Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
He aquí una pregunta humana que probablemente todos nos hemos hecho: ¿Es que Dios realmente me ama?
Si las cosas no van tan bien en nuestras vidas, o si no nos gustamos mucho por alguna razón, entonces puede ser fácil pensar de esta manera: «¿cómo puede Dios amarme cuando ni siquiera yo me amo?».
La vida no siempre es fácil y, a veces, podemos hacer malos juicios en el calor del momento. Esto puede hacer que nos sintamos culpables o arrepentidos, y aún peor, desesperanzados, como si hubiéramos echado todo a perder y por eso motivo Dios ya no gustará de nosotros, y mucho menos nos amará más.
Pero si leemos los escritos bahá’ís, podremos encontrar en ellos la seguridad de que Dios realmente nos ama a todos, a pesar de todas nuestras imperfecciones. Abdu’l-Bahá dijo:
“…que en la humanidad puede haber ignorantes: deben ser instruidos. Algunos están enfermos: deben ser tratados. Algunos son inmaduros: debe ayudárselas a lograr la madurez. En otros aspectos la humanidad está sumergida en el océano de la Merced divina. Dios es el Padre de todos. Él educa, provee y ama a todos; pues ellos son Sus siervos y Su creación”. – La Promulgación a la Paz Universal, p. 176.
Piénselo de esta manera, nos dice Abdu’l-Bahá, es como un artista que no puede evitar amar su propio arte, aunque quizás su arte no sea perfecto:
«Seguramente el Creador ama a Sus criaturas. Sería imposible encontrar un artista que no ame a su propia producción. ¿Habéis visto alguna vez a un hombre que no amara sus propias acciones? Ni siquiera cuando ellas son malas, él deja de amarlas. Por tanto, cuán ignorante es el pensamiento de que Dios creó al hombre, lo educó y lo nutrió, lo rodeó de bendiciones, hizo el sol y toda la existencia fenomenal para su beneficio, le confirió ternura y amabilidad, y luego no la amó». – Ibid, p. 276.
Abdu’l-Bahá agregó que no son solo los bahá’ís o los de otras religiones quienes Dios ama:
“…no importa a cuál religión pertenezca un hombre, incluso aunque sea ateo o materialista, no obstante ello, Dios lo nutre, le confiere Su bondad y derrama Su luz sobre él. ¿Cómo entonces podemos creer que Dios es iracundo y desamorado? ¿Cómo podemos siguiera imaginarlo cuando en realidad somos testigos de la bondad y merced de Dios en todos lados? A todo nuestro alrededor contemplamos manifestaciones del amor de Dios”. – Ibid, p. 276.
Los bahá’ís creen que todos debemos esforzarnos al máximo por emular el tipo de amor que todo lo abarca y que no juzga, ese tipo de amor que Dios muestra a todas sus criaturas. Incluso debemos tratar de considerar a todos, dicen las enseñanzas bahá’ís, como si fuesen una de nuestras relaciones queridas:
“Si, por tanto, Dios es amoroso, ¿qué debemos hacer? No tenemos otra cosa que hacer sino emularlo. Así como Dios ama a todos y es bondadoso con todos, de igual forma debemos realmente amar y ser bondadosos con todos. No debemos considerar malo a nadie ni digno de ser detestado ni a nadie como enemigo. Debemos amar a todos; debemos considerar a todos como parientes, pues todos son siervos de un solo Dios. Todos están bajo las instrucciones de un Educador. Debemos esforzarnos día y noche para que el amor y la amistad se incrementen, para que este lazo de unidad sea fortalecido, para que la alegría y la felicidad prevalezcan más y más, para que la humanidad se reúna en unidad y solidaridad bajo la sombra de Dios, para que la gente se vuelva hacia Dios por sustento, encontrando en Él la vida eterna. Así ellos serán confirmados en el Reino de Dios y vivirán eternamente mediante Su gracia y munificencia”. – Ibid, p. 276.
Puede que no sea fácil aceptar o comprender realmente algunos de estos conceptos espirituales. Como seres humanos, ciertamente somos capaces de amar a los demás, aunque el amor genuino y desinteresado tiende a ser más comúnmente restringido a nuestra familia inmediata o amigos cercanos. Las enseñanzas bahá’ís nos piden que consideremos a toda la humanidad de la misma manera: tratar a cada ser humano como parte de una familia, la familia humana.
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