Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hace menos de 200 años, Bahá’u’lláh, el fundador de la Fe bahá’í, trajo nuevas enseñanzas que no solo reformarían drásticamente las vidas individuales, sino que sentarían un precedente para la reorganización de la sociedad humana.
Durante el siglo pasado, la comunidad mundial bahá’í ha transformado diligentemente estas enseñanzas en acción en las vidas individuales, las familias y las comunidades. Desde entonces, y especialmente con el desarrollo de un marco para la transformación espiritual y social, hemos visto los frutos de lo que ofrecen estas enseñanzas, los inicios de una sociedad definida por la justicia, el amor y la unidad. Sin embargo, hay un tema que ha permanecido desconcertantemente difuso desde los primeros años de la fe: ¿Cómo sería una economía basada en valores espirituales?
Esta misma cuestión se me planteó por primera vez durante mis años universitarios de estudio de la economía. Parecía que en todo el mundo, el orden económico no funcionaba para la mayoría de nuestra familia humana, y que muchos se encontraban en un estado calamitoso e insostenible. Sin embargo, dentro del aula, la conversación no podía estar más alejada de la situación mundial actual, en la que una cuestión profundamente humana se había reducido a una ciencia simplificada y metódica. Cuando los modelos económicos y las fórmulas no podían responder a mi pregunta de cómo podemos reformar un sistema insostenible, empecé a recurrir a mi Fe en busca de una nueva perspectiva. Lo que encontré distaba mucho de lo que había aprendido a esperar en las aulas, sino que se basaba en principios espirituales y estaba vinculado a la acción individual.
Varias enseñanzas bahá’ís se refieren directamente a esta importante cuestión, principalmente el principio de una solución espiritual a los problemas económicos del mundo, que Abdu’l-Bahá esbozó brevemente en un discurso que ofreció en Boston, Massachusetts, en julio de 1912. Él explicó:
Los fundamentos de toda condición económica son divinos por naturaleza y están asociados con el mundo del corazón y del espíritu. Esto está completamente explicado en las enseñanzas bahá’ís y sin el conocimiento de sus principios no puede realizarse ninguna mejor del estado económico. Los bahá’ís producirán este adelanto y mejoramiento pero no a través de la sedición o apelando a la fuerza física, no a través de la guerra, sino del bienestar. Los corazones deben estar tan amalgamados, el amor debe volverse tan dominante que los ricos con mucho gusto extiendan su asistencia a los pobres y den los pasos necesarios para establecer permanentemente estos ajustes económicos… Por lo tanto, esforzaos por crear amor en los corazones para que sean radiantes y resplandecientes… Cuando el amor de Dios se haya establecido, todo lo demás será comprendido. Esta es la verdadera base de toda economía.
Posteriormente, la Casa Universal de Justicia, el órgano de administración de la Fe bahá’í elegido democráticamente, ha escrito «cualquier cambio duradero para mejor en los asuntos materiales [de la humanidad] requiere un cambio en su condición espiritual».
Una carta de 1931 escrita en nombre de Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, dijo:
La consideración primordial es el espíritu que tiene que impregnar nuestra vida económica y que gradualmente cristalizará en instituciones y principios definidos que ayudarán a lograr las condiciones ideales anunciadas por Bahá’u’lláh. [Traducción provisional].
Como resultado, a lo largo del último cuarto de siglo los bahá’ís han desarrollado programas de transformación espiritual y cambio social que han crecido y se han multiplicado en aldeas, pueblos y ciudades de todo el mundo. En marzo de 2017, algunos de estos programas habían crecido y avanzado hasta un punto que podía permitir el tipo de cristalización gradual de las instituciones económicas del área local. Por primera vez, la Casa Universal de Justicia abrió la puerta a la exploración de modelos de justicia económica y patrones de comportamiento económico de inspiración espiritual en esas comunidades. Su carta anunciando esta nueva frontera de la actividad bahá’í dice:
… el proceso de construcción de comunidad… está creando en todas partes el ambiente ideal para reunir conocimiento y experiencia, de manera gradual pero continua, sobre el propósito superior de la actividad económica… que esta exploración se convierta en una característica más marcada de la vida comunitaria, el pensamiento institucional y la acción individual en los años venideros.
