Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La tradición poderosamente ha dado forma a todas nuestras culturas durante tanto tiempo como han existido los seres humanos.
Las naciones, las comunidades, las familias y los individuos han dado preferencia a las prácticas, creencias y costumbres tradicionales transmitidas por las generaciones pasadas. Pero el férreo control de la tradición ha comenzado a aflojarse.
Por supuesto, todo el mundo ha experimentado un cambio social -y el cambio social siempre ha sucedido a lo largo de la historia, pero su ritmo se ha acelerado durante los últimos dos o tres siglos- y parece acelerarse cada día más.
Si la tradición no puede proporcionar respuestas y soluciones adecuadas para el mundo de hoy, entonces necesitamos una alternativa. Las enseñanzas de la Fe Bahá’í sugieren que nuestra capacidad innata de conocimiento y creatividad pueden empoderar a la humanidad para dirigir conscientemente el cambio cultural, guiándola hacia una visión divina de la plenitud y felicidad humanas.
Pero antes de llegar a ese estado es importante comprender las ventajas y desventajas de vivir simplemente por las tradiciones de nuestra propia gente. Una de sus mayores apelaciones es que funciona. Si una tradición fuera ineficaz, probablemente no habría sido transmitida de generación en generación. A través de un proceso inconsciente de ensayo y error, la tradición forma y moldea gradualmente las mentes de una población. La cruda realidad destruirá cualquier novedad en el comportamiento o las creencias que no se adapten a las necesidades de la gente. Si los resultados son favorables, entonces se solidifica gradualmente en forma de sentido común.
La tradición continúa, siempre y cuando funcione. Pero en algún momento, deja de funcionar. Un cambio en el ecosistema podría requerir nuevos métodos en la agricultura. La introducción de nuevas tecnologías podría requerir de capacidades y habilidades desconocidas por sus usuarios. La difusión de una nueva religión podría inculcar nuevos deseos y aspiraciones insatisfechas por las viejas formas de hacer las cosas. En tales casos, la continuación de una costumbre antigua podría ser imposible. Surgen nuevas formas de pensamiento y acción. Las nuevas tradiciones toman el lugar de las viejas.
Cada sociedad cambia. Las tradiciones siempre desaparecen y dan paso a otras nuevas. Pero una cultura sigue siendo tradicional siempre y cuando el alcance del cambio, en el lapso de una generación, sea relativamente estrecho. Sin embargo, en nuestro tiempo el ritmo del cambio se ha vuelto tan grande que las culturas alrededor de todo el mundo han llegado a un punto de crisis. Estas nuevas condiciones han cuestionado una amplia gama de tradiciones, y adicionalmente el prestigio de la tradición misma ha disminuido. Esta es la condición en la que ha estado toda la humanidad por lo menos durante los dos últimos siglos: industrialización, colonización, descolonización, globalización, ateísmo, fundamentalismo, sacudidas interminables y convulsión.
Karl Marx dijo una vez sobre los desafíos que enfrenta Europa:
“Todas las relaciones sociales tradicionales y consolidadas, con su cortejo de creencias y de ideas admitidas y veneradas, quedan rotas: las que las reemplazan caducan antes de haber podido cristalizar. Todo lo que era sólido y estable es destruido; todo lo que era sagrado es profanado, y los hombres se ven forzados a considerar sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas con desilusión.” – Karl Marx y Federico Engels, El Manifiesto Comunista, página 31.
Si el comportamiento y las creencias de nuestros ancestros ya no nos pueden guiar confiablemente, ni siquiera en un sentido general, entonces ¿qué principios y prácticas pueden guiarnos de forma segura como individuos y como comunidades?
Para ser breves, no podemos dejar que las generaciones pasadas piensen por nosotros. No podemos asumir que ellos puedan tener en cuenta todo lo que vemos hoy. Si seguimos sus pasos, debe ser con ojos abiertos y después de reflexionarlo lo suficiente. Y si no renovamos sus tradiciones, debemos confiar en nuestros poderes de creatividad y conocimiento dados por Dios para trazar conscientemente una nueva dirección. ‘Abdu’l-Bahá escribió a este respecto:
“Nos ha dado Dios ojos para que podamos mirar al mundo en derredor y echar mano de cuanto hará avanzar la civilización y las artes de la vida. Nos ha dispensado oídos para que podamos oír y aprovechar la sabiduría de los estudiosos y filósofos e incorporarla a su promoción y práctica. Se nos han conferido sentidos y facultades para dedicarlos al servicio y bien general, de modo que nosotros, que nos distinguimos sobre las demás formas de vida por la percepción y la razón, breguemos en todo tiempo y en todos los campos, sea la ocasión grande o menuda, ordinaria o extraordinaria, hasta que la humanidad toda se haya reunido a salvo dentro de la fortaleza inexpugnable del conocimiento. De continuo deberíamos establecer bases nuevas para la felicidad humana y promover instrumentos renovados con vistas a este fin.” – ‘Abdu’l-Bahá, El secreto de la civilización divina, página 15.
La capacidad de innovación es parte integral de la naturaleza humana, nos distingue de otras formas de vida en este planeta. En las enseñanzas bahá’ís, la verdadera religión es el sistema de conocimiento y acción espiritual que puede refinar de mejor forma ese poder latente.
En el segundo artículo de esta serie, exploraremos la pregunta: ¿Cómo puede la religión mejorar la evolución consciente de la cultura?
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo