Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Una de las principales promesas de la revelación bahá’í – el establecimiento de una mancomunidad mundial, un sistema global de gobierno- se está desarrollando ahora silenciosamente en todo el planeta. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió:
Una nueva vida se agita, en esta época, dentro de todos los pueblos de la tierra; y sin embargo, nadie ha descubierto su causa ni comprendido su motivo.
¡Oh vosotros, hijos de los hombres! El propósito fundamental que anima a la Fe de Dios y su Religión es proteger los intereses de la raza humana, promover su unidad, y estimular el espíritu de amor y fraternidad entre los hombres.
El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida…
Mediante el poder de las palabras que Él ha pronunciado, toda la raza humana puede ser iluminada con la luz de la unidad…
Aquel quien es vuestro Señor, el Todo Misericordioso, atesora en su corazón el deseo de ver a toda la raza humana como una alma y un cuerpo.
Entonces, ¿cómo podría la prometida comunidad mundial de Bahá’u’lláh surgir?, y si lo hiciera, ¿cómo funcionaría?
Construyendo una comunidad mundial
La construcción de una comunidad mundial no es sólo una cuestión teórica. La humanidad ya ha intentado unificarse dos veces a nivel mundial, con la Liga de las Naciones después de la Primera Guerra Mundial y las Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en sus inicios ambas instituciones no poseían las características de elección democrática ni las capacidades soberanas de una verdadera mancomunidad mundial: para prevenir la guerra, aliviar la pobreza, establecer un sistema mundial de justicia y unificar naciones dispares en un todo orgánico.
En tiempos recientes se ha formado otra institución de gobierno verdaderamente global. En 1963, la comunidad mundial bahá’í, en la primera elección democrática internacional de la historia, formó la Casa Universal de Justicia. Ese cuerpo, único en los anales del autogobierno humano, ahora dirige y guía a millones de bahá’ís en todas las naciones. Lo hace no sólo por el consentimiento de los gobernados, sino porque Bahá’u’lláh lo ordenó:
A diferencia de cualquiera de las Manifestaciones de Dios que le precedieron, Bahá’u’lláh, el fundador de la fe bahá’í, estableció una Alianza con sus seguidores para dirigir y canalizar las fuerzas liberadas por Su Revelación, garantizando la continuidad de guía infalible después de Su muerte a través de instituciones a las que todos Sus seguidores deben acudir.
En Su testamento, Bahá’u’lláh designó a su hijo mayor, Abdu’l-Bahá, como Su sucesor, el intérprete autorizado de Sus escritos y el Centro de Su Alianza. En Su propio testamento Abdu’l-Bahá continuó el Convenio a través del Orden Administrativo ordenado en los Escritos de Bahá’u’lláh. Abdu’l-Bahá nombró como Sus sucesores gemelos a las instituciones de la Guardianía y la Casa Universal de Justicia. Nombró a su nieto mayor, Shoghi Effendi, Guardián de la Causa de Dios y exponente de la Palabra de Dios, mientras que dio a la Casa Universal de Justicia el papel de legislar sobre asuntos no revelados explícitamente en los Escritos de Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá o tratados por Shoghi Effendi. – La Casa Universal de Justicia, Mensajes de 1963 a 1986, [Traducción provisional].
Esta institución, por supuesto, limita su jurisdicción a los bahá’ís del mundo, pero también proporciona un modelo potencial para la humanidad en su conjunto, que aún no ha tenido la oportunidad de elegir su propio órgano de liderazgo mundial.
En su carta «La promesa de la paz mundial» dirigida a todas las personas en 1985, la Casa Universal de la Justicia ofreció humildemente a todas las personas este notable modelo de trabajo bahá’í, un gobierno mundial elegido democráticamente encargado de hacer del mundo un lugar más pacífico, verde y equitativo para todos los seres humanos:
Junto a la tendencia contraria a favor de la guerra y el engrandecimiento propio, contra la cual lucha incesantemente, el impulso hacia la unidad mundial es una de las características más dominantes y extendidas en la vida del planeta…
La experiencia de la comunidad bahá’í puede verse como un ejemplo de esta creciente unidad. Es una comunidad de unos tres o cuatro millones de personas provenientes de muchas naciones, culturas, clases y credos, que se dedican a múltiples actividades al servicio de las necesidades espirituales, sociales y económicas de los pueblos de muchas tierras. Es un solo organismo social que representa la diversidad de la familia humana, que dirige sus asuntos por medio de un sistema de principios consultivos comúnmente aceptados y que aprecia igualmente a todas las grandes corrientes de Guía divina a lo largo de la historia. Su existencia es otra prueba convincente de que la visión de su Fundador de un mundo unido es practicable, otra prueba de que la humanidad puede convivir como una sociedad global dispuesta a afrontar los desafíos que pueda implicar la llegada a su mayoría de edad. Si la experiencia bahá’í puede contribuir en cualquier medida a fortalecer la esperanza en la unidad de la humanidad, nos sentimos felices de ofrecerla como modelo para su estudio.
Los sociólogos, otros investigadores y académicos han estudiado el modelo bahá’í de gobierno mundial, pero un enfoque puramente académico puede pasar por alto uno de sus elementos centrales: el amor.
El elemento central de la unidad mundial: El amor
La revelación de Bahá’u’lláh, al igual que las enseñanzas de todas las grandes religiones del mundo, gira en torno al amor, el amor por los demás y el amor por el Creador. Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh y su sucesor designado, escribió:
Observas que el amor entre los bahá’ís es muy grande y que el amor es lo más importante. Así como el poder del amor ha sido desarrollado a tan alto grado entre los bahá’ís […], ocurre igual con todo lo demás, ya que el amor es la base de todas las cosas.
La esencia de la Enseñanza de Bahá’u’lláh es el amor omnímodo, pues el amor incluye todas las excelencias de la humanidad. Hace progresar a todas las almas. Confiere a todos, en herencia, la vida inmortal. Dentro de poco presenciarás que Sus celestiales Enseñanzas, la gloria misma de la realidad, iluminarán los cielos del mundo.
Este amor desinteresado hacia los demás, especialmente hacia aquellos que no conocemos en diferentes partes del mundo, forma la base esencial para una nueva política mundial. Reemplazando las viejas y limitadas formas de identificación étnica, política y patriótica por un sentido de unidad de la familia global de la humanidad, pide a cada persona que se relacione con sus primos humanos con amor, cuidado y compasión. Después de todo, somos parientes.
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