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Justicia

Paso a paso hacia una verdadera paz mundial

Ken McNamara | Jul 20, 2022

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Ken McNamara | Jul 20, 2022

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Los bahá’ís creen firmemente que la humanidad está progresando hacia el establecimiento de una paz global basada en la justicia, la igualdad y el amor, que se ha logrado gracias a las enseñanzas de Bahá’u’lláh, el fundador de la Fe bahá’í.  

Los escritos bahá’ís hacen esa promesa de un mundo pacífico. Este es solo un ejemplo de Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh y una de las figuras centrales de la Fe bahá’í, extraído de un discurso en Londres en 1911:

El don de Dios para esta época esclarecida es el conocimiento de la unidad de la humanidad y de la unidad fundamental de la religión. Cesarán las guerras entre las naciones, y por voluntad de Dios vendrá la Más Grande Paz; el mundo será visto como un nuevo mundo, y todos los hombres se considerarán hermanos.

Está claro que nos queda un largo camino por recorrer: la humanidad aún no ha alcanzado la paz prometida por Bahá’u’lláh. La guerra ha vuelto a estallar en Europa con toda la destrucción y la miseria de la gente desarraigada de sus hogares, y la muerte de miles de civiles y soldados. En otras partes del mundo también vemos ejemplos de los crueles resultados de los conflictos locales y nacionales.

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¿Cuándo proliferará la paz?

Entonces, ¿cuándo llegará esta «Grandísima Paz» y qué hará falta para hacerla realidad? 

Los escritos bahá’ís dejan claro que la humanidad necesita pasar por una serie de pasos que conduzcan a este objetivo tan importante. Desgraciadamente, hasta ahora parece que la humanidad solo puede progresar hacia la paz a través de las lecciones que obtengamos y el sufrimiento que las acompañe.

En sus escritos, Bahá’u’lláh resumió uno de los primeros y más críticos pasos hacia el desarme mundial y el fin de las hostilidades activas: el establecimiento de lo que denominó la «Paz Menor»:

Imploramos a Dios –exaltada sea Su gloria– y abrigamos la esperanza de que Él asista misericordiosamente a las manifestaciones de riqueza y poder, a las auroras de soberanía y gloria, los reyes de la tierra –que Dios les ayude mediante Su gracia fortalecedora– a establecer la Paz Menor. Este es, en verdad, el medio más grande de asegurar la tranquilidad de las naciones. Incumbe a los Soberanos del mundo…  aferrarse unánimemente a esta Paz, que es el principal instrumento para la protección de toda la humanidad. Es Nuestra esperanza que ellos se levantarán para alcanzar lo que conducirá al bienestar del hombre. Es su deber convocar una asamblea omnímoda a la que asistan ellos mismos o sus ministros, y poner en vigor cualquier medida requerida para el establecimiento de la unidad y concordia entre los hombres. Deben abandonar las armas de guerra y adoptar los instrumentos de la reconstrucción universal. Si un rey se levantase contra otro, todos los demás reyes deberían levantarse para disuadirle. Entonces, las armas y los instrumentos bélicos no serán necesarios más allá de lo requerido para garantizar la seguridad interna de sus respectivos países. Si logran esta sobresaliente bendición, el pueblo de cada nación se dedicará, con tranquilidad y contento, a sus propias ocupaciones, y los quejidos y lamentaciones de la mayoría de los hombres serán silenciados.

Puedes leer más sobre las características de la Paz Menor aquí. Los bahá’ís consideran que esa paz menor es principalmente política, en la que los líderes del mundo llegan finalmente a la conclusión de que hay que poner fin a la guerra.

En la época en que Bahá’u’lláh instó a los líderes del mundo a unirse para construir un sistema de seguridad global mutua, la idea parecía impensable. No existían organizaciones internacionales ni un sistema de comunicaciones mundial, y la gran mayoría de los habitantes del mundo seguían sin estar al tanto de los acontecimientos que ocurrían en otros lugares que no fueran su entorno inmediato.

La Sociedad de Naciones y su significado

Sin embargo, tras la terrible matanza y la tragedia de la Primera Guerra Mundial, se produjeron una serie de acontecimientos que dieron lugar a la formación de la Sociedad de Naciones. En 1920 se formó la Sociedad con 48 naciones miembros (sin incluir a Estados Unidos, dado que el Congreso votó para que no se uniera). La organización hizo algunas cosas positivas, pero se disolvió con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, sin lograr su objetivo de evitar el conflicto. Aunque muchos la consideraron un fracaso, desde la perspectiva bahá’í supuso un avance realmente significativo. Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í en aquella época, escribió que la creación de la Sociedad de Naciones representaba un paso crítico en la dirección correcta para la humanidad, que las enseñanzas bahá’ís «aclamaban como señal del amanecer de la Más Grande Paz…».

