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Religión

Cómo los profetas hacen sus profecías y qué significan

Vahid Houston Ranjbar | Jul 21, 2022

PARTE 1 IN SERIES Recuerdos del futuro

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Vahid Houston Ranjbar | Jul 21, 2022

PARTE 1 IN SERIES Recuerdos del futuro

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En 1912 el embajador japonés en España y su esposa, durante el último día de su visita a París, se enteraron de la presencia de Abdu’l-Bahá en aquella ciudad – y con mucha ilusión deseaban conocerlo.

Desafortunadamente, la esposa del embajador se estaba recuperando de un fuerte resfriado y no podía salir de su hotel – y tenían programado salir para España temprano la mañana siguiente.

Cuando Abdu’l-Bahá se enteró de la situación, decidió hacerles una visita, a pesar de que estaba agotado por un largo y extenuante día. Durante la subsiguiente conversación con el embajador, Abdu’l-Bahá hizo una observación sorprendentemente premonitoria:

Los descubrimientos científicos han hecho crecer la civilización material. Existe una fuerza formidable, todavía, felizmente no descubierta por el hombre. Supliquemos a Dios, el Amado, que esta fuerza no sea descubierta por la ciencia hasta que la civilización espiritual domine la mente humana. En manos de hombres de naturaleza inferior, esta fuerza sería capaz de destruir toda la tierra. [Traducción provisional]

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Lo más probable es que esta afirmación se refiera a la misma fuerza a la que Bahá’u’lláh había aludido años antes en sus escritos:

Cosas extrañas y asombrosas existen en la tierra, pero están ocultas a las mentes y a la comprensión de los hombres. Estas cosas son capaces de cambiar toda la atmósfera de la tierra, y la contaminación con ellas resultaría letal.

Más de una década después, en 1925, el físico británico y premio Nobel Patrick Blackett observaría la primera reacción nuclear, transmutando un isótopo de nitrógeno en uno de oxígeno.

Este trabajo contribuyó a allanar el camino para el descubrimiento de la transmutación nuclear en 1932 por Ernest Walton y John Cockcroft, quienes al acelerar y bombardear protones contra litio-7 dividieron con éxito su núcleo, realizando finalmente la antigua búsqueda alquímica de transmutar elementos.

En 1938 los científicos alemanes Otto Hahn, Lise Meitner y Fritz Strassman lograron la fisión nuclear del uranio. Esta tecnología sería la base para el desarrollo de las bombas atómicas que se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. También pondría al mundo peligrosamente al borde de la aniquilación cuando las superpotencias con armas nucleares se enfrentaron durante los años de la Guerra Fría, y sigue siendo una amenaza omnipresente sobre la humanidad cada vez que las naciones entran en conflicto y cuando la capacidad de crear armas nucleares prolifera.

Recientemente, con la invasión rusa de Ucrania, esa amenaza ha vuelto a ocupar el primer plano de la conciencia mundial. Seguramente la advertencia de Abdu’l-Bahá al embajador japonés se refería a los futuros descubrimientos de la física nuclear y su utilización como armas, resultado de lo cual Japón sufriría más tarde como primera víctima de esta terrible fuerza. 

Este y muchos otros ejemplos muestran que la revelación de Bahá’u’lláh anticipó los impactos tecnológicos que sacudieron el mundo y que se desencadenaron en la humanidad durante los siglos XIX y XX. De hecho, Bahá’u’lláh y más tarde Abdu’l-Bahá, a lo largo de sus vidas, hicieron muchas predicciones sorprendentemente precisas de acontecimientos futuros, de manera que realmente se les puede calificar como «profetas» en el sentido literal de esa palabra.

Ejemplos destacados de las predicciones factuales de Bahá’u’lláh incluyen el colapso del sultanato turco; la caída del sultán Abdu’l-Aziz y la desaparición de varias otras figuras prominentes del Imperio Otomano; el fin del gobierno de Napoleón III; y el estallido de guerras devastadoras en Europa, incluyendo la derrota del Reich alemán en la Primera Guerra Mundial. 

En general, Baha’u’llah predijo el colapso de las monarquías y los poderes clericales ascendentes en todo el mundo y el auge del ateísmo y la irreligión, así como el crecimiento de las instituciones globales de gobierno, todo ello con asombrosa presciencia.  

Si bien las enseñanzas bahá’ís describen estos milagros manifiestos como si constituyeran un nivel de prueba muy secundario, solo aplicable posiblemente a aquellos que pudieran ser testigos de primera mano, los bahá’ís aceptan el poder de la profecía. De hecho, uno de los eruditos islámicos más destacados que abrazó la Fe bahá’í -Mirza Abu’l-Fadl- lo hizo gracias a esas profecías. En 1876 Abu’l-Fadl leyó dos de las tablas de Baháʼu’lláh, en las que predecía la caída del sultán otomano Abdu’l-Aziz y de su visir Ali Pasha. Cuando esos acontecimientos ocurrieron unos meses después, Abu’l-Fadl aceptó las afirmaciones de Baháʼu’lláh y se convirtió en uno de los principales defensores de su nueva religión.

Esta capacidad de predecir el futuro, una interesante capacidad de individuos como Moisés, Jesús y los muchos otros fundadores de grandes religiones, explica por qué muchos se refieren a ellos comúnmente como «profetas.» Esta capacidad funciona a la vez como una validación para quienes dudan de su misión, y quizás como un mecanismo innato que ayuda a los mensajeros de Dios a construir nuevos órdenes sociales. Al estructurar sus enseñanzas y leyes para anticipar los cambios en la sociedad humana, ayudan a organizarla. Desde el punto de vista científico, la capacidad de predecir el comportamiento futuro de cualquier sistema está directamente relacionada con la capacidad de ordenarlo.

En el próximo ensayo exploraremos, como han sugerido varios investigadores, cómo la capacidad de predecir también se cree que está vinculada a los propios procesos de la vida y la evolución.

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