlos en este mundo. Ese es el reino de la vida eterna; ella debe lograrse en el transcurso de esta existencia evanescente.
Tiene sentido, ¿verdad? En el vientre materno empezamos a desarrollar todos los atributos físicos que finalmente necesitaríamos para emerger en esta esfera de existencia: nuestros brazos y piernas, nuestros ojos y oídos, nuestro corazón y nuestros pulmones. En el útero de esta realidad material, pues, cada uno de nosotros tiene la tarea de desarrollar sus atributos espirituales: amor, compasión, altruismo, inteligencia, justicia, abnegación y muchos más.
Desarrollar esas características internas, y la evolución permanente de la conciencia que conllevan, es nuestro trabajo en este mundo.
A continuación, en este importante discurso, Abdu’l-Bahá identificó siete pasos necesarios que todos podemos tomar mientras empacamos para nuestra existencia eterna:
¿Por cuáles medios puede el hombre adquirir estas cosas? Primero, a través del conocimiento de Dos. Segundo, a través del amor de Dios. Tercero, a través de la fe. Cuarto, a través de obras filantrópicas. Quinto, a través del sacrifico de sí mismo. Sexto, a través del desprendimiento de este mundo. Séptimo, a través de la santidad y la beatitud. A menos que adquiera esas fuerzas y obtenga esos requerimientos, seguramente será privado de esa vida que es eterna. Pero si posee el conocimiento de Dios, si llega a encenderse por medio del fuego del amor de Dios, si atestigua los grandes y poderosos signos del Reino, si llega a ser la causa de amor entre la humanidad y vive en el más perfecto estado de santidad y beatitud, seguramente obtendrá el segundo nacimiento, será bautizado por el Espíritu Santo y gozará de la existencia eterna.
No es una tarea sencilla: prepararse lleva toda una vida. Pero como el viaje nos espera a todos, y ninguno de nosotros conoce nuestra hora de partida, lo mejor es empezar a hacer la maleta desde ahora.
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