Esta carta aconseja a los bahá’ís sobre cómo sentar una nueva base para construir una nueva economía mundial. No será el resultado de teorizar y postular, sino más bien a través de avanzar primero en la transformación espiritual y en la construcción de la comunidad a nivel de base, para luego dirigir nuestra atención a las actividades individuales de construcción de la economía.
Así pues, antes de poder cambiar nuestra economía, debemos cambiar nuestra forma de pensar y de relacionarnos, creando una visión de una economía basada en valores espirituales, enraizada en el servicio desinteresado a la humanidad y fundamentada en nuestras comunidades y en nuestras relaciones mutuas. En otras palabras:
El objetivo es aprender cómo participar en los asuntos materiales de la sociedad de una manera que sea consistente con los preceptos divinos, y cómo fomentar la prosperidad colectiva, de manera práctica, mediante la justicia y la generosidad, la colaboración y la asistencia mutua.
Este mensaje ha llegado a los bahá’ís del mundo en un momento especialmente potente; en todo el mundo, las deficiencias y las pautas autodestructivas del capitalismo global nunca han estado tan claras, mientras que los que lo reconocen siguen luchando por articular una alternativa. Además, nuestros sistemas políticos siguen incrustando el capitalismo de arriba abajo y se oponen firmemente a un cambio del statu quo. Depende de todos nosotros crear la solución desde la base, y la Casa Universal de Justicia prescribió exactamente ese camino de acción:
Especialmente … donde el proceso de construcción de comunidad está empezando a abarcar a un gran número de personas, las exhortaciones contenidas en los Escritos bahá’ís deben informar de manera creciente las relaciones económicas dentro de las familias, los barrios y las poblaciones. No contentos con cualesquiera que sean los valores prevalecientes en el orden existente que los rodea, los amigos de todas partes deberían considerar la aplicación de las enseñanzas a sus vidas y, aprovechando las oportunidades que sus circunstancias les ofrecen, hacer sus propias contribuciones individuales y colectivas a la justicia económica y al progreso social dondequiera que residan. Tales esfuerzos se añadirán al creciente cúmulo de conocimientos a este respecto.
Así pues, al igual que con todos los sistemas alternativos que los bahá’ís han avanzado, los esfuerzos deben ser a nivel de base y de comunidad, y progresar a través de la acción individual que lleva a la construcción de conocimiento colectivo. Esto propone una alternativa radical y esperanzadora a la creencia de que somos impotentes ante una economía que favorece la competencia y el egoísmo por encima de la cooperación y el servicio. Sugiere que tenemos un poder colectivo para transformar nuestra realidad económica, y que nuestra economía es un producto en constante evolución de nuestras acciones y decisiones. Por lo tanto, a nivel individual, la Casa Universal de Justicia señaló que el reto consiste en tomar nuestras decisiones económicas diarias en consonancia y coherencia con nuestros ideales espirituales:
Cada escogencia de un bahá’í ―como empleado o empleador, productor o consumidor, prestatario o prestamista, benefactor o beneficiario― deja una huella, y el deber moral de vivir una vida coherente exige que las decisiones económicas de uno estén en concordancia con ideales elevados, que la pureza de los propósitos de uno vayan acompañados de la pureza de sus acciones para lograr esos propósitos.
Por ello, los bahá’ís de todo el mundo se están replanteando sus acciones en relación con la economía y se preguntan: ¿cómo afectan mis decisiones a mi comunidad local y al planeta?, ¿cómo puedo servir mejor a los demás con mi trabajo y el uso de los recursos?
Aunque estas preguntas puedan parecer de gran alcance, muchos bahá’ís ya las están poniendo en práctica. En artículos anteriores de Bahaiteachings se ha descrito cómo algunos optan por realizar operaciones bancarias con instituciones socialmente conscientes, comprar localmente y de forma sostenible, o empoderar a sus empleados incorporándolos a la estructura de propiedad y de toma de decisiones. Estas son solo algunas de las posibles soluciones a las difíciles y apremiantes cuestiones que debemos plantearnos.
Esta nueva serie de artículos de Bahaiteachings explorará cómo responder a estas preguntas y encontrar formas nuevas e innovadoras de aplicar los principios espirituales a sus vidas económicas en la forma en que trabajan, gastan e invierten. Estas historias personales nos proporcionan esperanza e inspiración para nuestras propias vidas, y se suman a una creciente biblioteca de conocimientos que hace evolucionar la visión de una economía mejor.
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