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Espiritualidad

Cómo tener conversaciones más espirituales en este año nuevo

Nasim Mansuri | Ene 6, 2021

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Nasim Mansuri | Ene 6, 2021

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La gente puede haber dejado de hablar abiertamente de espiritualidad, pero eso no significa que la vida moderna no pueda estar llena de conversaciones espirituales.

La gente dice que la religión y la política nunca deben ser discutidas en público. Después de todo, las discusiones sobre esos temas no suelen llevarnos a un estado de ánimo muy feliz o relajado… sino que en su mayoría desembocan en una batalla de ingenio en la que nadie realmente gana.

Es comprensible que la gente tienda a evitar hablar de temas espirituales, como nuestros sistemas de creencias, nuestra relación con un poder superior, y cómo este afecta a nuestra vida diaria. Y junto con un cambio social que se aleja de la religión tradicional organizada, se hace mucho más fácil evitar cualquier discusión sobre temas espirituales.

Pero todo el mundo reconoce que los humanos tienen una dimensión espiritual. Ansiamos algo más que una pequeña charla sobre el trabajo, o la escuela, o nuestras relaciones. Los chismes y las conversaciones inapropiadas se convierten fácilmente en la única forma de «animar» las conversaciones con nuestros amigos, mientras que las discusiones cautivadoras sobre las grandes preguntas de la vida -quiénes somos, qué queremos mejorar en nuestro ser interior, cuál es nuestro propósito en la Tierra, y cómo queremos beneficiar a nuestras comunidades- son pocas y están muy alejadas entre sí.

Y sin embargo, todos anhelan una conexión más profunda. Los reclamos sobre cómo las redes sociales deterioran las interacciones personales, y cómo las historias que consumimos se vuelven cada vez más insípidas, son solo una manifestación de la frustración que la sociedad siente por la falta de sustancia en nuestras conversaciones. Nuestras amistades necesitan una base sólida, y es realmente difícil de lograr si no hablamos de ello. Bahá’u’lláh, el fundador de la fe bahá’í, dijo:

Cuando se encuentren en sus reuniones, dejen que su conversación se limite a los temas aprendidos y a la información sobre el conocimiento de la época. Si lo hacen así, inundarán el mundo con la Luz Manifiesta, y convertirán esta tierra llena de polvo en los jardines del Reino de la Gloria. [Traducción provisional por Oriana Vento]

Bahá’u’lláh sugirió que nuestras conversaciones deberían ayudarnos a aprender y crecer. Pero, ¿cómo podemos tener conversaciones significativas en una cultura que no hace espacio para ellas? A veces se siente como si se golpeara contra una pared, quedando atrapado en una conversación pequeña para siempre, sin nunca poder llegar más profundo.

Hace algunos años, después de mudarme a una nueva ciudad, empecé a sentir que el proceso de hacer amigos era terriblemente frustrante. Podíamos sentarnos a hablar de películas, del clima o de cosas que habían sucedido en las noticias, pero nunca sentí que estaba abordando los grandes temas con los que me enfrentaba en mi vida, como aprender a ser más disciplinada conmigo misma, enfrentar el choque cultural y encontrar formas de ayudar realmente a mi comunidad. Mis conversaciones nunca fueron lo suficientemente profundas como para encontrar una apertura para sacar esos temas, y si lo hacía, sentía que la gente se sentía desconcertada e incómoda: hablar de las luchas internas les parecía demasiado personal.

Y en la universidad, descubrí que la gente rehúye las conversaciones profundas a propósito, temerosos de hablar de temas «controvertidos» como la religión, el problema del racismo, cómo lidiar con las enfermedades mentales o cómo evitar que los chismes se infiltren en nuestros grupos de amigos. Sienten que inevitablemente caeremos en una discusión. Otros culpan con amargura a la «cultura de lo políticamente correcto», diciendo que el lenguaje y el pensamiento modernos no nos permiten ser abiertos con los demás.

Pero tal vez estamos operando bajo un malentendido, pensando que somos tan terriblemente diferentes unos de otros que será imposible encontrar algo que tengamos en común. Bahá’u’lláh también dijo, «Aferraos a aquello que os junte y una». Siempre hay algo en común. Lo que hace falta es que seamos compasivos y amables en nuestro idioma, para que podamos establecer esa conexión.

