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El Príncipe de la Paz: Porque un niño nos ha nacido

Eileen Maddocks | Mar 31, 2022

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Eileen Maddocks | Mar 31, 2022

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El profeta Isaías aconsejaba y castigaba a los reyes, a los sacerdotes y al pueblo por sus pecados, y daba profecías aparentemente sencillas que incluían complejas y profundas perplejidades teológicas.

Consideremos, por ejemplo, la que puede ser la profecía más conocida de Isaías: » Para nosotros ha nacido un niño» (Isaías 9:6). Esa famosa frase introduce uno de los pasajes más citados de Isaías, conmemorado en la obra maestra del oratorio de George Frederick Handel, El Mesías.

Muchos cristianos han creído tradicionalmente que Jesús era ese niño, y que las profecías asociadas al niño se cumplieron con él. Sin embargo, solo recientemente en la historia religiosa, con el beneficio de la retrospectiva, se hizo evidente que Isaías 9:6-7 se cumpliría principalmente por la dispensación bahá’í.

En el versículo 9 del Libro de Isaías, su profecía prometía que un futuro eventual disiparía la penumbra actual, porque entonces Dios «… honrará la Galilea de las naciones, por el camino del mar, más allá del Jordán». La guerra ya no existirá, porque «Toda bota de guerrero usada en la batalla y toda prenda revolcada en sangre serán destinadas a la hoguera, serán combustible para el fuego».

¿Cómo puede suceder esto? Isaías dijo:

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de su soberanía y de la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto.

Esta promesa de paz universal y duradera nos lleva al interesante concepto de cumplimiento parcial y cumplimiento mayor de la profecía bíblica.

Los versos de Isaías 9:6-7 se cumplieron parcialmente a través de Jesús, que era un descendiente de David y se sentó en el trono espiritual de David. Abdu’l-Bahá dijo en un discurso dado en los Estados Unidos en 1912:

Estaba sentado en el trono de David, pero su soberanía no era napoleónica ni el domino efímero del faraón. El Reino de Cristo era sempiterno, eterno en el cielo de la Voluntad divina.

Es importante destacar que Jesús negó cualquier pretensión de autoridad temporal en Juan 18:36 cuando dijo: «Mi reino no es de este mundo». Su nombre no era «el Padre eterno», sino que se refería a sí mismo como el Hijo. En lugar de ser conocido como «Consejero», Jesús fue llamado a menudo Rabí, o maestro. Jesús no afirmó ser el «Príncipe de la Paz», sino que dijo en Mateo 10:34: «No penséis que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer la paz, sino la espada».

Jesús tampoco asumió nunca la carga del gobierno, sino que respondió a las preguntas sobre el gobierno romano con la respuesta: «Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios».

Bahá’u’lláh representa un mayor cumplimiento de los dos versos anteriores por muchas razones. Abdu’l-Bahá se refirió a Isaías 9:7 y al Señor de los Ejércitos cuando escribió sobre la llegada de Bahá’u’lláh a la prisión de Akka:

Cuando Bahá’u’lláh llegó a esta prisión en Tierra Santa, las almas con discernimiento se despertaron al hecho de que las profecías que Dios había expresado a través de la lengua de Sus Profetas dos o tres mil años antes se habían realizado y que Sus promesas se habían cumplido, pues Él había revelado a ciertos profetas y anunciado a Tierra Santa que el Señor de los Ejércitos se manifestaría en ella. [Traducción provisional de Oriana Vento]

Bahá’u’lláh escribió al Papa Pío IX, tocando primero las misiones de Juan el Bautista y Jesús, y centrándose después en estos días de limpieza con el agua de la vida a manos de la amorosa providencia de Dios. En esa tabla, Bahá’u’lláh se identificaba como el Padre y el Consolador: 

Enviamos a uno llamado Juan a bautizaros con agua para que vuestros cuerpos fueran limpiados para la aparición del Mesías. Él, a su vez, os purificó con el fuego del amor y el agua del espíritu en previsión de estos Días en que el Todomisericordioso ha deseado limpiaros con el agua de vida a manos de Su amorosa providencia. Éste es el Padre predicho por Isaías y el Consolador respecto de Quien el Espíritu pactó con vosotros. Abrid los ojos, oh concurso de obispos, para que veáis a vuestro Señor sentado en el Trono de poder y gloria.

Además, Abdu’l-Bahá se refirió a Bahá’u’lláh como el Príncipe de la Paz cuando escribió sobre la eventualidad e inevitabilidad de la paz universal en la era bahá’í:

Ha salido el Sol de la Verdad en el horizonte de este mundo y ha vertido sus rayos de guía. La gracia eterna nunca se interrumpe, y un fruto de esa gracia sempiterna es la paz universal. Ten la seguridad de que en esta era del espíritu, el Reino de la Paz erigirá su tabernáculo sobre las cumbres del mundo, y los mandamientos del Príncipe de la Paz dominarán de tal modo las arterias y los nervios de todos los pueblos, que atraerán hacia Su sombra protectora a todas las naciones de la tierra.

La misión de Bahá’u’lláh, traer la paz y la unidad al mundo entero, fue profetizada por Isaías 25 siglos antes de que comenzara.

Eileen Maddocks es autora de la trilogía The Coming of the Glory: How the Hebrew Bible Reveals the Plan of God. El volumen 1 se publicó en 2020. El volumen 2 se publicará en abril de 2022, y el volumen 3 uno o dos años después. Se puede acceder a sus blogs y presentaciones en vídeo en su sitio web (eileenmaddocks.com).

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