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Religión

¿Es el cristianismo la única religión verdadera?

Maya Bohnhoff | Abr 2, 2024

PARTE 2 IN SERIES Preguntas de un testigo de Jehova

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Maya Bohnhoff | Abr 2, 2024

PARTE 2 IN SERIES Preguntas de un testigo de Jehova

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Durante mis conversaciones online con mi amigo Epignosis, Testigo de Jehová, abordamos el tema de lo que la Biblia enseña sobre «otras» religiones remontándonos en el tiempo hasta Noé.

Epi afirmaba que en tiempos de Noé todas las demás religiones eran falsas. Esto me planteó muchas preguntas, así que se las hice.

¿Significa esto, pregunté, que cuando vino Abraham, la fe de Noé se volvió falsa? ¿O que cuando vino Cristo, Moisés se convirtió en un falso profeta? Creo que estarás de acuerdo en que no es así. ¿Por qué, entonces, Krishna y Buda se convertirían en falsos con la llegada de Cristo?

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Tú crees que la gente que vivía en la India también eran descendientes de Noé; ¿por qué Dios no los guiaría de la misma manera que guió a los otros descendientes de Noé?

Tú crees que Abraham era un Profeta de Dios. La Biblia nos dice (en Génesis) que Dios hizo un pacto con Isaac, el hijo de Abraham, que resultó en la aparición de Jesucristo. Tú aceptas esto. El Génesis también nos dice que Dios hizo un pacto con el primer hijo de Abraham, Ismael, para levantar un gran Príncipe de entre sus descendientes. ¿Por qué no aceptas al descendiente de Ismael, Muhammad, como este Príncipe/Profeta?

Epi luego hizo esta declaración «Cuando vino Jesús, incluso la religión judía fue dejada de lado. Solo existe el cristianismo».

Le respondí que Jesús dijo que no había venido a abolir (desechar) la Ley, sino a cumplirla. No rechazó a Moisés ni sus enseñanzas espirituales, sino que las reafirmó y renovó al tiempo que modificaba algunas formas sociales: el divorcio y la observancia del sábado, por ejemplo.

Jesús incluso citó el testimonio de Moisés (Deuteronomio 18:15) como prueba de su propia misión. En Mateo 22, confirmó repetidamente los dos mandamientos más importantes dados por Moisés: Amar a Dios y amar al prójimo como a uno mismo. Profetizó que, a su debido tiempo, surgiría otro Consejero («Paráclito» en griego) para recordar al mundo su palabra, dar testimonio de él y glorificarlo… igual que hizo Cristo con las enseñanzas de Moisés.

Esto es exactamente lo que Bahá’u’lláh ha hecho, repetidamente, declarando en una de sus tablas que fue Jesucristo quien «purificó al mundo» a través de sus enseñanzas y sacrificio.

Epi respondió: Realmente podrías decir que todas las religiones del mundo, excepto las que se mencionan en la Biblia, son falsas, imitaciones.

No, no podría, porque eso sería llamar mentiroso a Cristo. Él dice que Dios alimentará a todos sus hijos, no solo a los que vivan en el tiempo y lugar de la revelación de Jesús. Les dice a sus discípulos cómo distinguir a los falsos profetas de los verdaderos, algo que no haría si nunca tuvieran que ejercer ese juicio.

El Antiguo Testamento narra la historia de los profetas enviados al pueblo judío. Entre ellos figuran Abraham, José y Moisés, además de profetas menores como Ezequiel. Los libros hacen referencia a una serie de religiones dedicadas a diversos dioses regionales que generalmente se consideran falsas deidades creadas por el hombre, como el Becerro de Oro que los hebreos suplicaron a Moisés que erigiera en el desierto.

Hay una religión a la que se hace referencia en estos relatos que recibe un trato diferente: El Zoroastrismo. Como he señalado antes, durante su cautiverio en Babilonia, Dios dejó de hablar a los hebreos a través de sus propios profetas. En su lugar, les habló a través de los reyes zoroastrianos. Uno de ellos, Ciro, fue movido por Dios para dar el edicto de reconstruir el Templo de Jerusalén (Esdras capítulos 5 y 6). En Isaías 44:28, Dios dice de Ciro: «Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado».

En Isaías 45:1, el profeta declara: «Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha…» y profetiza el triunfo del reinado de este rey zoroastriano. El pasaje termina con Dios afirmando a Ciro que «yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre» (Isaías 45:3). Al hacer esto, también está demostrando que es el Dios de Ciro.

Dios no parece considerar la fe de Zoroastro como «otra» o falsa. Si así fuera, ¿hablaría de Ciro como Su «ungido» y Su «pastor»?

El decreto de Ciro de reconstruir el Templo de Jerusalén es el fundamento de las profecías temporales del Libro de Daniel, el primer profeta que se levantó entre los hebreos cautivos, que señala con exactitud el advenimiento de Jesucristo y del precursor de Bahá’u’lláh, el Báb. El propio Cristo profetizó la aparición de un mensajero divino que vendría después de él.

Le dije a Epi: párate a pensar un momento por qué crees que la Biblia es sagrada pero no, por ejemplo, el Bhagavad Gita. Si hubieras nacido en la India, habrías crecido creyendo que los Vedas, el Ramayana, el Bhagavad Gita y los Upanishads eran escrituras. Podrías argumentar que solo los profetas mencionados en esos libros son verdaderos y cualquier otro falso. Otros testigos de Jehová me han dicho, cuando he compartido con ellos las enseñanzas de Krishna, que eran como las de Cristo porque Krishna era una falsificación de Cristo. Pero Krishna llegó a la India varios miles de años antes de que Cristo apareciera en Israel. Si Krishna es falso, ¡Dios permitió que alguien atrajera a una gran cantidad de descendientes de Noé lejos de Moisés y de Cristo antes de que hubieran aparecido, usando Sus propias enseñanzas!

Esto es personal para mí; me enfrenté a esta idea antes de hacerme bahá’í, porque presentaba una contradicción. Creer que Krishna y Buda eran falsos ponía en tela de juicio la palabra de Cristo, porque Cristo dice, con voz de autoridad, que si un alma le pide pan a Dios, Dios no le dará una piedra, y si le pide pescado, Dios no le dará una serpiente.

«Pues si vosotros, siendo malos», dijo Cristo en Mateo 7, «sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?».

Tengo tres hijos. Incluso yo, una madre humana imperfecta, sé que es un error alimentar, vestir y educar a un hijo y dejar que el resto se valga por sí mismo, permitir que se dejen engañar por falsos guías en ausencia total de cualquier orientación por mi parte. Si yo hiciera esto, sería considerada una pésima madre incluso según los criterios humanos, por no hablar de los de Dios.

Esto es lo que Cristo nos dice de Dios: Nosotros, humanos imperfectos, sabemos que no debemos tratar así a nuestros hijos. ¿Cómo podemos imaginar que Dios lo haría?

La única conclusión posible para mí es que el Creador que Jesucristo reveló, ofrecería, por su propia palabra, el pan de vida a todo pueblo.

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Bahá’u’lláh escribió que «El principio de todas las cosas es el conocimiento de Dios…» Si esto es cierto, Él nos daría a todos nosotros, y no solo a un puñado, alguna forma de conocerle. Y, por supuesto, lo hizo. Después de afirmar que Dios está tan lejos de nuestras concepciones que no podemos captar esa Realidad, Bahá’u’lláh escribió que:

Sin embargo, como una muestra de Su misericordia y como una prueba de Su bondad, Él ha manifestado a los hombres los Soles de Su divina guía, los Símbolos de Su divina unidad y ha ordenado que el conocimiento de esos Seres santificados sea idéntico al conocimiento de Su propio Ser. Quienquiera que los reconozca, ha reconocido a Dios. Quienquiera que escuche su llamada, ha escuchado la Voz de Dios… Cada uno de ellos es el Camino de Dios que conecta este mundo con los dominios de lo alto y el Estandarte de Su Verdad para todos los que están en los reinos de la tierra y del cielo. Ellos son las Manifestaciones de Dios entre los hombres, las pruebas de Su Verdad, y los signos de Su gloria.

Así, Bahá’u’lláh afirma las palabras del apóstol Pablo de que Dios «desea que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad». Puesto que esto es así, podemos estar seguros de que el Dios amoroso de todos proporcionó el pan y el agua de vida, es decir, un camino para conocerle, a cada generación en cada parte del mundo.

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