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Ciencia

Entendiendo la naturaleza de la evolución

Robert Atkinson | Ene 6, 2022

PARTE 2 IN SERIES La religión evoluciona hacia la unidad

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Robert Atkinson | Ene 6, 2022

PARTE 2 IN SERIES La religión evoluciona hacia la unidad

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

Desde una perspectiva global, la realidad, todo lo que hay en la creación entera originada por el Creador, está intrínsecamente ligada en un delicado equilibrio de integridad y unidad.

Al ver primero el todo, en lugar de elevar cualquiera de sus partes por encima de otras, podemos visualizar la religión como un árbol con muchas ramas que han evolucionado a lo largo del tiempo hacia la misma visión de paz y justicia en la Tierra.

Por supuesto, nuestra comprensión de la naturaleza de la evolución, y nuestra conciencia de una dirección y un orden subyacentes en el universo, se han desarrollado gradualmente. Los sistemas de conocimiento contrapuestos crearon una ilusión de separación, que se hizo más evidente en el choque de ideas entre la ciencia y la religión en torno al concepto de evolución física.

En 1859, El origen de las especies, de Charles Darwin, introdujo la evolución biológica en el discurso popular con la idea de que toda la vida procede de la misma fuente y forma parte del gran Árbol de la Vida. Darwin abrió la puerta a la comprensión de que todas las cosas evolucionan, incluso a nivel social y cultural.

Justo antes de esto, a mediados del siglo XIX, las enseñanzas bahá’ís reconciliaron los dos puntos de vista de la evolución y la creación divina proporcionando una perspectiva espiritual sobre la naturaleza de la evolución que explicaba cómo toda la vida evolucionó gradualmente. Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, fundador de la fe bahá’í, explicó el proceso en su libro Contestación a unas preguntas:

… el crecimiento y desarrollo de todos los seres es gradual. El orden universal divino y el sistema natural son así. La semilla no se convierte en árbol en un instante; el embrión no se convierte en hombre en un instante… todos crecen y se desarrollan gradualmente hasta lograr su plenitud.

La ley de Dios es única; la evolución de la existencia es única; el orden divino es único. Por grandes o pequeños que sean, todos los seres están sujetos a una ley y orden únicos.

Abdu’l-Bahá continuó explicando que, dado que todas las cosas están interconectadas, al haberse originado de la misma Fuente, la cooperación y la reciprocidad son los verdaderos catalizadores de la evolución:

…todos los seres están enlazados entre sí como los eslabones de una cadena, por lo que la ayuda recíproca, la asistencia e interacción pertenecientes a las propiedades de las cosas son causantes de la existencia así como del desarrollo y crecimiento de los seres creados. Las evidencias y pruebas confirman que todo ser actúa sobre otros seres, ya sea de forma independiente o por asociación.

Además, debido a este origen común, todos los procesos de evolución se rigen por la misma ley natural, y todas las cosas siguen una trayectoria similar:

La naturaleza está sujeta a una organización absoluta, a determinadas leyes, a un orden completo y a un designio consumado… están regidos por una ley única de la que jamás se apartan.

La evolución está, pues, determinada por una ley divina universal, un designio que todas las cosas siguen. Este principio de la evolución está confirmado por las tradiciones de sabiduría del mundo, tal y como se expresa en las palabras de Buda: «Todas las cosas se originan a partir de una esencia, se desarrollan según una ley y están destinadas a un objetivo».

Sin embargo, desde una perspectiva holística y global, la evolución no se produce de forma recta, suave y lineal. Más bien está guiada por un proceso de fuerzas opuestas que interactúan entre sí para provocar una transformación periódica necesaria para que las cosas sigan avanzando hacia un resultado previsto. Este proceso dialéctico nos da el principio de transformación, que dice: la oposición es un catalizador para la transformación. La adversidad está incorporada en el proceso de evolución para trascender la dualidad. La unidad es, por tanto, el resultado de la restauración de las fuerzas opuestas a la totalidad que siempre buscan.

La evolución en todos los niveles, personal y social, se lleva a cabo de forma cíclica con un proceso de transformación incorporado que conduce a un mayor progreso. Cuando se tienen en cuenta los últimos puntos de vista tanto de la ciencia como de la religión, vemos que hay una dirección en la evolución, que conduce hacia círculos cada vez más grandes de cooperación y unidad. Esto nos da el principio evolutivo: la evolución tiene un propósito y es progresiva. Todas las cosas evolucionan hacia su potencial inherente. A través de círculos de cooperación cada vez más amplios, la evolución nos dirige hacia lo que más contribuye a mejorar el conjunto.

La evolución de la conciencia está ligada al mismo patrón, o ley divina, que el resto de la evolución. La potencialidad es fundamental tanto para la evolución como para la conciencia. En todas las formas de vida, la potencialidad está oculta; en la semilla es innata, en la madurez se hace visible. El crecimiento y el desarrollo llevan gradualmente esta potencialidad a la realidad. Las potencialidades de la conciencia humana también se rigen por las leyes del universo. Todas las cosas se desarrollan según su potencial, hacia su propia perfección y plenitud. 

Con la conciencia como potencialidad de la que emergen todas las cosas, la ilusión de la separación se desvanece ya que todas las diferencias aparentes existen dentro del mismo todo. Todos los estados de conciencia, tanto si están por alcanzar su potencial como si ya están plenamente desarrollados, están siempre conectados, como eslabones de una cadena.

Esta perspectiva nos da el principio de conciencia, que dice: la conciencia es una potencialidad que evoluciona hacia la totalidad y la unidad. Esto implica que, como potencialidad, la conciencia depende de la iniciativa que tomemos para investigar activamente la realidad por nosotros mismos. La búsqueda de la verdad es lo que expande nuestra conciencia. Hay un potencial inherente a la conciencia, pero no se satisface automáticamente o a ciegas; se necesita un esfuerzo sostenido para que la conciencia alcance su máximo potencial.

La realidad se entiende por la conciencia que aportamos a ella. Una conciencia de totalidad desplaza nuestro enfoque de todas las divisiones que nos rodean, de todas las falsas dualidades, hacia el todo, que también sitúa una unidad de propósito por encima de todo. Esto reconoce nuestra diversidad de puntos de vista y apariencias como nuestra fuerza sustentadora. Una comprensión holística de la evolución y la conciencia nos muestra que todas las cosas evolucionan hacia la totalidad y la unidad. ¿Por qué no lo hace la religión también? El próximo artículo de esta serie abordará esta cuestión.

Adaptado de The Story of Our Time, de Robert Atkinson: From Duality to Interconnectedness to Oneness, Sacred Stories Publishing: https://amzn.to/3jK8lHJ

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