Cómo pasar de la división al amor y la unidad

La principal enseñanza de la fe bahá’í es la unidad de la humanidad; Bahá’u’lláh, su profeta y fundador, escribió: «La tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos», hace más de 100 años.

A estas alturas, todos podemos ver que la humanidad es esencialmente interdependiente; la unicidad de la humanidad se ha convertido en una verdad espiritual confirmada también por todas las ciencias de nuestra era. Ése es el propósito fundamental de la fe bahá’í: «… proteger los intereses de la raza humana, promover su unidad, y estimular el espíritu de amor y fraternidad entre los hombres».

Sin embargo, en Estados Unidos, como en muchos otros países que dependen de un sistema de gobierno partidista, la gente está acostumbrada a tomar partido. En un clima político extremadamente acalorado, la idea de fomentar el espíritu de amor y fraternidad con alguien que esté al otro lado de la división política puede parecer poco sincera, en el mejor de los casos, y una amenaza para la vida, en el peor. Nuestros temores y anhelos más profundos relacionados con la economía, la igualdad racial, la inmigración y la justicia se han vinculado a los valores de nuestros distintos partidos políticos. Nuestro sentido del progreso social y la justicia descansa en nuestras esperanzas de victoria sobre el «otro bando».

Pero si realmente queremos promover la unidad de la humanidad, ¿por qué aceptamos cualquier sistema partidista de organización social que necesariamente nos divide en bandos y nos enfrenta unos contra otros? ¿Cómo podemos esperar llegar a un estado de unidad utilizando un proceso que intrínsecamente crea y fomenta la desunión?

Como miembro de la fe bahá’í y estadounidense, voto, pero hago todo lo posible por no identificarme con ningún partido político y evito participar en actividades políticas. Esto no significa que no tenga un sentido de la justicia o una visión de la transformación social real. Los tengo. Solo creo que el partidismo es fundamentalmente contrario al principio de unidad de la humanidad y, por tanto, no puede hacernos avanzar lógicamente hacia un lugar en el que el principio de unidad constituya la base de la gobernanza.

Los límites de la política partidista

Las encuestas políticas muestran continuamente que los estadounidenses están amargamente divididos por líneas partidistas. Existe la creencia común de que lo mejor para nosotros es ser antagonistas de las necesidades, valores e intereses de nuestros rivales políticos. La política partidista exige que siempre tengamos «ganadores» y «perdedores».

En mi país, en todos los partidos, los estadounidenses son cínicos respecto al gobierno y desconfían de la corrupción empresarial, financiera y política que solo sirve a los intereses de unas pocas personas o grupos poderosos. Pero, para muchos, no parece posible otra forma de interacción social. Estamos literalmente atrapados en un ciclo frenético de reacciones políticas adversas, y las redes sociales solo parecen alimentar nuestra ira, miedo y frustración.

Dentro de esta narrativa, el cambio social serio se enmarca en términos de unirse contra el partido o político no favorecido y luego elegir al partido o político correcto que pueda transformar la sociedad en lo que queremos que sea. Pero independientemente del partido o político que esté en el poder, la verdadera raíz del problema es que estamos atrapados en un marco divisivo de competencia «nosotros contra ellos», con toda su inevitable corrupción, que permite que ciertas voces e intereses sean privilegiados sobre otros, y que paraliza a los ciudadanos de a pie para convertirse en agentes de cambio en sus propias comunidades.

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Así pues, si queremos una verdadera transformación social, un cambio honesto y justicia para todos, no deberíamos buscar al nuevo candidato perfecto. Deberíamos buscar una forma totalmente nueva de relacionarnos entre nosotros y una nueva y audaz visión de la sociedad para trabajar activamente por ella.

Los bahá’ís creen que la única forma de liberarse realmente de la profunda desunión social de nuestras sociedades, ya sea política, racial, religiosa o de otro tipo, es construir una verdadera y auténtica solidaridad humana, de forma sistemática, entre todas las personas. Abdu’l-Bahá dijo: «El amor y la unidad son las necesidades del cuerpo político de hoy. Sin ellos no se podrá lograr el progreso y prosperidad». Si realmente queremos ver un cambio social positivo, ha escrito la Casa Universal de Justicia, tenemos que aprender a construir la unidad:

El bienestar de cualquier segmento de la humanidad está inextricablemente enlazado al bienestar de la totalidad. La vida colectiva de la humanidad sufre cuando cualquier grupo dado piensa en su propio bienestar de manera aislada al bienestar de sus vecinos, o persigue ventaja económica sin considerar cómo queda afectado el medio ambiente, que proporciona sustento para todos… el mundo necesita desesperadamente una ética compartida, un marco seguro para hacer frente a las crisis que se ciernen como nubes de tormenta.