Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿A menudo intentas participar en conversaciones que te parecen improductivas? ¿Te parece que frecuentemente estás atrapado en una dinámica argumentativa?
Hay muchas cosas que pueden obstaculizar las conversaciones productivas. A veces no tenemos una dinámica sana o genuina con las personas que participan en esas conversaciones. Otras veces estamos profundamente apegados a nuestro punto de vista para tener razón, o la persona con la que hablamos está profundamente apegada al suyo para tener razón.
Cualquiera que sea la razón, participar en consultas que regularmente conducen a un progreso tan limitado puede ser agotador. Podemos cansarnos de entablar un diálogo significativo porque parece que nunca llega a ninguna parte. Podemos empezar a creer inconscientemente que nuestra opinión no importa, y retirarnos intelectualmente en lugar de comprometernos con nuestro mundo de forma curiosa y eficaz.
Los escritos bahá’ís sugieren que la consulta genuina -la búsqueda colectiva de la verdad- no solo es útil para que nuestras conversaciones sean productivas, sino que también tiene la capacidad de empujarnos a comprender mejor el mundo que nos rodea. La cuestión es entonces: ¿qué es la verdadera consulta y cómo la llevamos a cabo? Las enseñanzas de la Fe bahá’í esbozan una serie de requisitos y consideraciones que todos podemos adoptar a la hora de consultar con otros y tratar de llegar a una decisión o a un entendimiento.
Al entrar en una conversación en la que exploramos alguna parte de la realidad con otros podemos considerar este pasaje de una charla que Abdu’l-Bahá ofreció en París, en la cual nos recomienda reconocer y desprendernos de los prejuicios y las mentalidades autocomplacientes:
Si se unieran cinco personas para buscar la verdad, deberían comenzar por librarse de sus propias condiciones particulares y renunciar a todas las ideas preconcebidas. Para poder encontrar la verdad tenemos que abandonar todos nuestros prejuicios, nuestras nociones triviales; una mente abierta y receptiva es esencial. Si nuestro cáliz está lleno de egoísmo, no hay lugar en él para el Agua de Vida. El hecho de pensar que tenemos razón y que todos los demás están equivocados es el mayor de todos los obstáculos en el camino hacia la unidad, y la unidad es esencial si queremos alcanzar la verdad, pues la verdad es una.
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Todo el mundo puede trabajar en desprenderse de «nociones triviales» y «prejuicios» a lo largo de todos nuestros días. De hecho, para lograr participar en conversaciones difíciles con una mente abierta, tendremos que trabajar en dejar ir nuestras propias ideas egoístas y preconcebidas.
Vivimos en sociedades llenas de prejuicios y opresión, así que si queremos ser capaces de comunicarnos con los demás desde un punto de vista receptivo, tendremos que dedicar mucho tiempo y energía a desaprender el pensamiento prejuicioso. Eso significa escuchar atentamente a los demás, aprender sobre la forma en que los prejuicios florecen en nuestra sociedad institucionalmente, y luego prestar atención vigilante a la forma en que operamos día a día.
Por supuesto, habrá ocasiones en las que tengamos una comprensión más clara que otros sobre un tema concreto. Puede que hayamos vivido cosas que otros no han vivido, o que estemos bien versados en la investigación. Es fácil caer accidentalmente en una respuesta condescendiente y, en lugar de abrir el tema, esto puede hacer que la conversación se estanque. En sus escritos, Abdu’l-Bahá advirtió:
… no deberíamos menospreciar a nadie ni llamarle ignorante, diciéndole: «Tú no sabes, pero yo sé». Más bien, deberíamos mirar a los demás con respeto y, al tratar de explicar y demostrar algo, debiéramos hablar como si estuviésemos investigando la verdad y decir: «He aquí estas cosas ante nosotros. Investiguemos para determinar dónde y de qué manera puede hallarse la verdad». El maestro no debería considerarse a sí mismo erudito y, a los demás, ignorantes. Tal pensamiento engendra orgullo y el orgullo no lleva a ejercer influencia. El maestro no debe ver en sí mismo ninguna superioridad; debería hablar con la mayor bondad, humildad y modestia, pues tales palabras ejercen influencia y educan las almas.
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El tono con el que nos acercamos unos a otros puede marcar un mundo de diferencia en la capacidad de una conversación para conducir al crecimiento. Sin duda veríamos un gran cambio en la forma de comunicarnos si más personas trataran sus conversaciones con cuidado, reconociendo su gran potencial para el crecimiento interno o espiritual. Las enseñanzas bahá’ís ofrecen un profundo consejo acerca del proceso de consulta diciendo que su propósito final es en realidad la práctica espiritual de alcanzar la unidad, más que la necesidad de encontrar la respuesta correcta:
Tengo la esperanza de que los amigos de América se unan en todos los temas y no discrepen en absoluto. Si están de acuerdo en algún tema, aunque estén equivocados, eso es mejor que estar en desacuerdo y tener la razón, pues esa discrepancia producirá la destrucción del fundamento divino. Incluso si una de las partes tiene la razón, pero están en desacuerdo, eso será la causa de mil males, mientras que si están en acuerdo, aunque ambas partes estén equivocadas, al estar unidas, la verdad saldrá a la luz y el mal se corregirá. [Traducción provisional de Oriana Vento].
Si nos recordamos constantemente que tenemos la oportunidad de perfeccionar ciertas cualidades espirituales cada vez que intentamos explorar alguna parte de la realidad con otros o tomar alguna decisión conjunta, eso podría hacer maravillas con nuestras habilidades consultivas.
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