Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El 25 de noviembre se celebró el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Según UNICEF, «en todo el mundo, aproximadamente 15 millones de adolescentes entre 15 y 19 años han experimentado relaciones o actos sexuales forzados en algún momento de sus vidas».
Los bahá’ís condenan este abuso y todas las formas de opresión sexual:
El uso de la fuerza por parte de los físicamente fuertes… como un medio para imponer la voluntad y cumplir los deseos, es una flagrante transgresión de las enseñanzas bahá’ís. No existe justificación para que alguien obligue a otro, mediante el uso de la fuerza o la amenaza de violencia, a hacer aquello a lo que la otra persona no está inclinada.
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La falta de valores espirituales en la sociedad conduce a una degradación de las actitudes que deberían regir la relación entre los sexos y, como consecuencia, las mujeres son tratadas como tan solo objetos para la satisfacción sexual y se les niega el respeto y la cortesía a los que tienen derecho todos los seres humanos. – La Casa Universal de Justicia, Violencia y Abuso Sexual de Mujeres y Niños, 24 de enero de 1993 [Traducción provisional].
Hace un par de meses, escribí un artículo sobre la cosificación de la mujer, este se centró en gran medida en los efectos negativos de que las propias mujeres tengan esta percepción sobre sí mismas. Sin embargo, la cosificación de las mujeres en nuestra industria de medios y entretenimiento tiene un impacto mucho más peligroso que aquella presión que interiorizamos las mujeres.
¿Cómo afecta a la percepción de la sociedad sobre nuestro valor el hecho de ser representada constantemente de una forma sexual? ¿Cómo ha influido el énfasis que da la industria de los medios y el entretenimiento sobre nuestros cuerpos como nada más que objetos decorativos en la forma en que los hombres nos ven y nos tratan? ¿Podemos ser tratadas como seres humanos si es que solo somos vistas como objetos?
Los escritos bahá’ís hacen énfasis en la necesidad de ser justos y tratar a las personas con la mayor compasión:
El Reino de Dios se basa en la equidad y la justicia, y también en la misericordia, la compasión y la bondad para con toda alma viviente. Entonces, con todo el corazón, esforzaos por tratar compasivamente a todo el género humano… – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 214.
Entonces, ¿por qué no todos los miembros de nuestra familia humana se identifican con el sufrimiento femenino y ayudan a detener la pandemia global de violencia contra las mujeres?
Los psicólogos sociales han descubierto que mientras más sean cosificadas las mujeres, menos personas las perciben, lo que reduce la empatía del público hacia ellas. Según un estudio reciente publicado en Cortex, realizado por Giorgia Silani y un equipo internacional de investigadores de la Universidad de Viena, tanto hombres como mujeres experimentaron una capacidad disminuida para sentir y reconocer las emociones de las mujeres sexualmente cosificadas.
¡Esto es aterrador! Un estudio en la Universidad Wesleyan encontró que cuando las mujeres aparecen en anuncios de revistas para hombres, son cosificadas el 76% del tiempo. Los medios de comunicación a menudo convierten a las mujeres en blanco de comentarios y comportamientos sexistas, lo que alienta a los hombres a actuar de esta manera en la vida real. En una serie de estudios publicados en el Journal of Social Issues, los investigadores encontraron que el 94% de las mujeres de pregrado informó haber recibido comentarios y comportamientos sexuales no deseados al menos una vez durante un semestre. Yo, y la mayoría de las mujeres, podemos identificarnos con experiencias de haber recibido gritos y comentarios degradantes por parte de los hombres.
Desafortunadamente, la cosificación sexual es un hecho frecuente para muchas mujeres, y ha llevado a un mundo donde una de cada cinco mujeres será violada en algún momento de sus vidas.
En la universidad, nunca me sentí cómoda caminando sola por la noche, ya que sabía que mi universidad tenía 70 casos de mala conducta sexual reportada en solo uno de los años que asistí, y esos eran solo los casos reportados. En todo el mundo, solo el 1 por ciento de las chicas que han sido violadas buscan ayuda. ¿Por qué lo harían cuando, como vemos en un sinfín de casos, la gente no cree en las historias de mujeres y los delincuentes varones se salen con la suya con solo una advertencia? Las mujeres que sobreviven a la agresión sexual y la violencia experimentan efectos traumáticos, como depresión, disociación, trastorno de estrés postraumático, uso de drogas y pensamientos o intentos suicidas.
Las enseñanzas bahá’ís aborrecen esta violencia atroz:
En este ciclo de Dios Todopoderoso son condenadas en su totalidad la violencia y la fuerza, la compulsión y la opresión. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 202.
Los bahá’ís trabajan por los derechos y libertades de todas las personas; y por alcanzar la igualdad de los sexos, para empoderar a las mujeres, hablar en su nombre y protegerlas. Abdu’l-Bahá dijo:
Hasta que no sea completamente establecida y lograda la realidad de la igualdad entre el hombre y la mujer, no será posible el más alto desarrollo social de la humanidad. – La promulgación a la paz universal, pág. 94.
Este llamado a la igualdad requiere poner fin a la actitud de «solo están siendo muchachos», y responsabilizar a los hombres que hacen comentarios despectivos y degradantes y que cometen crímenes atroces contra las mujeres. También implica apoyar a organizaciones que luchan contra la violencia hacia las mujeres, como el Centro de Justicia Tahirih, de inspiración bahá’í, así como boicotear todo lo que tenga apariencia de ser acoso sexual y la agresión. Requiere que no solo creamos que esas mujeres son lo suficientemente valientes como para presentarse y contar las historias de sus experiencias, sino que entendamos que es un honor si una mujer alguna vez se siente lo suficientemente cómoda como para compartir su dolor y decir: «Yo también».
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