Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las personas religiosas y de mentalidad espiritual comúnmente denuncian el corrosivo ascenso del materialismo. Los escritos bahá’ís censuran repetidamente el surgimiento del materialismo como un grave mal en nuestra sociedad, describiéndolo como:
… desenfrenado y canceroso… socavando el tejido de la sociedad humana por igual en Oriente y Occidente, devorando los elementos vitales de los pueblos y razas en conflicto que habitan los continentes americano, europeo y asiático. – Shoghi Effendi al Congreso Intercontinental Africano de 1953, Mensajes al mundo bahá’í: 1950–1957, p. 136)
El materialismo tiene muchas caras, comúnmente lo entendemos como la sobrevaloración y sobre adquisición de posesiones materiales o riqueza por encima de los valores humanos como el amor, la bondad y la misericordia, pero desde un punto de vista filosófico, el materialismo representa una reducción de humanidad y de todas las cosas por la operación casual de la materia siguiendo leyes físicas sin sentido:
Los filósofos materialistas de Occidente declaran que el hombre pertenece al reino animal, en tanto los del Oriente, – tales como Platón, Aristóteles y los persas – dividen al mundo de la existencia o fenómenos de la vida en dos categorías generales o reinos: uno el reino animal o mundo de la naturaleza y el otro el reino humano o mundo de la razón. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 354.
El surgimiento del materialismo a menudo está vinculado y atribuido a la creciente autoridad del pensamiento científico racional. Sin embargo, un estudio más cuidadoso muestra que una cosmovisión tan materialista no necesariamente viene como consecuencia de ese pensamiento científico. Aunque la ciencia basa sus hallazgos en hechos materiales objetivos y comprobables, la visión materialista no es necesariamente un hecho; el idealismo, de hecho, sigue siendo una descripción creciente y convincente de la naturaleza. La premisa central del idealismo: que la existencia material está basada en la mente o en abstracciones no físicas, es contraria a la visión materialista. La expresión más clara y popular en Occidente se origina con la filosofía griega antigua, en particular la Teoría de las formas de Platón.
Sin embargo, en realidad, el papel del materialismo religioso podría culpar con mucha más razón al surgimiento del materialismo filosófico y social. Su papel en este proceso se basa en la aparente división entre la ciencia y la religión que se manifestó más claramente a fines del siglo XIX. Durante ese tiempo, la nueva teoría de la evolución y los avances en las ciencias geológicas arrojan profundas dudas sobre los entendimientos literales previos, comúnmente aceptados, del relato bíblico de la creación, particularmente la edad de la Tierra y el origen de los seres humanos.
En la teología religiosa, la premisa materialista se basa en la insistencia de la fisicalidad o materialidad de las cosas que existen propiamente como realidades metafísicas o espirituales.
Por ejemplo: la religión materialista trata las ideas conceptuales, metafísicas y abstractas como el cielo, el infierno, los ángeles, la resurrección y la narración de la creación como hechos físicos, en lugar de verlos como evidentemente metafísicos, simbólicos, espirituales o idealistas. La insistencia de las religiones dominantes en la comprensión materialista de estas ideas hizo de esta creencia una premisa completamente insostenible para los pensadores científicos racionales. Por lo tanto, el rechazo del idealismo tanto en el pensamiento religioso como en el científico separó a la fe de la ciencia y convirtió la reconciliación entre los dos en una imposibilidad absoluta.
Esta visión literal y materialista de la religión ahora ocurre comúnmente en todas las religiones abrahámicas. En el cristianismo toma la forma de la insistencia de que el cielo al que Cristo ascendió eran los cielos físicos; o que los ángeles son criaturas vivientes que vuelan en el mundo físico; o que la vista, el oído, la muerte, la vida y la tumba utilizados como metáforas en las escrituras de hecho representan cosas físicas comunes. Hoy podríamos llamar a este enfoque literal de la religión como fundamentalista, porque insiste en la interpretación física más fundamental de las Escrituras.
