Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Uno de los regalos del nivel de existencia humano es nuestra consciencia, el saber; saber que podemos saber; y aun más, saber que no sabemos algunas cosas.
Un aspecto esencial de ese regalo es el libre albedrío. Si Dios es verdaderamente el Creador, Él nos ha dado, como una característica de nuestra existencia ontológica, la capacidad de elegir, entonces sencillamente no podemos tenerlo todo: la capacidad de elección, pero cuando tomamos una mala decisión, responsabilizarlo a Él.
Algunos asuntos están sujetos al libre albedrío del hombre, como realizar acciones justas o injustas, en otras palabras, la elección de realizar acciones buenas o malas. Es claro y evidente que la voluntad del hombre impacta en sus acciones. “…Es decir, elegir entre el bien y el mal corresponde al hombre”. – Contestación a algunas preguntas, p. 277.
¿Culpamos al nivel vegetal por la incapacidad del nivel mineral de crecer a través de la fotosíntesis? ¿Son culpables los animales por la incapacidad de la planta de recibir estímulo a través del conducto de los cinco sentidos? En el mismo sentido, ¿somo nosotros responsables por el hecho que los animales nunca han capaces de crear civilizaciones o enviar a un perro a la luna? ¿Por qué este consistente patrón de repente cambia con Dios en su relación con la humanidad, en particular cuando Él elige dar al hombre la capacidad de elección?
Sencillamente, no podemos tomar ambas posturas. No podemos decir que tenemos la capacidad de elegir y, luego, rechazar la responsabilidad de tener tal capacidad al decir: si tomamos una mala decisión, entonces Dios debe venir y corregirlo. Voltaire, en su libro Candide, dijo lo siguiente con respecto a esto: “Dios hizo al hombre a Su imagen y, el hombre, siendo un caballero, devolvió el favor.
Si bien Dios nos ha dado la capacidad de tomar decisiones, cuando nos desviamos demasiado, hasta el punto de poner en peligro nuestra supervivencia, él no nos da la espalda y dice: «Lo que necesitas amor con disciplina; así que tú no hiciste tu cama, ahora ¡duerme en ella! » En cambio, de época en época, Dios ha enviado a la humanidad mensajeros y profetas divinos que, en esencia, nos han salvado y nos han señalado el camino correcto, pero no sin alguna retribución, alguna consecuencia de nuestras malas elecciones. A través de estas manifestaciones de Dios, podemos alcanzar y entrar en sus dominios, y especular acerca de su realidad y la etapa de desarrollo en la que eventualmente entraremos cuando muramos.
Este es el regalo que nos ha otorgado Dios. Para cada nivel anterior de la creación este regalo ha sido negado. En cada nivel anterior de la creación, de acuerdo con ‘Abdu’l-Bahá, existe alguna forma de Espíritu que se transforma en amalgamas cada vez más completas dentro de cada nivel ontológico sucesivo a medida que uno asciende en la jerarquía, culminando en nuestra capacidad de pensamiento consciente y conocimiento.
No podemos tenerlo en ambos sentidos: ambos tienen habilidad y la capacidad de conciencia, de elección, mientras que al mismo tiempo esperan que Dios nos infunda una «glándula de gloria» incorporada que nos permite eludir por completo esta capacidad y sus características, y solo responden de acuerdo con una estructura de ADN precableada, libre de errores y predeterminada.
Excepto por Dios mismo, todos nos encontramos en distintas etapas de un proceso de evolución. La ciencia y la filosofía nos dice que solo hay dos procesos básicos que operan en el universo: entropía y entropía negativa. Entropía es el proceso de desintegración, de descomposición, de decadencia. La entropía negativa es un cambio en la dirección de organización más elevado y complejo, lo que activa la entidad en cuestión a tener el potencial de ganar más control sobre su ambiente y si existencia y, de este modo, realzando tanto la sobrevivencia con la viabilidad.
Esto significa que la estática es en realidad una mentira. ¡No existe un fenómeno tal fuera de los pensamientos delirantes y engañosos de los humanos! Ya sea progresamos o retrocedemos. Aquí tenemos poder de elección. El infierno es retroceso. El cielo es escoger y luego sentir, pensar y actuar sobre las marcas pasadas de nuestro propio crecimiento, desarrollo y progreso.
La insoportable alternativa, desesperación, depresión y sentir la angustia existencial brotando de nuestro retroceso, produce un estado patético, patológico y, finalmente, intolerable que solo puede ser aplacado a través del elixir divino, la palabra de Dios, en cualquiera de sus formas legítimas. No hay espacio para arrogancia espiritual, esto es el pensar que solo el camino que nosotros hemos encontrado más efectivo y de utilidad es para todos.
Esta es mi noción de lo que significa la búsqueda independiente de la verdad sin trabas, cada uno de nosotros debe usar su propio libre albedrío para descubrir la verdad de la vida y dirigir nuestra propia evolución.
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