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¿Es el amor romántico una ilusión?

John Hatcher | Ene 29, 2021

PARTE 4 IN SERIES Desvelando el Huri del amor

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John Hatcher | Ene 29, 2021

PARTE 4 IN SERIES Desvelando el Huri del amor

Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í.

Si alguna vez has amado a alguien con un amor muy grande, te debes de haber preguntado: ¿qué hay en el corazón humano que es capaz de crear una atracción tan poderosa e irresistible hacia otro ser humano?

Dado que este sentimiento parece estar más allá de la razón o de una explicación razonable, el amor romántico puede parecer una locura. Nuestras hormonas se alborotan. No podemos dejar de pensar en el objeto de nuestro amor.

Nos sentimos atraídos tan intensamente porque el amor es una ley de nuestra creación, igual que la gravedad es una ley de las relaciones entre los objetos físicos.

Pero mientras que la fuerza de la atracción gravitatoria depende de la proximidad y la masa, la fuerza física de la atracción espiritual -la etapa inicial del amor- aumenta según la proximidad espiritual y la medida, tanto en cantidad como en calidad, en que otro ser manifiesta los atributos de Dios.

Por lo tanto, el amor romántico no es una ilusión después de todo, no es simplemente una ficción tonta inventada por los poetas provenzales. El amor, escribió Abdu’l-Bahá, es una ley espiritual universal, y esta ley del amor efectivamente funciona, queramos o no:

El Amor es la causa de la revelación de Dios para el hombre, el vínculo vital que, de acuerdo con la creación divina, es inherente a las realidades de las cosas… El Amor es la más grande ley que rige este potente ciclo celestial, el único poder que une los diversos elementos de este mundo material, la suprema fuerza magnética que dirige los movimientos de las esferas en los dominios celestiales.

Pero todo el proceso del amor no se limita solo a esta atracción inicial, ni su éxito está sujeto a los incidentes y accidentes de la vida, ni está más allá de la operación del libre albedrío. Es cierto que podemos ser sorprendidos con un golpe de amor, pero lo que ocurra después está en nuestras manos. Por eso el libre albedrío desempeña un papel tan importante en la segunda etapa de este proceso.

Ya que al igual que cuando no gozamos de una buena salud, y aun así podemos sentirnos atraídos hacia aquello que precisamente no es saludable para nosotros y, de la misma manera, alguien que no está sano físicamente se sentirá atraído precisamente por los alimentos o el régimen diario inadecuados. En resumen, nuestras emociones, por muy poderosas e intensas que sean, no siempre son el mejor medio para determinar cómo debemos responder a nuestras atracciones, aunque ciertamente no debemos ignorarlas. Pero hasta que no examinemos el origen de esas emociones, debemos darnos cuenta de que pueden llevarnos precisamente en la dirección equivocada.

Para enfatizar la importancia de escapar o avanzar más allá de esta atracción inicial, intensa y extática, y proceder a una investigación y comprensión de aquello por lo que nos sentimos atraídos, Bahá’u’lláh en Los Siete Valles emplea la siguiente poderosa imagen metafórica sobre el proceder desde la etapa de la atracción extática a la etapa de la comprensión o el conocimiento:

Y si el amante, confirmado por el Creador, escapa de las garras del águila del amor, entrará en: el Valle del Conocimiento y saldrá de la duda para hallar la certeza, y se volverá de las oscuras ilusiones hacia la luz de guía del temor de Dios. Se abrirá su vista interior y conversará íntimamente con el Bienamado. Entreabrirá el portal de la verdad y la piedad, y cerrará las puertas de las vanas imaginaciones.

Por supuesto, el problema es que, cuando nos sentimos apasionados, lo último que nos interesa hacer es reunir el suficiente libre albedrío para aplicar nuestro intelecto a fin de salir de lo que parece tan maravillosamente extático. Un breve vistazo a un soneto de John Donne retrata muy bien este dilema:

Golpea mi corazón, Dios de tres personas; porque tú

Todavía no llamas a la puerta; respira, brilla, y busca enmendar;

Para que me levante y se mantenga en pie, para que me arroje e incline

Tu fuerza, para romper, soplar, quemar, y renovarme.

Yo, como un pueblo usurpado, a otro me debo,

trabajo para admitirte, pero, oh, en vano.

La razón, tu virrey en mí, debería defenderme,

pero está cautiva, y se muestra débil o infiel.

Sin embargo, te amo intensamente, y me gustaría recibir tu amor,

pero estoy desposado con tu enemigo;

Divórciame, desata, o vuelve a romper ese nudo,

Llévame contigo, aprisioname, pues yo,

si no me cautivas, nunca seré libre,

Ni jamás casto, si no me embelesas.

Aquí el orador desea amar a Dios. De hecho, realmente ama a Dios, pero ha sido atrapado por las garras del águila del amor, y siente que no puede emplear el suficiente libre albedrío para librarse de una adicción malsana a, o de la seducción por, algunas pasiones sensuales menores. El orador no aclara cuál podría ser esta atracción, pero como está gobernada por «su enemigo» -presumiblemente el pecado, Satanás, etc.- es muy probable que sea una forma de pasión sensual que viola la ley religiosa y distrae al orador de su atención a su amor a Dios.

Lo importante aquí es que el orador es perceptivo, inteligente, sabe lo que ha ocurrido y por qué. Podemos imaginar que si el hablante fuera un personaje real en lugar del personaje ficticio de Donne, podría haber escrito una carta en lugar de un soneto, algo así:

Querido Dios,

Muchas gracias por todo mi Libre Albedrío; esta mañana lo he puesto a prueba y la casa ha quedado realmente limpia por primera vez. Pero me he quedado embobado con esta mujer tan atractiva y, con toda franqueza, preferiría que te ocuparas tú mismo de este asunto.

Sinceramente,

John Donne

Si lo hubiera hecho, Dios bien podría haber escrito una respuesta que dijera algo así

Querido John,

«Ámame, para que yo te ame. Si no me amas, mi amor no puede llegar a ti. Sábelo, oh siervo».

¡Amor, perdón, y la mejor de las suertes! ?

Dios

Este pasaje entrecomillado procede de Las Palabras Ocultas de Bahá’u’lláh, un libro de aforismos místicos que ayuda a guiar el corazón humano a través de cada etapa del amor.

Esta serie de ensayos es una adaptación del discurso de John Hatcher en la Conferencia de la Asociación de Estudios Bahá’ís de 2005 titulada El Hurí del Amor, que comprendió la 23ª Conferencia en Memoria de Hasan M. Balyuzi.

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