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Espiritualidad

10 enseñanzas centrales de la Fe Bahá’í

David Langness | Jun 21, 2017

PARTE 1 IN SERIES Creencias bahá'ís básicas

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PARTE 1 IN SERIES Creencias bahá'ís básicas

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Ahora que ha leído alguna información básica sobre la vida de Bahá’u’lláh en los primeros ensayos en esta serie, hagamos un breve repaso de diez de las enseñanzas de Bahá’u’lláh. Estas enseñanzas bahá’ís han atraído a millones de personas alrededor del mundo, esperamos que usted se inspire también.

Este resumen conciso, por no decir completo o exhaustivo, proviene de una charla que ‘Abdu’l-Bahá ofreció en el Templo Bautista en Filadelfia, Pensilvania, en 1912:

Bahá’u’lláh ha surgido sobre el horizonte oriental. Él ha venido al mundo como la gloria del sol. Ha reflejado la realidad de la religión divina, ha disipado la oscuridad de las imitaciones, ha echado los fundamentos de nuevas enseñanzas y ha resucitado el mundo.

La primera enseñanza de Bahá’u’lláh es la investigación de la realidad. El hombre debe buscar la realidad por sí mismo, abandonando las imitaciones y la adhesión a meras formas hereditarias. Las naciones del mundo están siguiendo las imitaciones en lugar de la verdad, y mientras las imitaciones sean muchas y variadas las diferencias de credo producirán luchas y guerras. En tanto estas imitaciones permanezcan, es imposible la unidad del mundo de la humanidad. Por eso, debemos investigar la realidad para que mediante la luz se dispersen las nubes y la oscuridad. La realidad es una sola; no admite multiplicidad o división. Si las naciones del mundo investigaran la realidad, estarían de acuerdo y se unirían. Muchas gentes y sectas en Persia han buscado la realidad a través de la guía y enseñanza de Bahá’u’lláh. Se han unido y ahora viven en un estado de armonía y amor; entre ellos ya no existe el menor rastro de enemistad y contienda.

Los judíos estaban esperando la venida del Mesías, la esperaban con devoción de alma y corazón, pero debido a que estaban sumergidos en imitaciones no creyeron en Jesucristo cuando apareció. Finalmente se alzaron en Su contra, incluso hasta el extremo de perseguirlo y derramar Su sangre. Si hubiesen investigado la realidad, habrían aceptado a su Mesías prometido. Estas ciegas imitaciones y prejuicios hereditarios invariablemente se han convertido en rencor y odio y han colmado al mundo de oscuridad y de violencia bélica. Por consiguiente, debemos buscar la verdad fundamental para desembarazarnos de tales condiciones, y, luego, con rostros iluminados encontrar el sendero hacia el Reino de Dios.

La segunda enseñanza de Bahá’u’lláh concierne a la unidad de la humanidad. Todos son siervos de Dios y miembros de una sola familia humana. Dios los ha creado a todos, y todos son Sus hijos. Él cría, alimenta, provee y es bondadoso con todos. ¿Por qué debemos ser injustos y despiadados? Esta es la política de Dios cuyas luces han brillado en el mundo. Su sol derrama generosamente su esplendor sobre todos, sus nubes envían la lluvia sin distinción o favor, sus brisas refrescan a toda la tierra. Es evidente que la humanidad sin excepción está amparada bajo Su merced y protección. Algunos son imperfectos; deben ser perfeccionados. El ignorante debe ser educado, el enfermo, curado; el durmiente, despertado. El niño no debe ser censurado u oprimido por no estar desarrollado aún, debe ser pacientemente instruido. Los enfermos no deben ser descuidados porque sufren; no, más bien debemos tener compasión con ellos y proporcionarles la curación. En resumen, las viejas condiciones de animosidad, fanatismo y odio entre las religiones deben ser disipadas y las nuevas condiciones de amor, concordia y hermandad espiritual deben ser establecidas.

