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Cómo restaurar la verdad en nuestra cultura

Glen Cotten | Feb 28, 2020

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Glen Cotten | Feb 28, 2020

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Nuestras sociedades se enfrentan a una crisis de veracidad, en la que la ofuscación, la falsedad y la mentira han superado e incluso han tomado el lugar del deseo de encontrar la verdad. ¿Cómo podemos entonces restaurar la veracidad?

Para responder a esta pregunta, examinemos lo que los escritos bahá’ís tienen que decir sobre la naturaleza y la dinámica de la veracidad. El primer principio bahá’í – la investigación independiente de la verdad – reconoce el hecho de que cada persona tiene la responsabilidad de buscar la verdad:

Dios ha dado al hombre el ojo investigador mediante el cual puede ver y reconocer la verdad. Ha dotado al hombre con oídos para que pueda escuchar el mensaje de la realidad y le confirió el don de la razón con la que puede descubrir cosas por sí mismo. Estas son sus dotes o instrumentos para la investigación de la realidad. El hombre no fue pensado para ver con los ojos de otro, oír con los oídos de otro, ni comprender con el cerebro de otro. Cada criatura humana tiene una dote, un poder y una responsabilidad individuales en el plan creativo de Dios. Por consiguiente, depende de vuestra propia razón, juicio y adhesión al resultado de vuestra propia investigación. De otro modo, estaréis totalmente sumergidos en el mar de la ignorancia y privados de todas las bondades de Dios. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 300.

Cuando dependemos de nuestra “propia razón y juicio” nos brindamos a nosotros mismos el gran don de la veracidad:

La veracidad es la base de todas las virtudes humanas. Sin la veracidad, el progreso y el buen éxito, en todos los mundos de Dios, son irrealizables para cualquier alma. Cuando este atributo santo se encuentre arraigado en el hombre, todas las cualidades divinas serán también adquiridas. – ‘Abdu’l-Bahá, citado por Shoghi Effendi, El advenimiento de la justicia divina, pág. 27.

Como sugiere este pasaje, la veracidad es vital para el crecimiento espiritual y el bienestar. De hecho, el viaje consciente del alma que busca regresar finalmente a su Amado y a la Fuente de su ser comienza cuando el alma se vuelve veraz.

En otras palabras, el viaje espiritual de cada persona comienza con la sed de verdad. Todos poseemos esa sed por la verdad, de hecho, nuestras almas claman por ella. Las enseñanzas bahá’ís dicen que una búsqueda sincera de la verdad implica el cuestionamiento ferviente y la determinación de un «buscador verdadero». Esa búsqueda de la verdad, escribió Bahá’u’lláh, compromete nuestra voluntad de “sacrificar todo”, “es decir, tiene que reducir a nada todo lo visto, oído o entendido” para lograr encontrar la verdad. – Los siete valles, pág. 5.

Así que nuestra habilidad para discernir la verdad depende de la cualidad espiritual interna de la veracidad, y no sólo del entrenamiento intelectual y la capacidad de razonamiento. La naturaleza profundamente espiritual de la veracidad se hace más clara cuando nos damos cuenta de su estrecha conexión con el desapego: “Ningún hombre podrá alcanzar las orillas del océano del verdadero entendimiento”, escribió Bahá’u’lláh, “a menos que se haya desprendido de todo lo que hay en el cielo y en la tierra”. – El libro de la certeza.

Nuestro enfoque y deseos egocéntricos, y la forma con la que hemos sido condicionados a ver el mundo, distorsiona necesariamente nuestra percepción de la realidad. La tarea de purificarnos de estas distorsiones involucra, no solamente un trabajo intelectual, sino uno emocional y espiritual. Bahá’u’lláh aclaró: “de ningún modo dependen de la erudición humana”, sino que “dependen solamente de la pureza del corazón, castidad del alma y libertad de espíritu». -Ibid.

Esto sugiere que, para poder discernir la verdad, nuestros corazones deben purificarse del egocentrismo, nuestras almas deben estar en verdadera conexión con la belleza de “la imagen de Dios”, la religión nos dice que esta está grabada en nuestro interior y que nuestros espíritus deben estar libres de la imitación ciega.

