Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Desde tiempos inmemoriales, Dios ha establecido una alianza con Su creación. Los escritos de Bahá’u’lláh describen ese acuerdo esencial, que básicamente garantiza que el Creador nunca dejará de guiar a la humanidad mediante la aparición periódica de Sus manifestaciones divinamente ordenadas:
Reúnelos entonces, alrededor de esta Ley Divina, cuyo convenio Tú has establecido con todos tus Profetas y tus Mensajeros, y cuyas ordenanzas has prescrito en tus Tablas y Escrituras. Elévalos además, a alturas tales que les permitan percibir tu Llamado.
En sus escritos, Bahá’u’lláh explicó la distinción entre dos categorías de tales alianzas divinas relevantes para la educación de la humanidad.
En primer lugar, identificó la alianza eterna entre Dios y la humanidad, representada sobre todo en la historia religiosa registrada por la alianza de Dios con Abraham. Según este pacto, Dios nunca dejará a la humanidad sin la guía y la asistencia adecuadas en forma de estos emisarios divinos y el sustento espiritual que imparten, los nuevos conocimientos que revelan y las vidas ejemplares que viven.
La alianza mayor entre Dios y la humanidad
En los textos autorizados bahá’ís a veces se alude a esta alianza eterna como el «Plan Mayor de Dios» o como la » Más Grande Alianza». Estas frases descriptivas designan todo el proceso sistemático por el que Dios envía sucesivos profetas, mensajeros y manifestaciones para educar a la humanidad por grados, con el objetivo permanente de conformar una sociedad global dirigida según principios espirituales. O, dicho en los términos que empleó Cristo, el propósito del «Plan Mayor de Dios» es la construcción gradual del reino de Dios en la Tierra.
La humanidad desempeña un papel importante en este acuerdo o pacto: se espera que busquemos las manifestaciones siempre que aparezcan. Una vez que las hayamos descubierto y creamos en sus enseñanzas, estaremos obligados a acatar la guía que nos revelen, hasta que aparezca otra manifestación que continúe este programa continuo de avance humano.
El papel de la humanidad en cada nueva alianza
El segundo tipo de pacto es un acuerdo entre cada manifestación individual y los seguidores generados por la nueva revelación. El nuevo mensajero o manifestación nos asegura que sus enseñanzas nos iluminarán y guiarán hasta la aparición del emisario siguiente. El papel central de la humanidad en este pacto es que debemos mantener esas nuevas enseñanzas para nuestro crecimiento personal, comportamiento y refinamiento, y también ser fieles a cualquier instrucción que la manifestación proporcione para la promulgación y seguridad de la religión que establezca. En particular, este pacto requiere que sigamos cualquier sucesor o institución que la manifestación haya diseñado o designado para perdurar después de su muerte.
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El vínculo entre lo físico y lo metafísico
Estos dos tipos de alianzas establecen, pues, la base sistemática del vínculo o comunicación intermediaria entre el reino metafísico y el reino físico. También describen los medios por los que la humanidad puede establecer la etapa inicial de nuestra relación de amor íntima y duradera con un Ser que personalmente no hemos visto ni oído en ningún sentido físico directo. Así llegamos a comunicarnos con Dios y a «entrar efectivamente en su presencia» en virtud de nuestra alianza con Dios a través de sus manifestaciones y maestros.
Al aparecer periódicamente en la historia de la humanidad, las manifestaciones hacen avanzar por grados nuestra comprensión del Creador y facilitan el progreso de nuestra relación de amor con Él. De hecho, los escritos bahá’ís afirman que sin estos intermediarios, la brecha entre el Creador y nosotros no podría ser salvada, y nuestro propio avance individual y colectivo sería imposible, como escribió Abdu’l-Bahá:
En cuanto a las Santas Manifestaciones de Dios, son los puntos focales donde aparecen en todo su esplendor los signos, las señales y las perfecciones de aquella sagrada y preexistente Realidad. Son una gracia eterna, una gloria celestial, y de Ellos depende la vida sempiterna de la humanidad.
Así, pues, las manifestaciones de Dios no solo traen a la humanidad un nuevo mensaje espiritual, sino que actúan como los rayos del sol espiritual, dando vida, calor y sustento a toda la existencia.
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