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Religión

¿Deberíamos enseñar a nuestros hijos una sola religión, o todas ellas?

David Langness | Sep 21, 2019

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David Langness | Sep 21, 2019

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A pesar de la evidencia científica que muestra los efectos positivos de la religión en los niños, probablemente todos conocemos a niños y adultos que han experimentado las influencias negativas de una educación religiosa disfuncional.

El fanatismo, el fundamentalismo, la coerción y una interpretación demasiado literal de la religión pueden causar un enorme trauma emocional, mental y espiritual en los niños. Hoy escuchamos constantemente historias del abuso, tanto psicológico como físico, que ha victimizado a los niños en las iglesias y otros supuestos entornos religiosos. Incluso algunos clérigos, que anteriormente eran las personas más respetadas y confiables en muchas comunidades, han traicionado esa confianza con los niños puestos bajo su cuidado.

Entonces, ¿cómo pueden los padres criar a sus hijos con una educación espiritual y religiosa efectiva, y evitar la corrupción que se ha infiltrado en tantas denominaciones, sectas y entornos religiosos?

Las enseñanzas bahá’ís brindan una recomendación:

…es claro y evidente que todos los profetas son los Templos de la Causa de Dios, quienes han aparecido ataviados con diversas vestiduras. Si observas con ojo perspicaz, les verías habitando en el mismo tabernáculo, volando en el mismo cielo, sentados en el mismo trono, pronunciando las mismas palabras, proclamando la misma Fe. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, pág. 27.

…las divinas religiones de las santas Manifestaciones de Dios son en realidad una sola, aunque en nombre y nomenclatura difieran. El hombre debe ser amante de la luz, no importa de qué luminaria proceda. Debe ser amante de la rosa, no importa en qué suelo esté creciendo. Debe ser un buscador de la verdad, no importa de qué fuente provenga. Apego a la linterna no es amar la luz. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 165.

Entendemos lo que constituye la realidad de las religiones divinas. Si un cristiano deja de lado las formas tradicionales y la ciega imitación de ceremonias e investiga la realidad de los Evangelios, descubrirá que los principios fundamentales de las enseñanzas de Cristo fueron merced, amor, compañerismo, benevolencia, altruismo, el resplandor o brillantez de los dones divinos, la adquisición de los hálitos del Espíritu Santo y la unicidad de Dios. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 432.

Desde una perspectiva bahá’í, los niños deben comprender, desde el comienzo de sus vidas, los principios fundamentales y las virtudes de carácter que sustentan toda religión verdadera: «…merced, amor, compañerismo, benevolencia, altruismo, el resplandor o brillantez de los dones divinos, la adquisición de los hálitos del Espíritu Santo y la unicidad de Dios». Ellos tienen que saber, por el bien de sus propias decisiones como adulto y para que puedan relacionarse con gente con creencias tan variadas como lo haría un niño, que todas las grandes religiones del mundo tienen la verdad en ellas, y que, en última instancia, la verdad es una. Los bahá’ís intentan enseñar a sus hijos, en otras palabras, a amar la luz en lugar de enfocarse en la lámpara:

No hay verdad que pueda contradecir a otra. ¡La luz es buena en cualquier lámpara en que brille! ¡Una rosa es bella en cualquier jardín en que florezca! ¡Una estrella tiene el mismo esplendor si brilla en el Este o en el Oeste! ¡Estad libres de prejuicios, sólo así podréis amar al Sol de la Verdad en cualquier punto del horizonte en que se levante! Entonces comprenderéis que si la Luz Divina de la Verdad brilló en Jesucristo, también brilló en Moisés y en Buda. El buscador fervoroso llegará a esta verdad. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 159.

Este principio bahá’í —el reconocimiento de la luz divina de la verdad de todos los mensajeros de Dios— puede tener un impacto significativo cuando se les enseña a los niños:

Dios no deja a sus hijos sin consuelo; por el contrario, cuando la oscuridad del invierno los envuelve, Él les envía nuevamente sus Mensajeros, los Profetas, con una renovación de la bendita primavera. El Sol de la Verdad aparece una vez más en el horizonte del mundo, brillando ante los ojos de aquellos que duermen, despertándoles para que puedan contemplar la gloria de una nueva aurora. Entonces, el árbol de la humanidad vuelve a florecer, produciendo los frutos de rectitud para la curación de las naciones. Porque el ser humano ha sellado sus oídos a la Voz de la Verdad y cerrado sus ojos a la Sagrada Luz, olvidándose de la Ley de Dios; por ello, las tinieblas de la guerra y el tu – multo, la intranquilidad y la miseria, han desolado la tierra. Yo os suplico que procuréis traer a todos los hijos de Dios bajo los rayos del Sol de la Verdad, para que la oscuridad pueda disiparse con los penetrantes rayos de su gloria, y que el rigor y el frío d el invierno se derritan con el misericordioso calor de su radiante luz. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 38.

Cuando los niños comienzan a comprender que todas las religiones expresan la verdad, les libera de desarrollar una mentalidad excluyente, y de prejuicios religiosos, odios y divisiones de las generaciones anteriores. Con ese conocimiento de la revelación progresiva a través de la historia humana, pueden permanecer abiertos a la sabiduría y la comprensión de cada religión, y comprender y aceptar mejor a los seguidores de cada fe. Los niños también, a medida que su conocimiento y comprensión se profundicen con el tiempo, llegarán a comprender una explicación clara y racional de la proliferación de las religiones del mundo. Cuando los niños aprenden que todas las religiones son esencialmente una misma Fe, se les abre el corazón y la mente a una verdad mucho más grande y mística:

Toda la humanidad es como los niños de una escuela; y los Puntos de Amanecer de la Luz, las Fuentes de la revelación divina, son los maestros, maravillosos y sin igual. En la escuela de las realidades educan a estos hijos e hijas de acuerdo con las enseñanzas de Dios, y los crían en el regazo de la gracia, para que se desarrollen en todo sentido, exhiban los excelentes dones y bendiciones del Señor y reúnan las perfecciones humanas; para que progresen en todos los aspectos del empeño humano, ya sea exterior o interior, oculto o visible, material o espiritual, hasta que hagan de este mundo mortal un amplio espejo que refleje ese otro mundo que no perece. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 98.

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