En el Islam se desarrolló una tendencia similar, de tal manera que el paraíso y el infierno, el día del juicio y la resurrección llegaron a entenderse en términos totalmente literales. De ese modo, el paraíso representaba el simple aplazamiento de los placeres físicos hasta llegar al más allá, donde todas las lujurias serían satisfechas. Tal punto de vista no pasó sin críticas. Por ejemplo, el famoso poeta y matemático persa Omar Khayyam en El Rubaiyat observó la bancarrota moral de evitar estas lujurias para simplemente consentirlas en una vida futura imaginada.
Sin embargo, no se necesita mucha percepción para comprender estas metáforas y alegorías en las Escrituras. Por ejemplo, en el cristianismo, cualquier lectura significativa de las cartas de los Apóstoles o incluso la forma como se emplearon estos términos en los Evangelios deja en claro que el cielo del que Cristo habló no era el cielo físico sobre nuestras cabezas, y que los cuerpos que resucitarían no son los cuerpos materiales de «carne y hueso», como dijo Pablo claramente.
En la obra seminal de Bahá’u’lláh «El libro de la certeza», él delineó y aclaró los significados metafóricos de estos términos incomprendidos, como «sol», «luna», «nubes», «cielo» y «estrellas» de las sagradas escrituras abrahámicas. Interpretó y explicó muchos versículos, como este conocido pasaje bíblico de los Evangelios:
Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y los poderes de los cielos serán sacudidos … – Mateo 24:29.
Instando a todos a ver más allá de lo literal, lo material y lo físico, Bahá’u’lláh escribió:
…los términos “sol” y “luna”, mencionados en las escrituras de los Profetas de Dios, no sólo significan el sol y la luna del universo visible. Más aún, son múltiples los significados que han querido asignar a estos términos. En cada caso les han dado una significación particular En cada caso les han dado una significación particular. Así, en un sentido, “sol” significa cada uno de los Soles de la Verdad que aparecen en la aurora de antigua gloria y llenan el mundo con una generosa efusión de gracia procedente de lo alto. Estos Soles de la Verdad son las Manifestaciones universales de Dios en los mundos de Sus atributos y nombres; así como el sol visible que, por decreto de Dios, el Verdadero, el Adorado, toma parte en el desarrollo de todas las cosas terrenales: los árboles, las frutas y sus colores, los minerales de la tierra, y todo lo que puede presenciarse en el mundo de la creación, así también las Lumbreras divinas, con su cuidado amoroso e influencia educativa, hacen que existan y se manifiesten los árboles de la unidad divina, los frutos de Su unicidad, las hojas del desprendimiento, las flores del conocimiento y la certeza, y los arrayanes de la sabiduría y prolación. – El libro de la certeza, pág. 27.
Esta insistencia religiosa en las interpretaciones literales y físicas de las escrituras en lugar de una interpretación idealista o espiritual clara, tuvo como consecuencia que el pensamiento religioso se considere como un sinsentido supersticioso. Irónicamente, el rechazo natural del materialismo religioso a menudo condujo a la adopción del materialismo filosófico. El clero religioso, eruditos e intelectuales que deberían haber defendido el idealismo como el núcleo de las creencias religiosas, en cambio, insistieron en una comprensión materialista sin sentido de sus escrituras. Esta muerte del idealismo en la religión realmente significó la muerte de las antiguas religiones mismas. Su renacimiento solo puede realizarse cuando la religión se libra de estos dogmas materialistas y devuelve el idealismo a su lugar apropiado en el pensamiento religioso.
Abdu’l-Bahá, el hijo e intérprete designado de las enseñanzas de Bahá’u’lláh, observó hace más de un siglo:
Poned todas vuestras creencias en armonía con la ciencia; no puede existir contradicción, pues la verdad es una. Cuando la religión, libre de supersticiones, tradiciones y dogmas ininteligibles muestre su conformidad con la ciencia, se sentirá en el mundo una gran fuerza unificadora y purificadora que limpiará de la tierra las guerras, desacuerdos, discordias y luchas, y entonces la humanidad será unificada por el poder del Amor de Dios. – La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 179.
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