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¿Cómo podemos espiritualizar la economía?

Christopher Buck | Ene 5, 2024

PARTE 7 IN SERIES Descifrando las profecías

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Christopher Buck | Ene 5, 2024

PARTE 7 IN SERIES Descifrando las profecías

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

Las enseñanzas bahá’ís afirman que los problemas económicos de la humanidad requieren soluciones espirituales, si queremos que el mundo prospere materialmente y progrese socialmente.

En otras palabras, nuestros valores económicos deben estar vinculados a nuestros valores humanos. Esta es la quintaesencia de los principios económicos bahá’ís, tomados en conjunto, como un todo.

Los bahá’ís creen que debe producirse una interacción dinámica entre los valores económicos y los valores humanos, pero esta idea no es en absoluto un ideal exclusivo de inspiración bahá’í. Por ejemplo, Mark Carney, ex gobernador del Banco de Inglaterra, dijo lo siguiente en The Economist sobre los valores económicos y los valores humanos durante la pandemia del COVID-19:

El valor cambiará en el mundo post-covid. Por un lado, resulta evidente: las valoraciones de los mercados financieros mundiales han implosionado, y muchos de ellos han sufrido sus mayores caídas en décadas. En un plano más fundamental, los impulsores tradicionales del valor se han visto sacudidos, otros nuevos ganarán protagonismo y existe la posibilidad de que se cierre el abismo entre lo que los mercados valoran y lo que la gente valora. …

Esta crisis podría ayudar a invertir esa relación, de modo que los valores públicos ayuden a dar forma al valor privado. Cuando se les ha presionado, las sociedades han dado prioridad a la salud y luego han tratado de hacer frente a las consecuencias económicas. En esta crisis, sabemos que tenemos que actuar como una comunidad interdependiente y no como individuos independientes, por lo que a los valores de dinamismo económico y eficiencia se han unido los de solidaridad, equidad, responsabilidad y compasión. …

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En una línea muy parecida, la Casa Universal de Justicia, organismo mundial bahá’í democráticamente elegido, ha explicado que los valores humanos son esencialmente principios espirituales, que deben identificarse primero para encontrar soluciones prácticas y duraderas a problemas sociales acuciantes y complejos:

Hay principios espirituales, o lo que algunos llaman valores humanos, con los que es posible encontrar soluciones para todo problema social. Cualquier grupo bienintencionado puede elaborar soluciones prácticas para sus problemas en un sentido general, pero las buenas intenciones y los conocimientos prácticos no suelen ser suficientes. El mérito esencial del principio espiritual consiste no sólo en que presenta una perspectiva acorde con lo que es inherente a la naturaleza humana, sino que también induce a una actitud, una dinámica, una voluntad, una aspiración que facilitan el descubrimiento y la aplicación de medidas prácticas. Los gobernantes y todos los que ostentan alguna autoridad tendrían más éxito en sus esfuerzos por resolver los problemas si primero intentaran identificar los principios en cuestión y luego se guiaran por ellos.

En 1912, se pidió a Abdu’l-Bahá que hablara sobre algunas de las nuevas y distintivas enseñanzas que trajo Bahá’u’lláh. Sobre economía, dijo:

La décima enseñanza es la solución de la cuestión económica. Pues ningún Libro religioso de los Profetas del pasado habla de la cuestión económica, mientras que el problema económico ha sido completamente resuelto en las enseñanzas de [Bahá’u’lláh]. [Traducción provisional de Oriana Vento].

Una aclaración: aunque las enseñanzas bahá’ís ofrecen directrices generales y prácticas para encontrar soluciones espirituales a los problemas económicos, la Fe bahá’í no es un sistema económico, ni ninguna de las Figuras Centrales bahá’ís –el Báb, Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá– son economistas. Esto no es de extrañar, teniendo en cuenta que las religiones del mundo, en general, suelen tener poco que decir sobre economía, más allá de preceptos y prácticas como dar a los pobres, fomentar la filantropía, promover la virtud de la generosidad, acentuar el deber de diezmar o apoyar de otro modo a las instituciones religiosas propias, inculcar una ética laboral orientada al servicio, etc.