Una palabra es como la primavera, que hace que los tiernos retoños del rosedal del conocimiento se vuelvan verdes y florecientes, mientras que otra palabra es como un veneno mortal. Le corresponde al hombre de sabiduría prudente hablar con la máxima indulgencia y paciencia, para que la dulzura de sus palabras induzca a todos a lograr aquello que es digno de la posición del hombre. – Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh reveladas después del Kitab-i-Aqdas.

Pero sólo decir cosas bonitas y creer que tenemos «sabiduría» no añade valor a nuestras palabras. Es el proceso que produce el cambio en todos nosotros. A medida que construimos sobre las experiencias y puntos de vista de cada uno en la vida, incluso recurriendo a otras fuentes como los escritos sagrados o citas para encontrar inspiración, aprendemos unos de otros y del mundo que nos rodea.

Y nuestra actitud es extremadamente importante en estas situaciones. Bahá’u’lláh escribió:

Ningún sabio puede demostrar su conocimiento sino por medio de las palabras. Ello muestra la trascendencia de la Palabra, como se afirma en todas las Escrituras, sean éstas de antaño o de tiempos más recientes. Porque es a través de su potencia y su espíritu animador como las gentes del mundo han alcanzado tan eminente posición. Por otra parte, las palabras y expresiones deben ser al mismo tiempo impresionantes y perspicaces. No obstante, ninguna palabra estará impregnada de estas dos cualidades a menos que sea pronunciada completamente por amor a Dios y con la debida consideración hacia las exigencias de la ocasión y de las personas.Ibidem.

Como con cualquier hábito, establecer un patrón en nuestras vidas en el que intentemos tener más y más de estas conversaciones significativas llevará tiempo, y – más que cualquier otra cosa – iniciativa. A veces, incluso la organización de una conversación más estructurada puede ayudarnos a aprender cómo cambiar la forma en que nos acercamos a hablar con los demás.

Después de muchos meses de sentirme frustrada por la superficialidad de mis amistades, me enfrenté a lo desconocido y organicé una nueva actividad de grupo, a la que invité a todos esos amigos. La llamé «Café y conversaciones», encontré algunas citas inspiradoras, conseguí una mesa en un café local y les dije a mis amigos que vinieran preparados para discutir un tema: «¿Qué debe cambiar primero, el individuo o la sociedad?».

Aunque el tema podría parecer más filosófico que espiritual a primera vista, la conversación que siguió fue de naturaleza profundamente espiritual. Se trataba de nuestra relación con el mundo que nos rodea, nuestra creencia en el potencial de los demás y nuestra confianza en nuestra propia capacidad para cambiar nuestras comunidades a través de la acción positiva. Llegué a conocer a mis amigos mucho mejor en esa primera reunión, y a lo largo de muchas otras reuniones después de ella. Y aunque no fue una solución instantánea a nuestra tendencia a simplificar nuestras conversaciones fuera de esas reuniones -como cualquier hábito, se necesita práctica- lentamente comenzamos a ver un cambio en nuestras interacciones. Teníamos más confianza el uno en el otro, porque nos dimos cuenta de que teníamos más en común de lo que pensábamos, incluso cuando nuestras opiniones eran muy diferentes. Como resultado, estábamos más ansiosos por aprender el uno del otro.

A través de intercambios de este tipo se eleva la conciencia de las fuerzas espirituales, dicotomías aparentes ceden paso a percepciones inesperadas, se fortalece un sentimiento de unidad y vocación común, se refuerza la confianza de que se puede crear un mundo mejor, y se manifiesta un compromiso con la acción. Tales conversaciones distintivas atraen gradualmente a un número cada vez mayor de personas a tomar parte en una variedad de actividades de la comunidad. – La Casa Universal de Justicia, Mensaje del 29 de Diciembre de 2015.

Nuestras amistades pueden ser mucho más que simples conexiones basadas en nuestras circunstancias materiales: pueden convertirse en fuertes lazos que nos unen sin importar lo diferentes que sean nuestras vidas – amistades de las que podemos aprender en los años venideros. Si queremos cambiar la naturaleza de las interacciones sociales, necesitamos empezar de a poco y construir el hábito dentro de nosotros mismos y en nuestro círculo de amigos. A veces, esto puede requerir más organización, mientras que otras veces puede requerir alguna iniciativa individual para sacar a relucir un tema que nunca hemos discutido antes.

Pero si hay algo que todos los humanos tenemos en común es nuestra sed de conocimiento, y una conexión con algo más poderoso que cualquiera de nosotros. Y ese potencial espiritual puede unirnos, si somos lo suficientemente valientes para aprender a usarlo.

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