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Exilio: Un profeta, desterrado de su país

From the Editors | Feb 6, 2023

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From the Editors | Feb 6, 2023

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Durante los cuatro meses de su encarcelamiento en el Pozo Negro, la familia y los amigos de Bahá’u’lláh suplicaron su liberación para acabar con la amenaza inminente de su ejecución. En todas las ocasiones el gobierno denegó sus peticiones.

Pero el príncipe ruso Dimitri Dolgorukov, embajador en la corte del sha en Teherán, conocía personalmente a Bahá’u’lláh y a su familia. Hizo un llamamiento para que se pusiera fin al encarcelamiento de Bahá’u’lláh en la corte del sha, declarando que extendía la protección de Rusia a Bahá’u’lláh. Debido a la intervención del Príncipe Dolgorukov, pronto el Sha emitió a regañadientes una orden para liberar a Bahá’u’lláh de la prisión.

Antes de su liberación del Pozo Negro, Bahá’u’lláh fue sometido a un despiadado interrogatorio una vez más, antes de que un enviado fuera enviado a buscarle. Al enviado se le llenaron los ojos de lágrimas al ver las horribles condiciones en que había sido encarcelado este hombre noble e inocente. Se quitó su propia capa para colocarla sobre las andrajosas ropas de Bahá’u’lláh para su comparecencia ante la corte. Sin embargo, Bahá’u’lláh rechazó el manto que se le ofrecía y se presentó en la corte tal como se encontraba.

El Gran Visir del Sha se dirigió a Bahá’u’lláh con la admonición de que, si hubiera dejado de asociarse con la Fe del Báb, como el Visir le había aconsejado anteriormente, Bahá’u’lláh no habría padecido tanto sufrimiento. Si los poderes del estado habían esperado que la prisión quebrantara su espíritu y disminuyera su determinación, pronto descubrieron que había ocurrido lo contrario. Bahá’u’lláh respondió audazmente: «Si vosotros, a vuestra vez, hubierais seguido mis consejos, los asuntos del gobierno no habrían llegado a una fase tan crítica».

En ese momento el visir recordó una conversación que tuvo lugar después de la ejecución del fundador del movimiento Babí en la que Bahá’u’lláh le había dicho: «La llama que se ha encendido arderá más ferozmente que nunca». Al darse cuenta de que eso era exactamente lo que había sucedido, el visir preguntó a Bahá’u’lláh qué debía hacer a continuación. Bahá’u’lláh le pidió:

Cursad órdenes a los gobernadores del reino de que cesen de derramar la sangre de los inocentes, que abandonen el saqueo de sus propiedades, que pongan fin a la deshonra de sus mujeres y dejen de herir a sus hijos. Que cese la persecución de la Fe del Bab.

Sorprendentemente, el visir ordenó el cese de la opresión de los babíes durante un tiempo. Sin embargo, solo fue una breve interrupción en una serie de persecuciones que durarían más de 150 años y que aún hoy se siguen produciendo en Irán.

Recordando aquel terrible período de encarcelamiento, envenenamiento y tortura, un historiador moderno, Adib Taherzadeh, narró más tarde la liberación de Bahá’u’lláh del Pozo Negro:

Cuando Bahá’u’lláh fue liberado… ya había sido despojado de sus vastas posesiones, su salud estaba deteriorada por los malos tratos y las penurias de la vida en el calabozo, su cuello gravemente herido y su espalda doblada por el peso de las pesadas cadenas; pero su alma estaba en la mayor alegría. [Traducción Provisional de Oriana Vento].

La liberación de Bahá’u’lláh tenía una condición muy onerosa: que abandonase su patria para siempre. El hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, Abdu’l-Bahá, dijo:

 … el gobierno persa había decidido que en tanto Él permaneciese en Persia la paz del país sería perturbada, fue exiliado con la esperanza de que Persia volviera a estar en paz. Su destierro, sin embargo, produjo el efecto contrario. Hubo un nuevo tumulto, y la mención de Su grandeza e influencia se difundió en todas partes a través el país.

Hoy en día, la Fe de Bahá’u’lláh se ha extendido por todo el planeta.

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