Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Vivimos en una época reconocida por muchos observadores expertos como una crisis global.
A la humanidad le queda una década, según un reporte reciente de la IPCC, para cambiar radicalmente su forma de vida y así lograr evitar la gradual catástrofe ambiental producida por el cambio climático.
Guerra, terrorismo, pobreza, injusticias sociales infligidas sobre grupos marginales, desigualdades obscenas entre y dentro de las naciones continúan plagando el mundo, impulsadas por la competencia por obtener ventajas y privilegios, las creencias de superioridad de algunos grupos sobre otros, los motivos egoístas, y las diferentes formas de prejuicio. Así mismo, la polarización social, el debilitamiento de los lazos familiares, las adicciones en sus diversas formas, la apatía y la soledad amenazan la cohesión social, mientras que los líderes y gobiernos parecen incapaces de llegar a un acuerdo sobre cómo desarrollar soluciones a largo plazo para los apremiantes problemas que enfrentamos.
Algunos pensadores perspicaces observan más profundamente y reconocen que estos crecientes problemas que afectan a cada nación no solo están interconectados y se refuerzan mutuamente, sino que, como dijo el físico Fritjof Capra en su libro Steering Business Towards Sustainability (Orientando las economías hacia la sostenibilidad), son “diferentes facetas de una misma crisis”, a saber “una crisis de percepción” impulsada por el hecho de que “la mayoría de nosotros… hemos aceptado los conceptos de una visión de un mundo obsoleto”.
Las enseñanzas de la Fe bahá’í también se refieren a esta crisis de percepción e, incluso, van más allá al caracterizarla como una crisis espiritual global: «La crisis universal que afecta a la humanidad es, por lo tanto, esencialmente espiritual en sus raíces.» – La Casa Universal de Justicia, Mensajes 1963 a 1986, pág. 629.
Algo que nos ayuda a entender esta crisis como una fundamentalmente espiritual es considerar que, ya sea que una persona decida aferrarse a una visión global obsoleta y convencional, o decía cuestionar el estatus quo y esforzarse haciendo los sacrificios necesarios, depende de la condición del alma de esa persona, mucho más que de cualquier entrenamiento intelectual o habilidad.
Los escritos bahá’ís explican además cómo este tipo de crisis globales han llevado anteriormente al declive y colapso de las civilizaciones humanas. Al mismo tiempo, señalan que tales colapsos van invariablemente acompañados de la aparición de nuevas revelaciones divinas, que ofrecen una visión renovada sobre la verdad, la belleza y la bondad e inspiran nuevas formas de vida. Se podría comentar mucho más sobre ese proceso dual de integración y desintegración que ocurre cuando un viejo orden social se desintegra al mismo tiempo que germinan las semillas de una nueva civilización, pero consideremos un aspecto importante de esta crisis, a saber, la crisis de la veracidad en el mundo actual.
La mayoría de nosotros entendemos la veracidad como el compromiso de una persona de buscar, hablar y vivir de acuerdo con la verdad. Este compromiso moral está estrechamente relacionado con las cualidades de sinceridad, integridad, fidelidad, confiabilidad, etc. Una crisis de veracidad, entonces, ocurre cuando presenciamos un creciente abandono de este compromiso en todos los ámbitos de la sociedad.
En la actualidad, podemos discernir una crisis de veracidad tanto en la psicología de los individuos como en la corrupción y el mal funcionamiento de las instituciones sociales. Un ejemplo particularmente conspicuo de esto último -la guerra de información que se está produciendo en los sistemas políticos y mediáticos actuales- ha creado «cámaras de eco» que exacerban las divisiones sociales y mitigan el entendimiento mutuo y el diálogo. Se han formado como resultado de la explosión de las fuentes de medios de comunicación en un mercado competitivo impulsado principalmente por la búsqueda de beneficios financieros más que de la verdad. Fomentan la distorsión deliberada de los hechos por parte de grupos de interés con fines comerciales y políticos, y engañan intencionadamente a los consumidores de los medios de comunicación para que acepten sin críticas el entretenimiento sin sentido y las fuentes de «noticias» que sólo sirven para confirmar sus prejuicios.
En cuanto a las consecuencias psicológicas de la falta de veracidad, la mayoría de los enfoques de la psicoterapia dan fe de la angustia y el sufrimiento psíquicos causados por mentirse a uno mismo, y de la profunda autohonestidad y la toma de responsabilidad que requiere la curación psicológica.
Esta crisis de veracidad ha creado una crisis mayor para la civilización humana. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, escribió:
En estos días, la confiabilidad y la sinceridad sufren amargamente en garras de la falsedad, y la justicia se ve atormentada por el flagelo de la injusticia. El humo de la corrupción lo envuelve todo, de tal suerte que nada puede verse en cualquier dirección que se mire, excepto regimientos de soldados, y nada puede oírse desde ningún país, salvo el choque de las espadas. – Bahá’u’lláh, Las tablas de Bahá’u’lláh, pág. 38.
La capacidad de cualquier sociedad para hacer frente a los problemas críticos que enfrenta depende de la preeminencia y la práctica de la veracidad en todos los niveles. Si no se puede confiar en que los líderes y las autoridades hablen con veracidad, si los medios de comunicación no se esfuerzan por presentar evaluaciones imparciales de los problemas críticos que enfrenta la sociedad, si el valor de ser fiel a la propia palabra no se respeta, si las relaciones esenciales que constituyen una sociedad no se basan en la comunicación veraz, entonces el tejido de la sociedad se desintegra. Hace más de un siglo, Bahá’u’lláh identificó esta crisis de veracidad como un rasgo distintivo de nuestros tiempos. Haciendo un comentario sobre la declaración profética de Cristo «la opresión de aquellos días» en Mateo 24:29, Bahá’u’lláh observó que parece que ahora estamos en aquellos días que Cristo predijo:
Semejante a ésta es la situación que se presencia en este Día… ¿Qué «opresión» es más dolorosa que el hecho de que un alma busque la verdad y desee alcanzar el conocimiento de Dios, y no sepa adónde dirigirse ni de quién obtenerlo? – Bahá’u’lláh, El libro de la certeza, pág. 32.
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