Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Durante un momento de oración, me di cuenta de que tenía miedos profundos sobre mi autoestima. Años de condicionamiento social sobre lo que me hacía bella, exitosa y valiosa me habían afectado. Tenía miedo de no ser lo suficientemente buena o de fallar en la vida. Me costaba mucho confiar en la gente, y aunque quería tener éxito, me preocupaba que pudieran considerarme materialista si tuviera más de lo que necesitaba.
Entonces, me puse a examinar los miedos de mis antepasados, la esclavitud y opresión, y las expectativas culturales de mi familia y religión. Finalmente, este peso hizo que mi vida colapsara.
La tormenta perfecta me golpeó a los cuarenta años. En un período de dos años perdí millones de dólares, mi negocio, mi automóvil, mi hogar y mi matrimonio, junto con muchos amigos y relaciones importantes. Mi continuo sentimiento de culpa, vergüenza y confusión sobre mi autoestima me encadenaron a mis emociones y me mantuvieron cautiva en patrones recurrentes de falta, conflictos, inestabilidad y confusión. Y en medio de aquellas consecuencias, perdí de vista quién era.
Por lo tanto, mi búsqueda de la eterna «solución para componerme» comenzó, mientras buscaba un programa que me mostrara cómo sentirme digna. Probé seminarios y talleres, pero nada funcionó durante más de unos pocos meses, porque mis oraciones fueron secuestradas por la creencia de que Dios sólo me respondería si yo era perfecta, y, hasta que eso ocurriera, estaba sola.
Pero, en mi punto de quiebre, accidentalmente me hice la pregunta correcta: «¿Por qué estoy sufriendo?»
Y en el silencio, una voz dijo: «porque has olvidado quién eres».
Fue esto lo que impulsó mi viaje para poder aprender sobre el proceso diario de traer hacia mí un flujo divino. A través de este flujo, pude acceder a los poderes espirituales latentes dentro de mí, y una nueva versión de mí comenzó a emerger. Este pasaje de los escritos bahá’ís fue un catalizador de los primeros pasos en mi viaje:
Estas energías con las que el Sol de la divina generosidad y la Fuente de guía celestial ha dotado a la realidad del hombre yacen, sin embargo, latentes dentro de él, así como la llama está oculta dentro de la vela y los rayos de luz están presentes potencialmente en la lámpara. El resplandor de estas energías puede ser oscurecido por los deseos mundanos, así como la luz del sol puede ser oculta bajo el polvo y escoria que cubren el espejo. Ni la vela, ni la lámpara pueden encenderse por sus propios esfuerzos sin ayuda, ni tampoco le será jamás posible al espejo librarse por sí solo de su escoria. Es claro y evidente que la lámpara nunca se encenderá mientras no se le prenda fuego, y a menos que no se limpie de la superficie del espejo la escoria que la cubre, éste nunca podrá representar la imagen del sol ni reflejar su luz y gloria. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 34.
Quería que mis poderes latentes emergieran. Yo quería una varita mágica y me encontraba en una misión para encontrarla. Cada día, oré e invité a la presencia divina en mi vida, y apareció una ruta invisible frente a mí en forma de nuevos sentimientos y sentidos. Un sistema de guía interno comenzó a orientar todos los aspectos de mi vida. Cada vez que recitaba palabras espirituales, mi mundo interno y externo cambiaba.
Recitad los versículos de Dios cada mañana y atardecer. – Bahá’u’lláh, El Libro más Sagrado, pág. 73.
¡Oh Hijo del Ser! Pídete cuentas a ti mismo cada día antes de que seas llamado a rendirlas, pues la muerte te llegará sin aviso y habrás de responder por tus hechos. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, pág. 6.
Esta práctica diaria era el capullo donde recordaba quién era. Activó mi conciencia de los dos aspectos de mi ser, el físico y el espiritual, y los sentimientos que creó me recordaron que este mundo físico era donde mi alma estaba destinada a desplegar su poder. Sin este recordatorio, habría permanecido inconsciente del poder que realmente poseía.
Has de saber que el Reino es el mundo real y este lugar inferior es tan sólo su sombra extendida. Una sombra no tiene vida propia; su existencia es sólo una fantasía y nada más; no son sino imágenes reflejadas en el agua que al ojo aparecen como pinturas. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 134.
El momento de oración de mi práctica diaria era yo pidiendo ayuda …
La oración es la conversación espiritual esencial del alma con su Creador, directa y sin intermediación. Es el alimento espiritual que sostiene la vida del espíritu. Como el rocío de la mañana, trae frescura al corazón y lo limpia, purificándolo de los apegos del insistente yo. Es un fuego que quema los velos y una luz que conduce al océano de reunión con el Todopoderoso. En sus alas, el alma se eleva hacia el paraíso de Dios y se acerca a la realidad divina. De su calidad depende el desarrollo de las capacidades ilimitadas del alma y la atracción de las bondades de Dios. – De una carta de La Casa Universal de Justicia a los bahá’ís de Irán, (Traducción provisional).
… y la meditación era el divino poder de Dios alcanzándome.
A través de la facultad de meditación, el hombre alcanza la vida eterna; a través de él recibe el aliento del Espíritu Santo, el don del Espíritu se da en la reflexión y la meditación. Durante la meditación, el espíritu humano es informado y fortalecido; a través de ella, cosas de las cuales éste no tenía conocimiento, se revelan ante su vista. Por medio de ella, recibe inspiración divina; gracias a ella, recibe el alimento celestial. – Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 211.
La oración y la meditación alimentaron mi cuerpo espiritual. Estaba desarrollando ojos espirituales, e invitando a la paz interior, la creatividad, la conciencia e iluminación en mí misma. Y estaban llegando.
…pensad en un individuo dotado con dos clases de vista: cuando usa el poder de la visión interior, el poder de la visión exterior no ve. – Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 212.
Es un hecho axiomático que mientras se medita se está hablando con el propio espíritu. En tal estado mental, se hacen ciertas preguntas al espíritu y éste os contesta; la luz se abre paso y la realidad se manifiesta. – Ibid., pág. 211.
…el signo del intelecto es la contemplación, y el signo de la contemplación es el silencio, puesto que es imposible para una persona hacer dos cosas al mismo tiempo: no puede hablar y meditar a la vez. – Ibid., 211.
La oración diaria y la meditación también fueron un filtro para mis pensamientos. Estos fomentaron la gratitud, ayudaron a cambiar mis pensamientos negativos y a elevarlos, y finalmente ayudaron a mi mente a escuchar con mi alma.
Si el pensamiento humano aspira constantemente a las cosas celestiales, entonces se santifica; si, por el contrario, este pensamiento no está dirigido hacia lo alto sino concentrado en las cosas de este mundo, se irá haciendo cada vez más material hasta alcanzar un estado apenas mejor que el de un simple animal. – Ibid., pág. 21.
¡Oh Dios! Ya no estaré lleno de ansiedad, ni dejaré que las aflicciones me fatiguen, ni que me absorban las cosas desagradables de la vida. – Abdu’l-Bahá, Oraciones Bahá’ís, pág. 12.
Las enseñanzas bahá’ís dicen que todos nacemos nobles. Y al recordar esto, atraje energía y surgió en mí un nuevo tipo de fe. Cuando supe que era una gema divina, una chispa de una luz divina y una habitante magistralmente diseñada de un reino espiritual, mi experiencia de vida fue reestructurada.
Cuando el individuo permite que el espíritu, a través de su alma, ilumine su entendimiento, entonces abarca toda la Creación…- Ibid., pág. 126.
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