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Los expertos en salud han adoptado recientemente un nuevo nombre para los distintos modos y estados de ánimo que ha provocado la pandemia: «languidecimiento».
Mientras que algunos expertos definen el término «languidecimiento» en sentido amplio como la gama de emociones relacionadas con la pandemia o inducidas por ella, como el dolor, la depresión, el trauma, el vacío, la falta de motivación, el aburrimiento, el miedo, el sentimiento de «estancamiento» o la sensación de agotamiento, otros lo definen de forma más restringida como una sensación de apatía, inquietud, incertidumbre e intranquilidad.
Según un artículo publicado en el New York Times el 5 de mayo de 2021, el término fue acuñado por Corey Keyes, un sociólogo que observó que, aunque un gran número de personas no estaban deprimidas, tampoco prosperaban. Para Keyes, el «languidecimiento» no es la depresión o la tristeza, sino la ausencia de sentirse bien con la propia vida: la falta de sentido, propósito o pertenencia.
En francés, este estado se denomina ennui, «un sentimiento de cansancio e insatisfacción», según el diccionario Merriam-Webster.
El «languidecimiento» es una palabra poética para mí, que recuerda a un suspiro melancólico en un viejo cuento romántico. Pero para muchos, la condición que representa es demasiado real. Aunque 2021 trajo las vacunas COVID-19, y algunos países se han abierto o incluso han vuelto a la «normalidad», parece que seguimos teniendo colectivamente una sensación de espera, de no tener control sobre lo que puede traer el futuro.
Entonces, ¿qué podemos hacer si nos sentimos languideciendo? En primer lugar, podemos darnos cuenta de que no estamos solos. El impacto mundial del COVID-19 provocó grandes cambios, a veces catastróficos, en muchas vidas. También puso de manifiesto las injusticias de nuestro mundo y la intratabilidad de nuestros problemas comunes. Las noticias diarias nos recuerdan que vivimos en una época de gran estrés, confusión, violencia e incertidumbre.
Como antídoto contra la languidez, podríamos practicar el sentimiento de gratitud por lo que podemos agradecer y por lo que podemos controlar: por la vacuna, por las nuevas vías de aprendizaje y por las nuevas formas de pensar sobre la realidad y nuestras prioridades. Podríamos dedicarnos a cosas que nos gustan, encontrar nuevas aficiones, mantener una rutina o fijarnos más en la naturaleza. Podríamos utilizar el arte como terapia y establecer objetivos de renovación creativa. Podríamos relacionarnos con amigos de forma significativa y participar en eventos de Zoom con personas afines… o incluso con personas no afines, con el objetivo de conocer otros puntos de vista. También podríamos ver películas edificantes como «Soul» de Pixar, que aboga por adoptar la capacidad de «fluir».
Y lo que es más importante, podríamos adoptar un estilo de vida menos materialista y más espiritual, cultivando la resistencia en tiempos de dificultad, desarrollando una práctica regular de oración y meditación, y fomentando una perspectiva de esperanza para la transformación de la humanidad.
Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, comparó a Dios con un médico sabio. Escribió:
Percibimos perfectamente cómo toda la raza humana está rodeada de grandes, de incalculables aflicciones. La vemos languidecer en su lecho de enfermos, severamente atribulada y desilusionada. Los que están embriagados con egoísmo vanidoso se han interpuesto entre ella y el divino e infalible Médico… No pueden ni descubrir la causa de la enfermedad, ni tampoco poseen ningún conocimiento del remedio… Prestad oídos a la dulce melodía de este Prisionero… La Mano de la generosidad divina os brinda el Agua de Vida. Apresuraos y tomad lo que podáis.
El empoderamiento espiritual, entonces, puede proporcionar un remedio para la condición de languidez. Nos invita a acudir y participar de un elixir espiritual que puede revivirnos y curarnos. En otro contexto, Bahá’u’lláh dijo que aquellos que:
…no han buscado en las luminosas y cristalinas Fuentes del conocimiento divino el significado interior de las santas palabras de Dios, por consiguiente han languidecido, sedientos y afligidos, en el valle de la ociosa fantasía y de la obstinación. Se han desviado lejos del agua fresca que apacigua la sed, reuniéndose alrededor de la sal amarga que quema.
