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Espiritualidad

Cómo estar en paz antes de morir

Mahin Pouryaghma | Dic 26, 2023

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Mahin Pouryaghma | Dic 26, 2023

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Una vez más, estoy en paz. Creo que eso es lo que todos deseamos: tener una sensación de profunda paz interior, con nosotros mismos y con los demás y, en última instancia, con el mundo. Las enseñanzas bahá’ís dicen:

Que todo vuestro empeño sea para esto: llegar a ser la fuente de vida, inmortalidad, paz, consuelo y gozo para toda alma humana, ya os sea conocida o extraña, ya sea opuesta a vosotros o esté de vuestra parte. No consideréis la pureza o la impureza de su forma de ser; considerad la misericordia del Señor, que todo lo abarca, la luz de Cuya gracia ha envuelto la tierra entera y a todos los que habitan en ella, y en la plenitud de Cuya munificencia están inmersos tanto los sabios como los ignorantes. Extraño y amigo por igual están sentados a la mesa de Su favor. Al igual que el creyente, el negador que se aparta de Dios ahueca sus manos y bebe del mar de Sus dádivas al mismo tiempo.

Incumbe a los amados del Señor ser los signos y muestras de Su misericordia universal y las personificaciones de Su sobresaliente gracia. Que, como el sol, arrojen sus rayos sobre jardines y basurales por igual, y que dejen caer su lluvia, como las nubes de la primavera, sobre flores y espinas. Que busquen solo amor y fidelidad, que no sigan los caminos de la crueldad, que su conversación se limite a los secretos de la amistad y la paz.

Ese profundo pasaje de los escritos de Abdu’l-Bahá representa la esencia de lo que intento hacer cada día: crear una sensación de paz para mí y para los demás.

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Pero las dolencias físicas que tengo tienden a interponerse en mi camino a veces. Mi lucha en esta etapa final de mi vida es mi incontrolable presión arterial, que sube y baja. Intentar controlarla se ha convertido en una nueva profesión para mí, parece, y me mantiene ocupada.

Debido a esa condición lábil, he desarrollado el hábito cíclico de dormir casi todo el día o no dormir casi nada. No exagero: o duermo todo el día o no duermo nada.

Sin embargo, he descubierto que este sube y baja y dormir o no dormir en realidad me sienta bien. Con mi personalidad, que puede deberse a que crecí como hija única o a que viví soltera la mayor parte de mi vida, no parece importarme esa variabilidad extrema. Quizá haya un psicoterapeuta experto y paciente en el otro mundo que pueda resolverlo de una vez por todas cuando yo llegue. ¿Quién sabe?

En cuanto al cáncer, todavía no he experimentado mucho dolor, pero debido a la presencia de líquido en los pulmones, tengo un poco de dificultad cuando me tiendo en la cama o cuando subo o bajo de un auto, lo que me hace sentir la necesidad de hiperventilar. Cuando eso ocurre, me viene a la mente la imagen de un gran pez que respira fuera del agua, así es como me imagino durante la hiperventilación. No recuerdo haber visto un pez vivo respirando fuera del agua, pero mi imagen mental del pez coincide con mi propia hiperventilación. El impulso humano de respirar es probablemente nuestro instinto más básico, pero por suerte mi respiración de pez sigue siendo soportable, gracias a Dios.

La vida es buena.

Hoy he tenido que esperar un poco más a que la tensión me subiera lo suficiente para poder moverme y caminar, pero después de comer y beber he recuperado algo de energía. ¿La razón de mis prisas? Iba a dar una charla a los residentes de la residencia de ancianos, cosa que hago cada dos jueves. Con la ayuda de Dios, pude caminar 100 metros hasta la sala para mi presentación.

La charla de hoy fue la mejor experiencia que he tenido desde que empecé a dar estas presentaciones hace unos meses. La reacción de estas hermosas almas, su participación y respuesta, me dieron suficiente energía como para pensar que podría hablar un par de horas más y caminar una distancia mucho mayor.

La parte más divertida de mi presentación siempre son mis dibujos de la esencia del tema. Intento ilustrar mis charlas con mis propios garabatos, montados en un caballete que todos los asistentes puedan ver. Hoy, cuando terminé mi dibujo y la presentación que lo acompañaba, todos aplaudieron mi gran obra maestra. Una visitante dijo que mi obra era mejor que la de Picasso, y por supuesto estoy de acuerdo con ella. Le he dicho a mi joven ayudante que, cuando me vaya de este mundo físico, debería subastar todas mis obras, y todo el mundo ha estado de acuerdo, porque sin duda son únicas. Tengo que confesar que mis obras son ligeramente mejores que las de los niños de 3 o 4 años, y estoy taaaan orgullosa de mi superioridad. Bueno, todos tenemos que reírnos de los egos y burlarnos de nosotros mismos, ¿no?

Como muchos de nosotros, tengo la costumbre de hablar conmigo misma en mi mente, de repasar mentalmente lo que digo a mi público, ya sea en mi presentación o cuando ejercía oficialmente como terapeuta. No sé quién se beneficia más de mi trabajo, si esas personas o yo misma, y supongo que soy yo misma. Me hace feliz escuchar lo que digo y dibujo, porque normalmente intento acercar el corazón de la gente a Dios, lo que me hace acercarme yo también a Él.

Como ése es el propósito de nuestra vida en este mundo, después de mi presentación me siento ebria con el vino del amor del Todo Misericordioso, el Dios que escucha y responde a la oración. A quién le importa el dolor del cáncer, a quién le importa el nivel de mi presión sanguínea. Mi espíritu más íntimo está vivo, ¡y siempre lo estará!

En un discurso que dio en Eliot, Maine en 1912, Abdu’l-Bahá dijo:

… la vida del espíritu no está condicionada ni depende de la vida del cuerpo. Lo más que se puede decir es que le cuerpo es una mera vestidura del espíritu. Si la vestidura se destruyera, el que la usa no sufriría daño alguno, ya que siempre está protegido.

Hace unos días, cuando mi tensión estaba en su punto más bajo y tuve una experiencia cercana al desmayo, y estaba cayendo en un sueño profundo, pensaba que tal vez mi prenda física estaba muriendo en ese momento. Me di cuenta de lo maravillosa que debe ser la muerte para aquellas personas que se duermen en este mundo, solo para despertar en el otro mundo de paz, amor y luz absolutos.

Ojalá todos tengamos esa oportunidad.

Así que ahora mismo estoy emocionada, contenta y en paz, trabajando para seguir viviendo en el estado en que me encuentre, con la esperanza de poder afrontar mi inminente muerte con gracia y humildad. Alabado sea Dios, alabados sean Bahá’u’lláh y todos los profetas de Dios. ¡Soy feliz!

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