La ONU: Tras la más grande guerra, otro intento de paz

El siguiente paso en el proceso de creación del orden mundial, el establecimiento de las Naciones Unidas, tuvo lugar en junio de 1945, apenas un mes después del final oficial de la segunda guerra mundial. Este paso histórico hacia un mundo pacífico tuvo lugar después del conflicto global más horrible que el mundo haya experimentado, incluyendo el primer uso de armas nucleares. Las Naciones Unidas, una organización mucho más eficaz y duradera que la Sociedad de Naciones, cuenta ahora con más Estados miembros (193, es decir, casi todos los países del mundo), una organización más fuerte con sede en la ciudad de Nueva York y un ámbito de actividades mucho más amplio en todo el mundo. Esta declaración de la misión de la ONU refleja claramente muchos de los principios fundamentales de la Fe bahá’í:

La ONU fue creada para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, el desarrollo de las relaciones amistosas entre las naciones, el logro de la cooperación internacional en la resolución de problemas internacionales de carácter económico, social o humanitario y la promoción y el fomento del respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión.

Describir las numerosas actividades de la ONU y la excelente labor que la organización ha realizado en el ámbito de los derechos humanos, la prevención de conflictos limitados, el medio ambiente, el desarrollo económico, la educación y otras importantes áreas del quehacer humano, va más allá del alcance de este ensayo. Sin embargo, es seguro inferir que la ONU no ha tenido éxito en el establecimiento de un acuerdo de seguridad mutuo o de la paz entre las naciones prevista por Bahá’u’lláh.

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Qué necesita un orden internacional para triunfar 

En la historia reciente, el mundo ha sido testigo de numerosos ejemplos de naciones miembros de la ONU que, a pesar de ser signatarias de la carta de la ONU, han violado esa misma carta y han iniciado la guerra invadiendo otros países. La guerra en curso en Ucrania es solo el último ejemplo de este tipo de agresión.

Desgraciadamente, la ONU carece de autoridad para hacer lo que ha hecho la OTAN: formalizar una política de cooperación y seguridad mutuas, en la que, si una nación ataca a cualquier miembro, todas las naciones de la OTAN detengan juntas esa agresión. Kofi Annan, un respetado ex Secretario General de las Naciones Unidas, ha dicho que la ONU es una organización que tiene principios, pero no poder. Está claro que, en su forma actual, la ONU no puede hacer cumplir un acuerdo internacional de seguridad mutua.

La pregunta que se plantea entonces: ¿cuáles son los próximos pasos para un pacto global que permita alcanzar la Paz Menor? ¿Se convertirá la ONU en una organización más eficaz para garantizar la paz, o será necesaria una nueva organización? ¿Se extenderá esta última guerra europea hasta convertirse en una tragedia mundial por la que la humanidad deba pasar una vez más para darse cuenta de que hay que prohibir para siempre la lacra de los conflictos? Nadie sabe la respuesta a estas preguntas, pero hace más de un siglo, Bahá’u’lláh escribió esta predicción tan significativa:

El mundo padece y su agitación aumenta día a día. Su rostro se ha vuelto hacia el descarrío y la incredulidad. Tal será su condición, que exponerla ahora no sería apropiado ni correcto. Su perversidad continuará por largo tiempo. Y cuando llegue la hora señalada, aparecerá súbitamente aquello que hará temblar los miembros del cuerpo de la humanidad. Entonces, y sólo entonces, será desplegado el Estandarte Divino, y el Ruiseñor del Paraíso gorjeará su melodía.

De este pasaje puede parecer que la humanidad aún no ha llegado al punto en el que sus líderes estén preparados para implementar un acuerdo de seguridad internacional efectivo. Si observamos la historia, ¿tendrán que ocurrir más sufrimientos a una escala aún mayor antes de que nuestros líderes se decidan a dar ese paso necesario?

En un pasaje relacionado, Abdu’l-Bahá habló sobre la fuerza motivadora que creará un mundo en paz permanente:

Hoy día el mundo de la humanidad necesita la unidad y la conciliación internacional. Para establecer estos grandes principios fundamentales es necesario un poder propulsor. Es evidente que la unidad del mundo de la humanidad y la Más Grande Paz no se lograrán a través de medios materiales. No pueden ser establecidas mediante el poder político, pues los intereses políticos de las naciones son diversos y los cursos de acción de los pueblos son divergentes y conflictivos. No pueden ser fundamentados a través del poder nacional o racial, pues éstos son poderes humanos débiles y egoístas. La propia naturaleza de las diferencias raciales y los prejuicios nacionalistas impiden la realización de esta unidad y del acuerdo. Por tanto, es evidente que la promoción de la unidad del reino de la humanidad, la cual es la esencia de las enseñanzas de las Manifestaciones de Dios, es imposible, salvo a través del poder divino y los hálitos del Espíritu Santo. Los otros poderes son demasiado débiles e incapaces de lograrlo.

La humanidad ha conseguido los avances cruciales que hemos logrado para desterrar la guerra para siempre a través de un sufrimiento incalculable. Parece que, a corto plazo, la humanidad seguirá enfrentándose a muchas más dificultades. Los bahá’ís de todo el mundo esperan que eso no sea necesario y que la humanidad preste atención al mensaje de Bahá’u’lláh y se dirija hacia la paz sin tener que experimentar más tragedia y muerte. Sin embargo, afortunadamente tenemos las promesas de Bahá’u’lláh de un futuro brillante en el que la paz y la seguridad nos esperan a todos.

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