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Cómo Jesús de Nazaret se convirtió en el Cristo

John Hatcher | Sep 20, 2022

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John Hatcher | Sep 20, 2022

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Según los Evangelios Sinópticos de Mateo y Lucas, Jesús de Nazaret nació en la línea genealógica que desciende de David, y por ende de Abraham.

Mientras que los Evangelios de Mateo y Lucas narran la conocida historia del nacimiento de Cristo, los cuatro evangelios dan gran importancia a la aparición de Juan el Bautista como precursor o heraldo del advenimiento del Mesías (en hebreo, «el ungido»), tal como se profetizó explícitamente en Isaías.

Juan reconoció inmediatamente a Jesús como el Cristo prometido y procedió, ante la insistencia de Jesús, a bautizarlo o ungirlo. A partir de este momento, se dirige a Jesús y se alude a él como Cristo, tanto un título como un símbolo de que ha asumido su puesto en cumplimiento de las profecías y tradiciones judaicas relativas a uno que aparecería de la línea davídica para traer una «Era Mesiánica.»

En apariencia, Jesús era un simple carpintero, un artesano que vivía una vida sin sobresaltos y poco espectacular, hasta su encuentro en el río Jordán con Juan el Bautista, un predicador itinerante que enseñaba que pronto aparecería uno más grande que él. Este Mesías, predijo Juan, redimiría a la Jerusalén ocupada instigando una reforma espiritual.

Juan el Bautista exhortó a todos, sus seguidores e incluso figuras políticas, a prepararse para este advenimiento arrepintiéndose de sus pecados. Como ritual simbólico de su preparación y dedicación a esta profecía apocalíptica, Juan bautizó a sus seguidores sumergiéndolos en las aguas del río Jordán.

Los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) describen el bautismo de Cristo por Juan, aunque el evangelio de Juan omite este acontecimiento. Los tres relatos difieren en cuanto a los detalles. La descripción más memorable del acontecimiento en términos de epifanía transformadora de Jesús aparece en Marcos 1:9:

Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

En los evangelios, este acontecimiento marca el inicio de la narración del ministerio de Cristo. A partir de este momento, Jesús de Nazaret asume el título de «Cristo», una palabra derivada del griego Khristos, que significa «el Ungido», una alusión evidente tanto a su bautismo como al cumplimiento de la expectativa hebrea del Mesías, un término que también significa «ungido» o «santificado».

Así, más adelante en su ministerio, cuando Cristo interroga a sus propios discípulos sobre quién dice la gente que es él, y en particular, sobre quién dicen los discípulos que es él, Cristo les advierte en Mateo 16 que no dejen de difundir a nadie lo que Pedro acaba de discernir, que Jesús es «el Cristo», el Mesías prometido:

Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?

Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.

Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Y yo también te digo, que tú eres Pedro,[a] y sobre esta roca[b] edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.

RELACIONADO: ¿Cumplió Bahá’u’lláh las profecías de Jesús?

Este pasaje bíblico muestra claramente que Jesús, antes un humilde carpintero, era consciente de su posición, era consciente de que era el Mesías Prometido, el Cristo, el receptor de la guía divina directamente de Dios, a quien Cristo en sus enseñanzas se referiría como «el Padre».

En breve, este hombre que a los ojos de todos parecía muy humilde, se levantó con un poder tan grande como para abolir una religión que había perdurado durante quince siglos. Eso ocurrió en una época en que la más leve desviación exponía al transgresor a peligro grave o mortal…

Asistido por un poder sobrenatural, este joven, Cristo, abrogó la antigua ley mosaica, reformó la moral pública, restableció Israel en sus fueros de gloria eterna, trajo a la humanidad las buenas nuevas de la paz universal y difundió por todas partes enseñanzas destinadas no sólo a la felicidad de la casa de Israel sino de todo el cuerpo social humano…

Un hecho así contradice todas las reglas de la razón humana. Resulta claro entonces que este Glorioso Ser, ayudado y confirmado por el poder divino, fue un verdadero Educador de la humanidad.

El cristianismo llegaría a unificar el Imperio Romano, el cual difundiría las enseñanzas de Cristo por todas las tierras que ocupaba, cumpliendo así las profecías del Antiguo Testamento sobre el impacto que provocaría el Mesías.

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