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Muchos líderes estatales y nacionales dan discursos anuales de «Estado del Estado» o «Estado de la Unión» con la intención de informar sobre el progreso y establecer agendas económicas y políticas para el próximo año.
Esta tradición, que proviene de la antigua costumbre europea del “Discurso del trono” de un monarca, generalmente involucra a todas las ramas del gobierno que se reúnen en un lugar para escuchar a su líder dar un discurso que resume el estado de la unión en un reino particular o país. Después de todo, ninguna entidad nacional podría seguir existiendo sin unión.
Entonces, la próxima vez que escuche uno de estos discursos, preste atención a la palabra «unidad». Este tipo de discursos nacionales casi siempre invocan, elogian y piden el establecimiento de la unidad, pero la naturaleza polémica e hiper-partidista de la política a menudo opaca a la unidad, fomentando la desunión.
¿Estamos realmente trabajando para establecer la unidad? En la actualidad, muchos países sufren de hipopartidismo, astucia política, racismo institucionalizado, juegos de poder político, corrupción desenfrenada, gran disparidad económica y una mentalidad de «nosotros contra ellos». Esas condiciones, que son completamente opuestas a la unidad real, prevalecen porque nuestros métodos de gobierno y nuestra política partidista derrotan a la misma unión que se supone deben defender. Mientras tanto, los gobernados pagan el precio de estas divisiones y disputas.
La unidad puede aumentar la fuerza de una nación; sin embargo, las enseñanzas bahá’ís enfatizan en la importancia de trabajar por la unidad de toda la raza humana: «Tan potente es la luz de la unidad que puede iluminar a toda la tierra». – Bahá’u ’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh , pág. 141.
Imagina cuán fuerte y feliz podría ser una nación, o el mundo entero, si logramos un mayor sentido de unidad. El Estado de la Unión aborda generalmente temas relacionados el desempeño económico, promueve agendas políticas y el orgullo nacional. Pero si la unidad se convirtiera en un objetivo explícito, se podría iniciar un trabajo arduo e intencional para que la sociedad no se divida a causa de las diferentes ideologías políticas o líneas raciales. El discurso del Estado de la Unión podría abordar verdaderamente el estado de la unidad en el país y lo que se está haciendo para fortalecerla.
Por ejemplo: además de los indicadores económicos como el Producto Nacional Bruto (PNB), los informes y discursos sobre el Estado de la Unión podrían incluir medidas tales como el índice de Felicidad Nacional Bruta (PNB), que el Rey Jigme Singye Wangchuck de Bután comenzó a informar en 1972. Recientemente, ese han desarrollado diversos avances que requieren de la implementación de índices similares. Por ejemplo, el Índice canadiense de bienestar (CIW, por sus siglas en inglés) hace hincapié en nueve valores básicos de «calidad de vida»: justicia, diversidad, equidad, inclusión, salud, seguridad, seguridad económica, democracia y sostenibilidad. La Organización Intergubernamental para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) desarrolló el Índice Better Life y se han iniciado esfuerzos en los Estados Unidos para desarrollar un Índice de Felicidad Nacional Bruta. Indicadores similares ya se han implementado en Vermont y Maryland.
Si los discursos del Estado de la Unión realmente promovieran la unidad, entonces también podrían dar más énfasis sobre cómo desarrollamos las capacidades humanas y las potencialidades de los niños y jóvenes, lo que, por supuesto, comienza con la educación. Bahá’u’lláh escribió que deberíamos considerar a cada ser humano como «una mina, rica en gemas de valor inestimable. Solamente la educación puede hacerle revelar sus tesoros y permitir a la humanidad beneficiarse de éstos.» – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 136.
Rara vez escuchamos mucho sobre la educación en los discursos del Estado de la Unión; sin embargo, es necesario que los líderes visionarios le otorguen una prioridad mucho más alta. Los mensajes sobre el Estado de la Unión podrían informarnos sobre el progreso que se está logrando en el perfeccionamiento y desarrollo de nuestros sistemas educativos, y sobre cómo podrían contribuir mejor a pulir aquellas gemas y liberar los talentos latentes de todos en la sociedad, independientemente de su clase económica.
En un mensaje ideal sobre el Estado de la Unión, podríamos escuchar sobre el movimiento hacia una sociedad saludable y el progreso en la mejora de la salud física y mental, también. Podríamos aprender sobre los niveles y la dirección del trabajo voluntario, las actividades interreligiosas para servir a la humanidad, el apoyo a la unidad familiar, la rehabilitación de los reclusos y la accesibilidad a la guardería. Podríamos recibir informes sobre programas dirigidos a reducir los niveles de separación y divorcio, eliminar el abuso doméstico, erradicar la pobreza, reducir el crimen y la violencia con armas de fuego, eliminar la falta de vivienda y aplicar políticas y medidas prácticas destinadas a desmantelar el racismo sistémico y erradicar todas las formas de prejuicio. ¿Te imaginas un discurso sobre el Estado de la Unión que abarque esos temas importantes y el impacto que esto podría tener en la generación de la verdadera unidad?
Desde una perspectiva bahá’í, trabajar en ese sentido de unión requiere que implantemos el concepto de la unidad de la humanidad en nuestras mentes, corazones y almas. Esa conciencia de la unidad de la humanidad se basa en la consigna de «unidad en la diversidad«. Bahá’u’lláh declaró que: “La tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos” – Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh , pág. 250.
Los bahá’ís creen que:
La unidad, en su expresión bahá’í, contiene el concepto esencial de diversidad, distinguiéndola de la uniformidad. Es mediante al amor hacia todas las personas, y subordinando lealtades menores a los mejores intereses de la humanidad, como puede lograrse la unidad del mundo y como alcanzan su máxima plenitud las infinitas expresiones infinitas de la diversidad humana. – La Casa Universal de Justicia , a los bahá’ís del mundo, 18 de enero de 2019.
El Guardián de la Fe Bahá’í explicó que la unidad de la humanidad proclamada por Bahá’u’lláh:
… Requiere nada menos que la reconstrucción y la desmilitarización del conjunto del mundo civilizado, un mundo orgánicamente unificado en todos los aspectos esenciales de su existencia, maquinaria política, aspiraciones espirituales, comercio y finanzas, escritura e idioma, y con todo, infinito en la diversidad de las características nacionales de sus unidades federadas. – Shoghi Effendi, El Orden Mundial de Bahá’u’lláh, pág. 79.
En un mundo ideal, un discurso sobre el Estado de la Unión, sin importar el país que describa, informaría sobre el progreso realizado por los funcionarios electos y los jefes de estado para alcanzar la unidad real. En él, podríamos escuchar acerca de los pasos que se estén tomando para alcanzar lo que el Guardián de la Fe Bahá’í explica como el verdadero resultado de la unidad futura:
La enorme energía disipada y malgastada en la guerra, ya sea económica o política, será consagrada a tales fines como la extensión del alcance de las invenciones humanas y el desarrollo técnico, el aumento de la productividad humana, el extermino de las enfermedades, la extensión de la investigación científica, la elevación del nivel de la salud física, la agudización y refinamiento de la mente humana, la explotación de los recursos inusitados e insospechados del planeta, la prolongación de la vida humana, y el fomento de cualquier otro medio que pueda estimular la vida intelectual, moral y espiritual de toda la raza humana. – Shoghi Effendi citado por J.E. Esslemont en Bahá’u’lláh y la Nueva Era, pág. 235.
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