Este pasaje sugiere que un deseo activo de comprender el significado interior podría superar el mal que aflige a quienes renuncian a la verdad espiritual. En otros pasajes, los escritos bahá’ís aclaran que la verdad espiritual es accesible a todos los que la persiguen, independientemente de sus orígenes educativos, económicos o culturales.
Bahá’u’lláh también expresa esta esperanza, que aquellos que:
…languidecen en las soledades de la separación sean guiados al hogar de reunión eterna. Así podrán ser disipadas las brumas del error, y podrá amanecer la resplandeciente luz de guía divina sobre el horizonte de los corazones humanos.
Cualquiera que se sienta aislado podría sentirse especialmente animado por este pasaje de los escritos bahá’ís, que nos recuerda que nuestra conexión con Dios es eterna y ofrece una relación sostenida como ninguna otra, con una guía que nos ayuda a navegar por la vida de forma transformadora.
Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh y el intérprete designado de sus enseñanzas, explicó que la religión, nuestra fuente de verdad espiritual, debe renovarse con la guía necesaria para ese momento de la historia, al igual que las estaciones:
Luego, esa primavera conmovedora lleva a un fructífero verano. Se proclama la Palabra de Dios, se promulga Su Ley, y todo llega a un estado de perfección. Se extiende la mesa celestial…
Cuando ese Sol llega a su cenit, comienza a declinar, y a esa estación veraniega del espíritu le sigue el otoño. Se detienen el crecimiento y el desarrollo; las suaves brisas se convierten en vientos asoladores, y la estación de la escasez y la carencia disipa la vitalidad y la belleza de los jardines… se extinguen las atracciones espirituales, decaen las cualidades divinas, se atenúa el resplandor de los corazones, se opaca la espiritualidad de las almas, las virtudes se transforman en vicios, y la santidad y la pureza dejan de existir. De la ley de Dios no queda más que el nombre, y de las enseñanzas divinas, solamente una apariencia. Se destruyen y aniquilan los fundamentos de la religión de Dios, y su lugar lo ocupan meras costumbres y tradiciones; aparecen divisiones, y la firmeza se convierte en vacilación. Los espíritus se desvanecen, los corazones se marchitan y las almas languidecen.
Llega el invierno, es decir, el frío de la ignorancia, y la inconsciencia envuelve al mundo, y predomina la oscuridad de los deseos rebeldes y egoístas. Sobrevienen la apatía y la arrogancia… No obstante, cuando el invierno ha completado su curso, regresa nuevamente la primavera espiritual y un nuevo ciclo revela su esplendor. Soplan las brisas del espíritu, despunta la radiante mañana, las nubes del Misericordioso dejan caer su lluvia, brillan los rayos del Sol de la Verdad, y el mundo de la existencia queda investido con nueva vida y adornado con un maravilloso atuendo. En esta nueva estación reaparecen todas las señales y mercedes de la primavera anterior, y tal vez incluso otras mayores.
Para aquellos que no son conscientes de que ha llegado una nueva primavera espiritual, languidecer puede parecer un estado natural. La descripción que hace Abdu’l-Bahá del invierno parece describir cómo es nuestro mundo ahora, en muchos sentidos, y, sin embargo, para aquellos que han despertado a la nueva primavera espiritual, las señales son abundantes, y tenemos todas las razones para celebrar y participar en el despertar global. En general, las palabras de Abdu’l-Bahá nos animan a ser felices.
Puede parecer imposible desterrar por completo la incertidumbre y la vacilación en estos tiempos volátiles, y quienes tienen sentimientos crónicos de languidez y derrota pueden tener que buscar tratamiento para la depresión clínica y otras condiciones médicas o psicológicas exacerbadas por la pandemia. Sin embargo, cultivar la conciencia espiritual y comprender que estamos viviendo una época de renovación puede ayudarnos a transformar nuestra languidez en un estado mental más positivo. Podría ayudarnos a encontrar nuevas formas de servir a las comunidades que nos rodean, y permitir que otros encuentren su camino hacia un mayor significado, propósito y conexión junto a nosotros.
Que nuestra languidez sea efímera y que encontremos sentido, propósito e incentivo en nuestra vida interior.
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