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Espiritualidad

Conversaciones con el Creador

From the BT Staff | Mar 19, 2023

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¿Se ha preguntado alguna vez por qué la gente ora? La oración y la meditación ocupan un lugar importante en todas las grandes religiones del mundo, pero ¿por qué? ¿Necesita Dios nuestras oraciones?

Si el Ser Supremo que nos creó es el «Todo Amor», el «Más Compasivo» y encarna tantas otras virtudes, ¿por qué necesitamos pedirle misericordia, o cualquier otra cosa? ¿No nos la ha dado ya?

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Los escritos bahá’ís ofrecen respuestas a estas preguntas cruciales.

Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, pidió a todos los bahá’ís que oraran diariamente, diciendo:

Aquel que no realiza buenas obras ni actos de adoración es como un árbol que no da fruto, y una acción que no deja rastro. Todo el que llegue a sentir el sagrado éxtasis de la adoración rehusará trocar ese acto o cualquier alabanza de Dios por todo lo que existe en el mundo.

En la Fe bahá’í, sin embargo, la adoración no se define simplemente como sentarse en silencio y estar en comunión con el Espíritu Santo; la adoración también incluye acciones, especialmente el trabajo realizado con espíritu de servicio a la humanidad. Bahá’u’lláh escribió:

A cada uno de vosotros se os ordena que os dediquéis a alguna forma de ocupación, como un oficio, un arte y otras similares. Nosotros hemos exaltado misericordiosamente vuestro trabajo al rango de la adoración a Dios, el Verdadero. Ponderad en vuestros corazones acerca de la clemencia y las bendiciones de Dios y dadle gracias al atardecer y al amanecer. No malgastéis vuestro tiempo en la ociosidad y la pereza. Ocupaos en aquello que sea beneficioso para vosotros y para los demás… Cuando alguien se dedica a un oficio o un arte, tal ocupación es considerada, a juicio de Dios, como un acto de adoración; y ello no es sino una prueba de Su infinita generosidad, que todo lo penetra.

Para los bahá’ís, adorar a Dios –ya sea leyendo y recitando una oración en silencio o trabajando para los demás con espíritu de servicio– nos proporciona una forma de conectar con el infinito, de comunicarnos con nuestro Creador, alabarlo y amarlo. Nos permite, como a todos los niños, expresar lo que sentimos por nuestro padre supremo. Como escribió Abdu’l-Bahá, hijo y sucesor de Bahá’u’lláh:

Para el amante no hay mayor placer que conversar con su amado y para el buscador no hay merced más grande que la intimidad con el objeto de su deseo. El mayor anhelo de toda alma atraída al Reino de Dios es hallar tiempo para volverse con entera devoción hacia su Bienamado, para buscar Su favor y Su bendición y sumergirse en el océano de la comunión, el ruego y la súplica. Más aún, la oración obligatoria y el ayuno despiertan y hacen consciente al ser humano y conducen a su protección y resguardo contra las pruebas.

Con la confirmación de nuestro Creador, podemos ser amables con nosotros mismos y también con los demás; podemos compartir estas bondades y bendiciones con quienes nos rodean y, a mayor escala, con el mundo.

La oración puede traer luz a nuestros corazones.

Abdu’l-Bahá dijo: «Cuando uno suplica a su Señor, se vuelve hacia Él y busca la generosidad de Su Océano, esta súplica trae luz a su corazón, iluminación a sus ojos, vida a su alma y exaltación a su ser» [Traducción provisional]. Esta luz proporciona una fuente de felicidad y esperanza, y puede guiarnos a través de tiempos oscuros en nuestras propias vidas y en la vida del mundo.

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Bahá’u’lláh escribió: «Dios es el que escucha y está dispuesto a responder». Estas palabras nos dicen que nuestras oraciones serán escuchadas y que nuestra llamada al Creador no quedará sin respuesta.

Así que, si alguna vez estás confundido sobre el propósito de la oración o tienes dudas sobre el propósito de orar, sólo recuerda que la oración y el servicio desinteresado te dan una forma de conectar con un poder mayor. Puedes tener una conversación encantadora con Dios y puedes hacerlo cuando quieras, donde quieras. Todo ser humano necesita ese tipo de conversación.

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