Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La vergüenza asusta a la gente. Ya sea en un contexto religioso, en las relaciones interpersonales, o en algún otro escenario, cuando la gente siente vergüenza, tiende a reaccionar de manera aversiva.
En un estudio de 2015, los psicólogos Myungsuh Lim y Yoon Yang encontraron que «la vergüenza está significativamente relacionada con el agotamiento como respuesta psicológica». Si alguien se siente avergonzado por un comportamiento o una creencia, a menudo simplemente esconde esa parte de sí mismo.
Nuestra sociedad necesita desesperadamente métodos efectivos para el cambio, no simplemente ocultar nuestras diferencias. Necesitamos implementar soluciones al racismo, al clasismo, al deterioro ambiental, y a los desafíos causados por el materialismo. No queremos que la gente sea desvergonzada en el sentido de que se resista a rendir cuentas, pero no queremos tener que avergonzar a la gente para inspirar el cambio, ya que las investigaciones demuestran que no es lo suficientemente eficaz para conducir a una verdadera transformación.
Incluso cuando no estamos activamente avergonzando a las personas por sus creencias, a veces una persona se encontrará con que se siente avergonzada de todos modos. Por ejemplo, supongamos que estoy teniendo una conversación con un amigo de raza blanca y adinerado sobre la justicia ambiental y cómo ésta afecta desproporcionadamente a las personas de otras razas que perciben bajos ingresos, este amigo podría sentirse avergonzado por su inacción e ignorancia del tema. Supongamos que intento hacer que se sientan avergonzados, en lugar de simplemente señalar un problema. En ese caso, es más probable que este amigo se aleje de la conversación obsesionado con el hecho de que los avergoncé en lugar de alejarse de la conversación pensando en cómo puede contribuir a la solución. El sentimiento de vergüenza no es necesariamente inútil, pero el acto de avergonzar activamente a la gente no es útil.
Sin embargo, supongamos que nuestra conversación fue sobre cómo puede contribuir mejor al establecimiento de la justicia ambiental. En ese caso, mi amigo tiene más posibilidades de atribuir su sentimiento de vergüenza a la necesidad de cambiar realmente sus acciones y utilizar su privilegio para mejorar la situación en la medida de lo posible, en lugar de verse atrapado en los sentimientos que ha asociado con la forma en que el mensaje fue transmitido. Si la vergüenza no es una herramienta útil para aumentar la conciencia, probablemente deberíamos dejarla de lado y reemplazarla por algo más efectivo.
Entonces, ¿Cuál sería la herramienta más efectiva? Los escritos bahá’ís incluyen la educación como una de las soluciones más críticas para los desafíos de la humanidad. La educación es un término amplio; muchos de nosotros pensamos en entornos formales donde se enseñan a los niños habilidades académicas como las matemáticas, las artes del lenguaje, la historia y la ciencia. Aunque esta área de la educación es sin duda esencial, los escritos bahá’ís describen una necesidad de educación moral y espiritual.
‘Abdu’l-Bahá, el hijo del fundador y profeta de la fe bahá’í, Bahá’u’lláh, escribió que «El sendero de la vida es el camino que conduce al conocimiento y consumación divinos. Sin instrucción y guía el alma nunca podría progresar más allá de las condiciones de su baja naturaleza, ignorante y defectuosa». Solo una educación espiritual puede ayudarnos a avanzar más allá de nuestra ignorancia y nuestros defectos.
Al compartir nuestro conocimiento, podríamos caer accidentalmente en avergonzar a la gente por sus comportamientos o creencias. Los escritos bahá’ís sugieren cultivar actitudes que ayuden a sostener una comprensión sana y productiva.
Una de estas actitudes es el tacto. Bahá’u’lláh escribió, «No todo lo que sabe un hombre se puede expresar, ni todo lo que él pueda expresar ha de considerarse oportuno, ni tampoco puede toda expresión oportuna estimarse adecuada para la capacidad de los que la oyen». También escribió, «Que las acciones, y no las palabras, sean vuestro adorno».
A veces, nuestro ejemplo puede ser más poderoso que las palabras, y a menudo es prudente esperar hasta el momento en que se pueda tener una conversación honesta y libre de vergüenza o juicio.
Y cuando llegue el momento de esa conversación, la Casa Universal de Justicia, el organismo de gobierno internacional de la Fe Bahá’í, citó diferentes extractos de los Escritos Bahá’ís para ofrecer algunas directrices claras para navegar por temas profundos y desafiantes:
El amor y la armonía, la pureza de motivos, la humildad y la modestia entre los amigos, la paciencia y la perseverancia en las dificultades, estos determinan la actitud con la que proceden, «con la mayor devoción, cortesía, dignidad, cuidado y moderación para expresar sus opiniones», utilizando cada uno de ellos la «perfecta libertad» tanto para actuar como para «develar la prueba de su afirmación». «Si otro le contradice, no debe alterarse, porque si no hay investigación o verificación de las preguntas y asuntos, la opinión consensuada no será descubierta ni comprendida». «La brillante chispa de la verdad solo surge después del choque de diferentes opiniones». [Traducción provisional]
Como la mayoría de las tendencias y hábitos de comunicación, pasar de la vergüenza a la comunicación humilde y a la educación holística requerirá paciencia y persistencia, pero es un camino que conduce a la verdadera armonía y comprensión en la sociedad.
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