Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Recientemente, mientras buscaba en Google cierta información que necesitaba para un proyecto, me encontré inesperadamente con un artículo escrito por una amiga muy especial que no había visto en muchos, muchos años – y realmente me hizo viajar al pasado.
El artículo estaba titulado «Notas de un peregrino registradas después de las cenas nocturnas del amado Guardián, Shoghi Effendi 19-28 de abril de 1957 por Isobel Sabri de Kampala, Uganda». Esto me hizo parar y mirar fijamente la pantalla del computador mientras una repentina avalancha de recuerdos descendía sobre mí. Hace muchos años conocí a la autora, Isobel Sabri, quien ya ha fallecido. Leer sobre Isobel me transportó a un tiempo mítico en un lugar real particular.
Hace mucho tiempo, en África Oriental, declaré por primera vez mi creencia en Bahá’u’lláh en el amoroso hogar bahá’í de Isobel y Hassan Sabri.
Conocí a Isobel Sabri en Nairobi, Kenya, en 1975. En ese momento, yo recién había llegado a Kampala (Uganda) -el país que limita con Kenya- procedente de los Estados Unidos, uniéndome a otras ONG (organizaciones no gubernamentales) «constructoras de naciones» de 1970, durante la época idealista posterior a la independencia de las naciones africanas recién establecidas que salían de la colonización. En esos días floreció el optimismo, no solo con la política exterior de gobierno a gobierno y las ONG que prestaban ayuda a los «países en desarrollo», sino también entre jóvenes entusiastas de ambos sexos de ascendencia africana que «volvieron» a África con aptitudes y profesiones con las que podían contribuir al desarrollo y el progreso económico del continente. Yo era una de esas mujeres.
En la animada capital de Kampala, con sus numerosos proyectos de desarrollo educativo y económico, conocí a bahá’ís internacionales y locales, entre ellos George y Forough Olinga. En 1970, Forough Ehsani había venido de Irán para «ser pionera» en Uganda. En la Fe bahá’í, los pioneros se ofrecen como voluntarios para dejar sus hogares y viajar a otro lugar, a menudo otro país, con el propósito de servir a otros enseñando la Fe. Los pioneros bahá’ís no son misioneros, pagados por su religión para hacer proselitismo, sino que tratan de llevar el mensaje bahá’í a nuevos lugares a través del ejemplo de su carácter y sus acciones.
Uganda es un país sin litoral, a menudo llamado «el corazón de África» por su ubicación ecuatorial en la meseta de los milenios, que tiene espectaculares acantilados que se elevan desde las exuberantes y vastas sabanas del Gran Valle del Rift. Esta parte de África Oriental fue un lugar único para la temprana expansión de la Fe bahá’í.
En África, mi amiga Forough conoció y se casó con George Olinga, un ugandés, el hijo mayor de Enoch Olinga, una Mano de la Causa de Dios. Las Manos de la Causa de Dios, un selecto grupo designado de por vida como primeros bahá’ís distinguidos, propagaron y protegieron la Fe bahá’í a nivel internacional.
Apenas recuerdo cómo conocí a George y Forough, pero inmediatamente nos convertimos en espíritus afines – la gravitación era mutua en todas partes. Trabajamos para el Ministerio de Educación de Uganda como profesores de secundaria, y pasamos muchas vacaciones escolares viajando juntos. Ellos abrazaban la vida con un ilimitado entusiasmo, propósito y amor por la humanidad. Gracias a estar cerca de los Olingas y de los amigos bahá’ís de Uganda, y al observar su sinceridad y coraje, y escuchar sus emocionantes historias bahá’ís, me involucré en experiencias y creencias extremadamente nuevas y notables de las enseñanzas bahá’ís.
Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh, señaló cómo aquel respeto, amabilidad y dedicación ejemplifican esa clase de amor:
El beneplácito de Dios es amor por sus criaturas. La Voluntad y el Plan de Dios procuran que cada miembro de la humanidad llegue a iluminarse como una lámpara, radiante con todas las virtudes destinadas para la humanidad, que conduzca a su prójimo fuera de la oscuridad natural hacia la luz celestial. Allí descansa la virtud y gloria del mundo de la humanidad. – La promulgación a la paz universal.