La tercera enseñanza de Bahá’u’lláh es que la religión debe ser una fuente de camaradería, la causa de unidad y del acercamiento del hombre a Dios. Si provoca odio y contienda, es evidente que su ausencia es preferible y que un hombre sin religión es preferible a aquel que la profesa. De acuerdo con la voluntad e intención divinas, la religión debería ser la causa de amor y armonía, un lazo para la unificación de toda la humanidad, porque ella es un mensaje de paz y buena voluntad de Dios para el hombre.

La cuarta enseñanza de Bahá’u’lláh es la armonía entre la religión y la ciencia. Dios ha dotado al hombre con inteligencia y raciocinio mediante los cuales se le pide determinar la verdad de las cuestiones y proposiciones. Si las creencias y opiniones religiosas son contrarias a las normas de la ciencia, son meras supersticiones e imaginaciones; pues la antítesis del conocimiento es la ignorancia y su hija es la superstición. Incuestionablemente debe haber acuerdo entre la verdadera religión y la ciencia. Si una cuestión es contraria a la razón, la fe y creencia en ella son imposibles y no hay otra salida que la incertidumbre y la vacilación.

Bahá’u’lláh también enseñó que los prejuicios, sean religiosos, raciales, nacionalistas o políticos, destruyen las bases del desarrollo humano. Los prejuicios de toda clase son los destructores de la felicidad y bienestar humanos. Hasta que no sean disipados el avance del mundo de la humanidad no será posible. Los prejuicios raciales, religiosos y nacionales pueden observarse en todas partes. Por miles de años el mundo de la humanidad ha estado agitado y alterado por los prejuicios. Y éstos continuarán en tanto prevalezcan la guerra, la animosidad y el odio. Por consiguiente, si buscamos establecer la paz, debemos dejar de lado este obstáculo; pues de otro modo el acuerdo y la tranquilidad no se obtendrán.

Sexto: Bahá’u’lláh estableció principios de guía y enseñanzas para el reajuste económico. Reveló las regulaciones que aseguran el bienestar de la mancomunidad. Así como el rico disfruta de su vida rodeado de comodidades y lujos, el pobre de igual modo debe tener un hogar y debe ser provisto con el sustento y las comodidades proporcionales a sus necesidades. Este reajuste de la economía social es de la mayor importancia puesto que asegura la estabilidad del mundo de la humanidad; y hasta que no sea efectivizado, la felicidad y prosperidad son imposibles.

Séptimo: Bahá’u’lláh enseñó que debe ser reconocida y adoptada una norma equitativa de derechos humanos. En la estima de Dios todos los hombres son iguales; no existe distinción o preferencia por ninguna alma en el dominio de su justicia y equidad.

Octavo: la educación es esencial y todas las normas de instrucción y enseñanza a través del mundo de la humanidad deben ponerse de acuerdo y concordar; debería establecerse un plan universal de estudios y la base de la ética debería ser la misma.

Noveno: debería adoptarse un idioma universal que será enseñado en todas las escuelas e instituciones del mundo. Un comité nombrado por los cuerpos nacionales del saber seleccionará un idioma apropiado para usarse como medio de comunicación internacional; todos deberían aprenderlo. Este es uno de los grandes factores de la unificación del hombre.

Décimo: Bahá’u’lláh enfatizó y estableció la igualdad del hombre y la mujer. El sexo no es una particularidad de la humanidad; existe a través de los reinos animales, pero sin distinción o preferencia. En el reino vegetal existe completa igualdad entre el macho y la hembra de las especies. De igual forma en el plano animal existe la igualdad; todos están bajo la protección de Dios. ¿Es correcto que el hombre, la más noble de las criaturas, observe e insista en tal distinción? La falta de progreso y habilidad de la mujer se debe a la necesidad de igualdad de educación y oportunidad. Si se le hubiese concedido esta igualdad, no cabe duda de que sería la contraparte del hombre en habilidad y capacidad. La felicidad de la humanidad se concretará cuando las mujeres y los hombres se coordinen y avancen igualitariamente, pues cada uno es el complemento y el asistente del otro.

‘Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal, páginas 188-190

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