Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El alma es una faceta activa y progresiva de la realidad humana, lo que significa que no dejará de verse afectada por las consecuencias de nuestras interacciones con el entorno más amplio.
Según las enseñanzas bahá’ís, expresadas aquí en una charla que Abdu’l-Bahá dio en París hace más de un siglo, el alma, como el cuerpo y la mente, tiene su propia individualidad:
El espíritu es inmutable, indestructible. El progreso y el desarrollo del alma, la alegría y el pesar del alma, son independientes del cuerpo físico. Si algún amigo nos causa alegría o pena, si un amor resulta verdadero o falso, es el alma la afectada… y las penas y las tribulaciones del alma pueden manifestarse en el cuerpo.
RELACIONADO: Liberándonos del estrés espiritualmente
La oración, la resiliencia, la confianza en Dios y la reflexión meditativa amplían nuestra visión del propósito de la vida en este mundo material y de su destino espiritual último.
Como aventureros en un viaje, estamos abocados a encontrar dificultades, decepciones y crisis inesperadas, así como experiencias alegres y satisfactorias. Puede que no seamos conscientes del significado y los misterios de estas experiencias, pero desempeñan un papel importante en nuestro crecimiento personal y espiritual y nos preparan para la existencia continuada de nuestra alma en el otro mundo.
En este mundo terrenal se pondrán a prueba nuestra voluntad, nuestra fe y nuestra expectativa última de la vida. Nos enfrentaremos a tensiones, pruebas y dificultades. Sabiendo esto, podemos tener en cuenta el siguiente consejo de los escritos de Abdu’l-Bahá:
Cuando irrumpa la calamidad, sed pacientes y estad calmados. Por muy aflictivos que sean vuestros sufrimientos, permaneced impasibles y, con perfecta confianza en la abundante gracia de Dios, afrontad la tempestad de las tribulaciones y las feroces pruebas.
Este tipo de perspectiva –tener una visión a largo plazo y reconocer que nuestra alma es eterna– nos ayuda a aprender a afrontar el estrés. Ese proceso positivo depende en gran medida de la capacidad humana para evaluar y responder adecuada y satisfactoriamente a las demandas o desafíos internos o externos. Con respecto a la formación de los hijos, Abdu’l-Bahá aconsejaba a los padres: “Educadlos en el trabajo y el esfuerzo, y acostumbradlos a las privaciones. Enseñadles a dedicar la vida a cosas de gran importancia, e inspiradles a emprender estudios que han de beneficiar a la humanidad”.
Este tipo de formación puede ayudar a los jóvenes a comprender que el estrés y las crisis de la vida a veces pueden ser una bendición disfrazada, lo que puede motivarles a estar mejor preparados para alcanzar mayores logros.
Abdu’l-Bahá se explayó sobre los dos sentimientos de alegría y tristeza que afectan a todos, diciendo que toda pena, aflicción y sufrimiento se originan en el mundo material, mientras que «¡el mundo espiritual confiere sólo alegría! El sufrimiento es el resultado de las cosas materiales, y todas las pruebas y problemas provienen de este mundo de ilusiones”. [Traducción provisional de Oriana Vento].
Así, al construir felicidad también construimos un remedio curativo para las tensiones de la vida cotidiana. La felicidad verdadera y duradera es un estado mental espiritual, que tiene un efecto curativo sobre la mente y el cuerpo.
Abdu’l-Bahá aconsejó una vez a un grupo de jóvenes estudiantes:
El hombre debe vivir de tal manera que llegue a ser amado a los ojos de Dios, amado en la estima de los justos y amado y alabado por el pueblo. Cuando alcanza esta posición, el deleite de la felicidad eterna se abre ante él. Su corazón está sereno y tranquilo porque se encuentra aceptado en el umbral de Su Alteza, el Único. Su alma se encuentra en la mayor felicidad y dicha, aunque esté rodeado de montañas de pruebas y dificultades. Será como un mar en cuya superficie se pueden ver enormes olas, pero que en sus profundidades está en calma, imperturbable e inalterado. Si confía su felicidad a objetos mundanos y condiciones fluctuantes, está condenado a la decepción. Si gana una fortuna y ancla su felicidad en ella, puede caer hipnotizado en un estado de supuesta alegría durante unos días, y luego esa misma fortuna se convertirá en una piedra de molino alrededor de su cuello, la causa de su preocupación y melancolía.
Pero si vive de acuerdo con el beneplácito del Señor, será favorecido en la corte del Todopoderoso. Se acercará al trono de la Majestad. Será respetado por toda la humanidad y amado y honrado por los creyentes. Esta fortuna otorga la felicidad eterna. El árbol de esta fortuna es siempre verde. El viento otoñal no marchita sus hojas ni la gélida escarcha del invierno le roba su perenne frescura. Es una felicidad que no viene seguida desdicha, pues siempre es fuente de agradecimiento y bendición. [Traducción Provisional de Oriana Vento/Star of the West, Volume 7, p. 286 ]
Respuestas espirituales a las catástrofes
Las catástrofes naturales o provocadas por el hombre, que pueden ser los acontecimientos más duros y estresantes de la vida, se han extendido por todo el mundo y afectan psicológica y físicamente a un gran número de personas. En este sentido, los investigadores han estudiado la influencia y el papel de la espiritualidad y las creencias religiosas en las secuelas de tales desastres. Nasreen Lalani et al (2021) estudiaron el papel de la resiliencia espiritual en la recuperación de la comunidad tras el incendio de Alberta (Canadá) de 2016, el mayor desastre natural ocurrido hasta la fecha en ese país, que provocó la evacuación masiva de más de 88.000 residentes y daños significativos en la pequeña ciudad de Fort McMurray. Sus hallazgos mostraron que los valores y creencias espirituales podrían «desempeñar un papel significativo en la creación de resiliencia y la promoción de la curación y la recuperación individual y comunitaria después de un desastre.»
RELACIONADO: ¿Te sientes estresado? No eres el único
En estos tiempos de guerra, violencia, enfermedades mortales y desastres medioambientales, la comunidad bahá’í mundial siempre ha desempeñado y sigue desempeñando un papel de apoyo espiritual y material a una humanidad enferma. Al hacerlo, presta atención a las siguientes palabras de Abdu’l-Bahá, que son una llamada a servir a la humanidad con amor y empatía:
Y el honor y distinción de la persona consisten en que, de entre toda la muchedumbre del mundo, se convierta ella en una fuente de bien social. ¿Hay merced concebible mayor que ésta, que el hecho de que una persona, mirando dentro de sí, encuentre que por medio de la gracia confirmadora de Dios se ha convertido ella en la causa de la paz y bienestar, de la felicidad y adelanto de sus congéneres? No, por el verdadero Dios, no hay mayor bendición, ni delicia más completa.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo