Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Nuestro sistema económico actual, enfermo y moribundo, no puede satisfacer las necesidades de la humanidad.
La brecha entre ricos y pobres continúa creciendo más y más, lo que ha aumentado el sufrimiento de las masas. Las soluciones que pueden sanar ese sufrimiento han sido en gran medida ignoradas.
Ha llegado el momento de reexaminar las suposiciones fundamentales sobre las que se construyó este sistema y sustituirlas por otras humanas y morales. Hay una gran necesidad de construir un sistema económico apto para ayudar a la humanidad a alcanzar su meta de ser una civilización progresiva, un mundo libre de injusticia económica, donde la gente pueda suplir todas sus necesidades para vivir vidas pacíficas y satisfactorias.
Para lograr todo esto, necesitamos un cambio en el pensamiento. Las enseñanzas bahá’ís proporcionan perspectivas y recomendaciones para sentar las bases de un futuro económico mejor. Tenemos las soluciones y la tecnología para construir un nuevo sistema; todo lo que necesitamos es la resolución y la voluntad. Todos tienen un poder inherente para contribuir y participar en este maravilloso proceso. El tiempo para la acción ya está aquí:
“El bienestar de cualquier segmento de la humanidad está inextricablemente enlazado al bienestar de la totalidad. La vida colectiva de la humanidad sufre cuando cualquier grupo dado piensa en su propio bienestar de manera aislada al bienestar de sus vecinos, o persigue ventaja económica sin considerar cómo queda afectado el medio ambiente, que proporciona sustento para todos. Un obstáculo tenaz se interpone así en el camino de un progreso social significativo: una y otra vez, la avaricia y el egoísmo prevalecen a expensas del bien común. Se acumulan cantidades desmesuradas de riqueza, y la inestabilidad que ello crea se ve agravada por la manera tan desigual en que ganancias y oportunidades están repartidas entre las naciones, y dentro de las naciones mismas. Pero no tiene por qué ser así.” – La Casa Universal de Justicia, Mensaje del 1 de marzo de 2017.
Desafortunadamente, hoy el dinero es el criterio que usamos para medir el éxito y el fracaso. Este criterio ha descarrilado a la humanidad de su camino espiritual. Los bahá’ís de todo el mundo trabajan por un día en el que creceremos y expandiremos nuestros horizontes, y adoptaremos un criterio más espiritual para los logros humanos.
El dinero no puede ni debe ser el único medio para medir nuestras vidas. Pero ahora estamos lejos de ese futuro, y debemos recordar que un nuevo sistema económico tendrá lugar cuando se haya logrado la transformación espiritual de la humanidad y de la sociedad, y con ello la conciencia del hombre acerca de su posición espiritual y su destino.
En ese estado futuro de la sociedad, habremos subordinado nuestra naturaleza inferior, y por lo tanto nos comportaremos de forma menos egoísta. Sí, en este momento es casi imposible imaginar tal sociedad. Pero introduciendo más de esas cualidades espirituales en nuestras vidas individuales, estamos sentando las bases para tal sociedad y tal sistema económico. Este objetivo puede parecer idealista, pero todos soñamos con un mundo mejor y con él, un nuevo sistema económico. Primero intentemos entender la economía desde el punto de vista bahá’í:
“Los secretos de toda cuestión económica son de naturaleza Divina y se ocupan del mundo del corazón y del espíritu.” – ‘Abdu’l-Bahá, The Baha’i World, página 448. [Traducción de Cortesía]
Podemos empoderarnos para acelerar este cambio fundamental al ser conscientes de las cosas que podemos hacer para alcanzar el objetivo de un mejor sistema económico. Si encontramos una respuesta a las preguntas importantes de la vida: «¿quién soy?», «¿cuál es el propósito de mi vida?» y «¿cuánto es suficiente?», podemos elegir vivir una vida sencilla y determinarnos a resistir la mentalidad del consumidor y la tendencia a comprar los últimos modelos cuando los antiguos aún funcionan.
Si concebimos al trabajo como una forma de adoración y si gastamos la misma energía en estar contentos y ser desprendidos de las posesiones materiales, así como gastamos energía en conseguir estas posesiones, entonces, nos transformaremos en seres más felices. Usando la honestidad como nuestro criterio, podemos evitar seguir los atajos de la sociedad con respecto a los impuestos, seguros y cuentas de gastos. Como propietarios de negocios podemos practicar el contentamiento con un margen de ganancia razonable y cobrar tasas de interés justas, proporcionar cobertura médica, pagar salarios justos y compartir las ganancias que obtenemos con nuestros empleados. Podemos ser honestos acerca de nuestros productos y al presentar ofertas y firmar contratos, también podemos buscar oportunidades para ayudar a los empleados, a los compañeros de trabajo e incluso a los competidores. Podemos utilizar material de buena calidad sin desperdiciar y sin usar ingredientes perjudiciales para el medio ambiente.
Como consumidores, podemos estar bien informados sobre los señuelos de la publicidad y ser honestos en las entrevistas de trabajo. Podemos informar cuando hayamos sido subestimados. Podemos sustituir la competencia por la cooperación. Si realmente seguimos un camino moral en todas nuestras relaciones, encontraremos maneras de cambiar el statu quo al contribuir voluntariamente a obras de caridad y fondos que ayudarán a cerrar la brecha entre los ricos y los pobres.
Pequeños cambios en nuestra actitud cambiarán nuestras actividades económicas diarias y eso nos llevará finalmente a un nuevo sistema económico basado en la humanidad y no en la codicia. Tenemos un poder increíble como individuos para transformar la sociedad y elevar los estándares de las interacciones económicas. Se lo debemos a todos los pobres y las personas desfavorecidas del mundo que han sido ignoradas por nuestro sistema económico actual. Su sufrimiento es nuestro fracaso en hacer un cambio.
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