Como explicó el Guardián de la Fe bahá’í, Shoghi Effendi:

En la Causa, prácticamente no hay enseñanzas técnicas sobre economía, como por ejemplo banca, sistema de precios, etc. La Causa no es un sistema económico, ni deben sus Fundadores ser considerados técnicos en economía. La contribución de la Fe a esta materia es esencialmente indirecta, ya que consiste en la aplicación de principios espirituales a nuestro sistema económico actual. Bahá’u’lláh nos ha dado algunos principios básicos que deben guiar a los futuros economistas bahá’ís en el establecimiento de instituciones que regulen las relaciones económicas del mundo…

Con la afirmación «la solución económica es de naturaleza espiritual» se quiere decir que solamente la religión puede, en última instancia, efectuar en la naturaleza humana un cambio tan fundamental que le permita ajustar las relaciones económicas de la sociedad. Solo de ese modo puede el ser humano controlar las fuerzas económicas que amenazan con trastocar los cimientos de su existencia, y así hacer valer su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza.

Sin embargo, existen bastantes principios económicos bahá’ís, tanto a nivel conceptual como aplicado, como la fiscalidad progresiva, la resolución de huelgas, el reparto de beneficios (véase aquí), la regulación del mercado, una moneda mundial única, la propiedad privada, la gestión equitativa de los recursos minerales y agrícolas de la Tierra, el tratamiento de los problemas del cambio climático en el contexto del ecologismo, y muchos más, como señala el economista bahá’í Farhad Sabetan. Así que le pregunté al Dr. Sabetan cuáles de las enseñanzas bahá’ís sobre economía consideraba nuevas:

Creo que la literatura bahá’í sobre economía sienta dos de las bases más importantes: (1) el consumo debe basarse en las necesidades… no en los deseos ni en la maximización de la utilidad; y (2) el incentivo principal del trabajo es la adoración/servicio, frente a la maximización del beneficio. En mi opinión, una orientación hacia estos dos principios tiene profundas implicaciones para la justicia económica, la preservación y sostenibilidad del medio ambiente, la asignación eficiente de los recursos, la erradicación de la pobreza, la prevención de fluctuaciones económicas extremas, la promoción de la estabilidad económica a largo plazo, una globalización y liberalización del comercio sanas y más equilibradas, un funcionamiento más eficiente de los gobiernos sin promover intereses particulares, y muchas cosas más.

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En cuanto a cómo este principio bahá’í se traducirá finalmente en acción y transformará la sociedad de todo el mundo con el paso del tiempo, este extracto de la carta abierta de Shoghi Effendi, fechada el 11 de marzo de 1936, a los bahá’ís de Occidente, lo expone y explica:

La unidad de la raza humana, tal como es concebida por Bahá’u’lláh, implica el establecimiento de una mancomunidad mundial en la que todas las naciones, razas, creencias y clases estén estrecha y permanentemente unidas, y en la que la autonomía de sus Estados miembros y la libertad personal y la iniciativa de los individuos que la componen estén definitiva y completamente resguardadas… Una escritura mundial, una literatura mundial, un sistema monetario y de pesas y medidas uniforme y universal simplificarán y facilitarán el intercambio y el entendimiento entre las naciones y razas de la humanidad… Los recursos económicos del mundo serán organizados, sus fuentes de materias primas serán explotadas y plenamente utilizadas, sus mercados serán coordinados y desarrollados, y será equitativamente regulada la distribución de sus productos…

Las causas de la contienda religiosa serán eliminadas permanentemente, las barreras y restricciones económicas serán completamente abolidas y será suprimida la excesiva distinción entre clases. Por un lado, desaparecerá la indigencia y, por otro, la acumulación excesiva de bienes. La enorme energía disipada y desperdiciada en la guerra, ya sea económica o política, será consagrada a aquellos fines que extiendan el alcance de las invenciones humanas y del desarrollo tecnológico, al aumento de la productividad de la humanidad, al exterminio de las enfermedades, a la extensión de la investigación científica, a la elevación del nivel de salud física, a la agudización y refinamiento del cerebro humano, a la explotación de los recursos no utilizados e insospechados del planeta, a la prolongación de la vida humana y al fomento de todo organismo que estimule la vida intelectual, moral y espiritual de toda la raza humana.

Los bahá’ís creen que estos principios profundos acabarán transformando el sistema económico mundial en uno basado en la justicia, la equidad y la imparcialidad.

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