El Guardián de la Fe bahá’í, Shoghi Effendi, explicó que «la verdad religiosa no es absoluta sino relativa». – La dispensación de Bahá’u’lláh. Dadas las limitaciones de la conciencia humana, nuestra visión de la verdad siempre ha sido y será relativa a los tiempos históricos, a los puntos de vista culturales, y a las etapas del desarrollo espiritual de un individuo. Por ejemplo, las declaraciones de la verdad que eran adecuadas para ayudar a los niños a dar sentido al mundo y les permitían prosperar y crecer dentro de él, ya no funcionarán para los adolescentes o los adultos. Sin embargo, esto no significa que todas las perspectivas de la verdad sean igualmente útiles. Las conclusiones a las que llega alguien que se esfuerza rigurosamente por reconocer y superar los prejuicios, que se compromete a entablar un diálogo respetuoso y abierto con personas diversas, y que se niega a mentir no tienen el mismo valor y utilidad que las opiniones de alguien que no se molesta en examinar los prejuicios internos y que acepta sin cuestionar la identidad y la visión del mundo que recibe de la sociedad.

Entonces, ¿cómo podemos revivir la veracidad en nuestro mundo?

Para responder, primero debemos tomar nota del hecho de que algunos entornos sociales fomentan la veracidad mientras que otros la desalientan. En la opinión de los bahá’ís, los entornos que fomentan la veracidad se benefician de la influencia educativa de la verdadera religión, no del dogma o la doctrina, sino del mensaje original de amor, compasión y veracidad de los fundadores de esas grandes religiones. En última instancia, la luz de la revelación divina – la influencia del Espíritu Santo traída a nuestro mundo por sucesivos educadores divinos como Abraham, Krishna, Buda, Moisés, Cristo, Muhammad y Bahá’u’lláh – despierta y nutre las cualidades espirituales como la veracidad, la honestidad, la justicia, el amor, la bondad, la esperanza y la fe en el alma humana. 

Puede parecer extraño a algunos afirmar que el desarrollo de la veracidad depende de la influencia de la religión, dado que, a lo largo de la historia, se ha impuesto la adhesión ciega al dogma y la superstición, y se han suprimido los cuestionamientos, en nombre de la religión. Pero, de acuerdo con las enseñanzas bahá’ís, cualquier expresión religiosa que muestre tales cualidades no es la verdadera religión. Más bien, la verdadera religión puede ser reconocida por ciertos signos:

El propósito del único Dios verdadero al manifestarse a Sí mismo es emplazar a toda la humanidad a la veracidad y sinceridad, a la piedad y honradez, a la resignación y sumisión a la Voluntad de Dios, a la paciencia y amabilidad, a la rectitud y sabiduría. Su objetivo es cubrir a cada hombre con el manto de un carácter santificado y adornarlo con el ornamento de acciones buenas y santas. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, pág. 336.

La verdadera religión está basada en el amor y la armonía… Si la religión y la fe son las causas de la enemistad y la sedición, es mucho mejor no ser religioso … – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 224.

Cuando las instituciones religiosas dejan de manifestar estas cualidades de veracidad y unidad, se convierten en una entidad sin espíritu.

La forma más efectiva de restaurar la veracidad en nuestro mundo, según la creencia bahá’í, implica promover enfoques universales de educación y construcción de comunidades que reflejen los profundos principios espirituales de la verdadera religión. La comunidad mundial bahá’í se esfuerza por hacer exactamente eso, proporcionando libremente la educación para la transformación espiritual y social abierta a todas las personas de todos los credos o de ninguno. Este movimiento, que se produce en la base de la sociedad en forma de círculos de estudio bahá’ís, clases para niños para la educación moral, programas de capacitación para jóvenes y devocionales comunitarias, ayuda a imbuir a los participantes de amor, unidad y veracidad, y se centra en la aplicación de estos principios de forma coherente en la vida cotidiana.

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