Los Olingas y otros bahá’ís eran, en efecto, como lámparas luminosas que me atraían a la Fe bahá’í. Durante una tarde en Nairobi, Kenia, los tres almorzamos con Isobel en su cómoda y acogedora casa. Siendo una estadounidense, Isobel estaba decidida a ir y servir en África desde que era una joven californiana. Me sentí conmovida e inspirada por la calidez, vitalidad, alta resolución y gracia espiritual de Isobel, el tipo de espíritu con el que ya estaba familiarizada a través de la camaradería de la comunidad bahá’í de Uganda y el espíritu entusiasta de los Olingas en particular. Mientras Isobel charlaba sobre actividades para enseñar la revelación bahá’ís en Kenya, me pareció muy natural decirle: «¡Pero si ya soy bahá’í!».
Con objetivos muy diferentes a los de los constructores de naciones de los años 70, Isobel y su marido, Hassan Sabri, fueron a África Oriental durante los años 50. Trasplantaron toda su vida a África con aquella energía de movilización de pioneros bahá’ís, respondiendo con entusiasmo al llamamiento de Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í y nieto de Abdu’l-Bahá, para la Cruzada de los Diez Años (1953-1963), período que impulsó la expansión mundial de la Fe bahá’í. Durante ese período, los bahá’ís de Europa, Estados Unidos, Egipto e Irán fueron a África oriental como pioneros bahá’ís de primera generación, con un compromiso inquebrantable de alcanzar los objetivos de la Cruzada de los Diez Años.
Uganda se encuentra en medio del ecuador en la alta elevación de la inmensa meseta de África Oriental. Con las rápidas corrientes del río Nilo provenientes de los ríos que desembocan en el lago Victoria, a menudo se hace referencia a Uganda como la fuente del Nilo y la perla de África. Shoghi Effendi llamó a Uganda el «corazón espiritual de África». Después de que informé a Isobel de mi «estatus como bahá’í», ella decidió expertamente que podría firmar mi tarjeta de declaración bahá’í cuando volviera a casa en Uganda.
Isobel había pasado sus preciosas tardes en las charlas durante la cena con Shoghi Effendi como peregrina y su invitada en Tierra Santa muchos años antes de que yo fuera un invitada en su casa de Nairobi. Los bahá’ís ahora hacen su peregrinaje, el viaje autorizado a los sitios religiosos bahá’ís en Tierra Santa, como huéspedes de honor por invitación del consejo internacional de gobierno de la Fe bahá’í, la Casa Universal de Justicia. Independientemente del tiempo transcurrido, la lectura de las «Notas de Peregrino» de Isobel me ayudó a recordar los notables acontecimientos que tuvieron lugar en África Oriental con extraordinarios pioneros que habían formado parte de la histórica Cruzada de los Diez Años.
Por otra parte, es una experiencia única leer las efusivas palabras de Shoghi Effendi a lo largo de los escritos bahá’ís, pero es otra escucharlas relatadas por alguien que realmente escuchó la cadencia de su voz y que estuvo en su presencia cuando conversó con grupos de peregrinos bahá’ís en la Casa de Peregrinos de Haifa, o compartió su alegría por la excitante expansión de la Fe en todo el continente africano. Mientras Isobel relataba las actividades diarias de aquel peregrinaje y las cenas nocturnas con Shoghi Effendi y otros peregrinos occidentales, también reconocía las limitaciones de las notas de peregrinos y su lugar en la literatura bahá’í. Nos dejó claro que sus notas eran de memoria, y que no reflejaban exacta u oficialmente lo que el Guardián dijo durante esas memorables conversaciones. Con esta comprensión de las notas de peregrinos como una forma de » relatar recuerdos», podemos apreciar el contexto único de las notas de Isobel Sabri – y también apreciar los servicios heroicos, dedicados y desinteresados que los pioneros bahá’ís siguen prestando a las personas de todo el mundo.
En Memoria
Forough Ehsani Olinga
(1947-2020)
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