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Cómo tener empatía hacia tus enemigos

David Langness | Nov 12, 2020

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David Langness | Nov 12, 2020

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Todos los grandes credos del mundo nos piden algo fundamental: que hagamos todo lo posible por seguir el ejemplo que vivieron los profetas y fundadores de esos sistemas de creencias.

Cristo amó a sus enemigos, así que los cristianos también deberían hacerlo. Buda se separó de las actividades materiales, así que los budistas también deberían hacerlo. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, amaba a toda la humanidad y no recurrió a la violencia ni siquiera ante una grave injusticia, por lo que los bahá’ís deberían seguir ese ejemplo.

Por supuesto, esta es una de las partes más difíciles de la religión.

No somos profetas, pero se nos pide que hagamos todo lo posible para emular las vidas de los profetas. Los fundadores de cada Fe nos llaman a elevar nuestros estándares espirituales. Sus ejemplos amorosos, amables y pacíficos nos desafían a hacerlo mejor cada día. Sus acciones en el mundo demuestran que podemos superar nuestros prejuicios y odios, trascender nuestras tendencias hacia la venganza y la retribución, y dejar atrás nuestros impulsos violentos y de enojo en busca de la conciencia de que todos somos un pueblo con un Creador amoroso. ’Abdu’l-Bahá lo expresó de esta manera:

debéis mostrar ternura y afecto a todo ser humano, incluso a vuestros enemigos, y acoger a todos con inmaculada amistad, con buen ánimo y bondad. Cuando os encontréis con la crueldad y la persecución a manos de otro, tratadle con lealtad; cuando la malevolencia se dirija a vosotros, responded con corazón amistoso. A las lanzas y flechas que caigan sobre vosotros, exponed vuestro pecho como un blanco que brilla cual un espejo; y a cambio de las maldiciones, las burlas y las palabras hirientes, mostrad abundante amor. – Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá-

¿Te imaginas algo más difícil de hacer?

En una charla que dio en Oakland, California, en 1912, ’Abdu’l-Bahá profundizó aún más en este desafiante principio bahá’í:

Entre las Enseñanzas de Bahá’u’lláh hay una que requiere que el hombre perdone bajo todas las condiciones y circunstancias, que ame a su enemigo y que considere a aquel que le desea el mal como si deseara el bien. Esto no quiere decir que se deba considerar a alguien como enemigo y entonces soportarlo… y ser indulgente con él. Esto sería hipocresía y no verdadero amor. No, debe verse a los enemigos como si fueran amigos, a los que nos desean el mal como si nos desearan el bien, y tratarlos de acuerdo con esto. Vuestro amor y bondad deben ser verdaderos, no sólo indulgencia, porque si la indulgencia no viene del corazón es hipocresía. – Abdu’l-Bahá, citado por J.E. Esslemont en Bahá’u’lláh y la Nueva Era.

¿No parece esto exactamente lo opuesto a nuestra cultura actual? En lugar de devolver odio por odio, o desdén y rechazo cuando el racismo asoma su fea cabeza, o ira y alienación en respuesta a la injusticia, las enseñanzas bahá’ís nos piden que respondamos con amistad y amorosa bondad cuando nos encontramos con la crueldad, la persecución y la maldad.

¿Pero cómo puede alguien cumplir con ese estándar? ¿Cómo podríamos encontrar a alguien que nos odiara y le amáramos inmediatamente a cambio?

Bahá’u’lláh, en su libro «Epístola al Hijo del Lobo«, escribió que este tipo de respuesta amorosa requiere una mentalidad y un alma completamente nuevas, una visión totalmente interiorizada del mundo que realmente vea a todas las personas como una sola. En ese sentido, solo podemos sentir empatía por nuestros enemigos cuando no tenemos enemigos, cuando cada persona solo ve a sus amigos y parientes, esforzándose por devolver amor en vez de odio:

Sois los frutos de un solo árbol y las hojas de una sola rama. Trataos unos a otros con extremo amor y armonía, con amistad y compañerismo. ¡Aquel que es el Sol de la Verdad es Mi testigo! Tan potente es la luz de la unidad que puede iluminar toda la tierra…

Esforzaos por alcanzar esta trascendente y muy sublime posición, que puede asegurar la protección y seguridad de toda la humanidad. Esta meta supera todas las demás metas, y esta aspiración es la soberana de todas las aspiraciones.

Si todos nosotros venimos de la misma familia – la familia humana – entonces desde una perspectiva no tenemos adversarios o enemigos reales. Solo tenemos hermanos y hermanas. Claro, las familias sanas a veces se pelean y no se llevan bien temporalmente, pero el amor que se tienen los unos a los otros los unifica en última instancia:

Sed padres amorosos para el huérfano, un refugio para los desamparados, un tesoro para los pobres y una curación para los enfermos. Sed los auxiliadores de toda víctima de la opresión, los protectores de los desfavorecidos. Pensad en todo momento en prestar algún servicio a todo miembro de la raza humana. No prestéis atención a la aversión y al rechazo, al desdén, la hostilidad, la injusticia: actuad del modo contrario. Sed sinceramente amables, no sólo en apariencia. ‘Abdu’l-Bahá, Selección de los escritos de ‘Abdu’l-Bahá.

Si esperamos establecer el amor y la unidad en el mundo, las enseñanzas bahá’ís dicen que primero tenemos que establecerlo en nosotros mismos. Cuando tratamos a los demás como nuestros enemigos, solo confirmamos y validamos su odio. Cuando tratamos a los demás como nuestros enemigos, simplemente continuamos el ciclo de odio, pasándolo de un corazón a otro. Cuando tratamos a los demás como nuestros enemigos, avivamos las llamas en lugar de extinguirlas. Pero cuando tratamos a los demás como amigos y familiares, automáticamente los invitamos a hacer lo mismo.

Así que sean valientes la próxima vez que se encuentren con la animosidad. Sean la primera persona que se niegue a continuar el ciclo. Respondan con amor.

Pruébenlo, se sorprenderán de los resultados. Aquellos que tienen odio en sus corazones esperan encontrar los mismos sentimientos en los corazones de los demás, y cuando no lo hacen, de repente ven que un curso de acción diferente es posible. En lugar de crear victimismo, devolver el amor por el odio crea fuerza y resiliencia. Cuando uno se niega a ser víctima de la animosidad o los prejuicios de otra persona, rechaza el papel restrictivo del victimismo y comienza el proceso creativo de construir el amor y la unidad.

Nadie caracterizaría esta reacción amorosa al odio como simple o fácil – de hecho, puede ser el ajuste más difícil que hayan tenido que hacer – pero el valor para hacerlo los llevará inevitablemente a ustedes y a los que los rodean a una vida más alegre y radiante.

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