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Evolución: la humanidad, madurando más allá del materialismo

Badi Shams | Sep 6, 2021

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Badi Shams | Sep 6, 2021

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La creencia evolutiva popular declara que hemos sido creados como todos los demás animales y que hemos evolucionado hasta convertirnos en seres humanos.

Sin embargo, desde la perspectiva bahá’í, esa conclusión científica no explica toda la historia humana.

De hecho, ese punto de vista puede entenderse de una manera que socava la estación espiritual y el destino de la humanidad. Coloca la barra muy baja a la hora de trabajar por nuestros objetivos, y crea la expectativa de violencia, guerras y otras fuerzas destructivas como comportamiento aceptable.

Este punto de vista básicamente pregunta: si somos animales, ¿no deberíamos actuar como animales?

Sin embargo, las enseñanzas bahá’ís y todas las demás religiones tienen un punto de vista muy diferente: que en esencia somos seres espirituales y que hemos sido creados para adquirir experiencia humana. Venimos del Creador, lo que significa que tenemos un destino espiritual: un viaje espiritual que debemos recorrer para transformar nuestras almas para que logremos alcanzar la presencia de Dios:

Dios, en su sabiduría, ha creado todas las cosas. Nada ha sido creado sin un destino especial, pues cada criatura tiene una estación innata que alcanzar. Esta flor ha sido creada para reflejar un conjunto armonioso de color y perfume. Cada reino de la naturaleza encierra potencialidades, y cada uno debe ser cultivado para alcanzar su plenitud. Los maestros divinos desean que el hombre sea educado para que pueda alcanzar el alto rango de su propia realidad … – Abdu’l-Bahá, Filosofía Divina, p. 110. [Traducción provisional por Oriana Vento]

La historia demuestra que hasta ahora la humanidad no ha vivido una vida muy humana en general, y ha actuado con demasiada frecuencia según sus impulsos animales. Así que, en ese sentido, la historia de la humanidad aún no ha comenzado. La llamada historia humana hasta la fecha registra un cúmulo de guerras, conflictos, agresiones, destrucción y miseria. Para alcanzar nuestro destino -madurar plenamente en nuestra realidad espiritual- la humanidad debe descubrir primero su verdadera naturaleza, y posteriormente tomar medidas para iniciar una transformación espiritual en todos los aspectos de su vida colectiva.

Para lograr esa transición, tendremos que encontrar la manera de subordinar nuestra naturaleza inferior, y luego encontrar el verdadero propósito de nuestra creación y avanzar hacia él.

En este momento de nuestra historia es casi imposible imaginar las cualidades y capacidades de esa nueva raza espiritual de seres humanos. Debido a que nuestro entendimiento es limitado y no tenemos la visión espiritual para imaginarlo, todo lo que podemos hacer en este momento es continuar en nuestro camino de crecimiento personal confiando en la guía espiritual que nos ha dado Bahá’u’lláh, recordando lo que nuestro Creador ha deseado para nuestra existencia:

¡OH HIJO DEL ESPÍRITU! Te he creado noble; sin embargo tú te has degradado a ti mismo. Elévate, pues, a aquello para lo que fuiste creado. – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas.

Una vez que iniciamos el proceso de transformación, tenemos que redefinir muchos de los conceptos de nuestro pasado. Las definiciones de conceptos como éxito, riqueza y posesiones tienen que reflejar su verdadero significado, conectando nuestros logros y aspiraciones materiales con los espirituales:

Luego está claro que el honor y la gloria del ser humano no residen solamente en los deleites materiales y beneficios terrenales. Esta felicidad material es completamente secundaria, mientras que la gloria de una persona reside principalmente en esas virtudes y logros que son los adornos de la realidad humana. Consisten en bendiciones divinas, dádivas celestiales, emociones profundas, el amor y el conocimiento de Dios, la educación de las gentes, las percepciones de la mente y los descubrimientos científicos. Consisten en la justicia y la equidad, la veracidad y la benevolencia, la valentía interior y la humanidad innata, la salvaguardia de los derechos de los demás y la preservación de la inviolabilidad de los pactos y los acuerdos. Consisten en la rectitud de conducta en todas las circunstancias, el amor a la verdad bajo todas las condiciones, la abnegación por el bien de todos, la bondad y la compasión para con todas las naciones, la obediencia a las enseñanzas de Dios, el servicio al Reino celestial, la guía de toda la humanidad y la educación de todas las razas y naciones. ¡Esta es la felicidad del mundo humano! ¡Esta es la gloria del ser humano en el mundo contingente! ¡Esta es la vida eterna y el honor celestial! – Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas.

Las generaciones pasadas han gastado mucha energía para conseguir posesiones materiales, creyendo que representaban los objetivos últimos de la vida, y, como resultado, han descuidado sus necesidades y su crecimiento espiritual. La visión de la humanidad sobre sí misma y su destino ha sido errónea y, al final, no ha conducido a nada de verdadero valor a los ojos de Dios:

El Todo Misericordioso ha conferido al hombre la facultad de visión y le ha dotado con el poder del oído. Algunos la han descrito como el «mundo menor», cuando en realidad, debería considerársele como el «mundo mayor». Las potencialidades inherentes a la posición del hombre, la medida plena de su destino en el mundo y la excelencia inherente de su realidad, deben ser todas manifiestas en este Día prometido de Dios. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh.

A medida que avanzamos, como individuos y como raza humana, tenemos que cambiar nuestras herramientas externas y sustituirlas por herramientas y conceptos espirituales que nos guíen hacia nuestro verdadero destino. Tenemos que despojarnos de nuestras tendencias animales y adquirir virtudes que nos permitan seguir un camino espiritual hacia la paz y la unidad.

Eso significa que muchos de los criterios que hemos utilizado como herramientas para medir nuestros logros, como el dinero y la riqueza, tienen que transformarse en criterios espirituales. Estamos en un viaje espiritual, y nuestras vidas deben reflejar esa poderosa realidad.

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