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¿Qué podemos hacer ante la creciente amenaza nuclear?

Rodney Richards | Nov 25, 2022

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Rodney Richards | Nov 25, 2022

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La historia registrada de la humanidad abarca aproximadamente entre cinco y seis mil años, y nuestra prehistoria ha abarcado más de tres millones de años. Durante la mayor parte de ese tiempo hemos hecho la guerra. Ahora, ¿podemos dejar de hacerlo?

Lamentablemente, los períodos de paz anteriores solo han servido como anomalías relativamente breves entre períodos más largos de guerra, conquista y esclavitud. Por lo general, la paz es episódica y regional, a veces solo a nivel de pueblo o ciudad o en una pequeña zona de tierra. Mientras tanto, los países se invaden y defienden entre sí casi constantemente, en algún lugar del mundo al menos.

Hoy ese tipo de guerra agresiva entre Rusia y Ucrania ha sacudido al mundo, y debería hacerlo. Rusia, después de todo, es una potencia nuclear.

Existe una fuerza oculta, destructiva y letal

Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, escribió estas palabras poco antes de su fallecimiento en 1892:

Cosas extrañas y asombrosas existen en la tierra, pero están ocultas a las mentes y a la comprensión de los hombres. Estas cosas son capaces de cambiar toda la atmósfera de la tierra, y la contaminación con ellas resultaría letal.

Con la llegada de las armas nucleares, más de medio siglo después, y con el primer uso de las bombas atómicas en agosto de 1945, se inició la carrera para desarrollar más –y más– de estos terribles dispositivos catastróficos. Hoy en día nueve países (que sepamos) poseen esas armas de destrucción masiva, y varios más quieren tenerlas.

MAD: Destrucción Mutua Asegurada

Pero desde 1945 no se han utilizado armas nucleares en la guerra. En cambio, hemos confiado en la política oficial de «MAD» -Destrucción Mutua Asegurada- para la disuasión. Describe acertadamente el absurdo y la locura de crear armas que pueden producir una contaminación letal y destruir la raza humana. MAD significa que no importa quién inicie una guerra nuclear, todos sufrirán las consecuencias. Sin embargo, la MAD es solo una disuasión psicológica, con poca o ninguna influencia sobre los caprichos de los líderes desquiciados o ávidos de poder que no tienen en cuenta las consecuencias.

Hoy en día, existen más de 13.000 ojivas nucleares, en tierra, en submarinos nucleares bajo el océano, y quizás incluso en el espacio. Corea del Norte está probando sus sistemas de lanzamiento de misiles para armas nucleares mientras hablamos.

Los líderes políticos y militares y muchos otros creen que tener armas nucleares como una temible medida de represalia contra los ataques proporciona un elemento de disuasión para no ser atacado. Pero, ¿es así? ¿O el miedo a su uso, hoy mil veces más potente que las bombas utilizadas para arrasar dos ciudades japonesas en 1945, debería hacernos temer a todos una aniquilación tan terrible? Y si la tememos, ¿por qué no la hemos abolido?

Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, escribió en 1936:

Los sucesos impetuosos y violentos, que en los años recientes han llevado casi al derrumbamiento total a la estructura política y económica de la sociedad, son bastante numerosos y complejos como para intentar … llegar a una adecuada estimación de su carácter. Estas tribulaciones, por dolorosas que hayan sido, no parecen haber alcanzado su clímax ni haber desplegado toda la fuerza de su poder destructivo. El mundo entero, dondequiera y comoquiera que lo examinemos, nos ofrece el triste y lastimoso espectáculo de un organismo vasto, debilitado y moribundo que se ve desgarrado políticamente y estrangulado económicamente por fuerzas a las que ha dejado de controlar o comprender.

Tres años más tarde, los ejércitos de Adolfo Hitler invadieron la pacífica Polonia, iniciando una batalla mundial por el gobierno democrático sobre la dictadura. Se cometieron atrocidades con nuevas máquinas de matar. La propia supervivencia de todos los judíos, y de otros, estaba en peligro. Hoy, las divisiones políticas, la propaganda y la agresión, combinadas con una potencia de fuego incalculable, amenazan toda la vida pacífica de este planeta. La paz en la mayoría de los lugares puede ser la ausencia de una guerra abierta, pero la amenaza de la guerra pende sobre cada cabeza humana.

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¿Cómo podemos hacer que se detenga?

Individualmente, si el crimen no se paga, si se nos multa por nuestro mal comportamiento o se nos castiga, por lo general dejaremos de hacerlo. Políticamente, puede significar conseguir o perder votos para una determinada ideología. En el caso de las empresas, el balance suele dictar los comportamientos y el destino de los recursos. El gobierno tiene el trabajo más duro, proporcionando servicios sin ingresos directos porque los necesita una determinada población que no puede pagarlos. Sin embargo, miremos la educación, que aclamamos universalmente como una responsabilidad del Estado, independientemente de los ingresos personales. Los impuestos pagan servicios que no tienen beneficios en términos de dólares y céntimos, pero que son necesarios para el bienestar de la nación.

Todo esto demuestra que, como seres humanos, funcionamos principalmente sobre la base de recompensa/castigo, como escribió Bahá’u’lláh: “Lo que educa al mundo es la Justicia, puesto que está sostenida por dos pilares: la recompensa y el castigo. Estos dos pilares son la fuente de vida para el mundo”.

Este dictamen moral fundamental fluye a través de todas las estructuras humanas. Toda decisión racional sopesa los pros y los contras, no solo desde el punto de vista práctico, sino también moral. Entonces, ¿cómo recompensar la no proliferación y disuadir la adquisición de nuevas armas? Evidentemente, el brutal poder destructivo de las armas nucleares no impide que ciertos líderes confíen en ellas, ya sea como amenaza o como posible uso real, como se ha demostrado recientemente. Debemos detener su posible uso antes de que, demasiado tarde, se produzca una destrucción mutua asegurada. Ese tipo de desarme podría producirse si encontráramos la manera de promulgar una prohibición mundial de todas las armas nucleares disponibles en la actualidad, y de construir más.

Pero en la actualidad no existe ningún organismo ni grupo de líderes o naciones que tenga una influencia real sobre las nueve naciones que disponen de capacidad nuclear. La doctrina de la soberanía nacional se interpone en el camino, no solo del desarme, sino de la supervivencia de nuestra especie. Eso significa que para sobrevivir debemos crear un nuevo paradigma, promulgando un cambio sustancial en la actual estructura gubernamental del mundo. En el próximo ensayo de esta serie de dos partes, examinaremos cómo podría producirse ese cambio.

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