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Haciendo que la economía sirva a la humanidad

Badi Shams | Nov 24, 2020

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Badi Shams | Nov 24, 2020

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La reciente pandemia ha puesto de relieve las flagrantes disparidades del sistema económico entre los ricos y los pobres. Por un lado, tenemos la difícil situación de los pobres que viven bajo el umbral de la pobreza y tratan de sobrevivir a la avalancha de miserias causadas por las dificultades financieras y, por otro lado, un pequeño porcentaje de personas siguen añadiendo miles de millones a su ya colosal riqueza.

Me molesta porque parece que la humanidad ha perdido la conciencia y se ha vuelto insensible a los sufrimientos de los pobres y los desfavorecidos. Veo la brecha cada vez más amplia entre los pobres y los ricos, pero no parece haber ninguna solución a la vista. Eso me hace más decidido que nunca a mantener este asunto vivo y continuar tratándolo.

Me gusta utilizar el término «economía humana» para describir la solución a las desigualdades de nuestro sistema económico porque la falta de humanidad ha acompañado al sistema desde su creación y ha tenido efectos devastadores en millones de vidas.

Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, nos enseñó cómo tratar a los pobres. No es de extrañar que se le llamara «Padre de los pobres». Él escribió:

Sabed que los pobres son el depósito de Dios en medio de vosotros. Cuidaos que no traicionéis su depósito, que no procedáis injustamente con ellos y que no caminéis por los caminos de los pérfidos. Con toda seguridad, seréis llamados a dar cuenta de su depósito en el día en que la Balanza de la Justicia será establecida, día en que todos recibirán lo que merezcan, en que los hechos de todos los hombres, ricos y pobres, serán ponderados.

Los escritos bahá’ís nos recuerdan que debemos ser conscientes de nuestro papel en el cuidado de los pobres, ya que nuestro deber moral y espiritual es protegerlos y cuidarlos. Bahá’u’lláh también escribió: “¡Oh Hijo del Hombre! Dispensa Mi riqueza a Mis pobres, para que en el cielo participes de la abundancia de esplendor inmarcesible y de los tesoros de gloria imperecedera. Pero, ¡por Mi vida! ofrendar tu alma es algo más glorioso, si tan sólo pudieras ver con Mi ojo”.

Además de ayudar a nivel individual, necesitamos trabajar para cambiar el sistema económico para hacerlo más sensible a las necesidades de la gente e inyectarle moralidad y espiritualidad para que sirva a la humanidad en vez de que la humanidad sea sacrificada para hacer que el sistema funcione. Necesitamos la economía humana: un sistema humano con valores humanos y menos economía.

Voluntarios civiles de una asociación de bienestar social ayudando a los pobres dándoles artículos de comida como arroz, legumbres, etc. durante el período de confinamiento en Calcuta

Esto sólo se puede hacer practicando la veracidad, la confianza y otros valores morales en nuestras acciones, especialmente en nuestras actividades económicas. Estas actividades no son sólo económicas sino también espirituales. En una charla en Boston en 1912, Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh y su sucesor designado, explicó que «Los fundamentos de toda condición económica son divinos por naturaleza y están asociados con el mundo del corazón y del espíritu».

En 1935, Shoghi Effendi, el Guardián de la fe bahá’í, explicó con más detalle a lo que se refería Abdu’l-Bahá:

“La frase ‘la solución económica es de naturaleza divina’ significa que solamente la religión puede, a fin de cuentas, producir un cambio tan fundamental en la naturaleza del hombre que le permita cambiar las relaciones económicas de la sociedad. Sólo de ese modo el hombre podrá controlar las fuerzas económicas que amenazan perturbar las bases de su existencia, y entonces ejercer su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza.”

Los problemas económicos del mundo no se resolverán si no cambiamos el sistema. El sistema financiero actual es un subproducto del viejo orden y fue construido sobre supuestos erróneos. Asumió que la gente sólo piensa en sus intereses y no se preocupa por la situación de los demás. Esta suposición ha sido el motor que ha impulsado el sistema, y se ha convertido en un terreno fértil para que la codicia se extienda en todos los aspectos de la vida humana, y podemos ver que el resultado son las actuales injusticias económicas en el mundo.

Lo triste de esto es que cada día que esto continúe, miles de personas en el mundo se verán arrastradas a una vida llena de desafíos económicos sin ninguna esperanza de cambio.

El elemento esencial que falta en el actual sistema económico es la justicia, que tiene que ser su fundamento. La justicia económica en estos días es el producto básico más escaso del mundo. En una charla en Montreal en 1912, Abdu’l-Bahá dijo a la audiencia:

“Pedimos a Dios que dote a las almas con el espíritu de justicia para que puedan ser sinceras, buenas y puedan luchar para procurar el bienestar de todos, para que cada miembro, de esta familia pueda pasar su vida en la más completa comodidad. Entonces, este mundo material se convertirá en el paraíso del Reino Divino, esta tierra elemental se encontrará en un estado celestial y todos los siervos de Dios vivirán en la mayor felicidad y gozo.”

Considero que cada individuo es responsable de tratar de hacer todo lo posible por aliviar la carga de la pobreza de los hombros de nuestros semejantes, de modo que cada persona en el mundo tenga los medios económicos para vivir una vida cómoda y plena, que es un derecho humano fundamental para todos.

Aunque la posibilidad de que el sistema económico se haga más humano parece un sueño descabellado, si lo deseamos y nos esforzamos por alcanzarlo desempeñando nuestro pequeño rol, podemos transformar este rígido sistema -que actualmente carece de espíritu- en una herramienta fantástica para la prosperidad de la humanidad.

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