Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En el siglo XX, más de 108 millones de personas murieron en guerras. Además, de los últimos 3.400 años, los seres humanos solo han estado en paz durante un 8% de ese tiempo, según un artículo de 2003 del New York Times.
La guerra es traumática y dolorosa. Los civiles suelen ser víctimas del hambre, las violaciones, los disparos y los bombardeos. Si sobreviven, a menudo son expulsados de sus hogares y obligados a buscar refugio en otro lugar.
Es fácil contemplar tanto sufrimiento y sentirse impotente sobre lo que podemos hacer para lograr la paz mundial. Pero los bahá’ís creen que una de las soluciones para acabar con la guerra en este mundo es lograr la plena igualdad y los derechos de las mujeres.
Un derecho que se sigue negando a las mujeres en todo el mundo es el derecho a la educación.
Los escritos bahá’ís dicen:
En épocas pasadas la humanidad fue defectuosa e ineficiente porque estaba incompleta. La guerra y su desolación agotaron al mundo. La educación de la mujer será un paso gigantesco hacia su abolición y fin, ya que la mujer ejercerá toda su influencia contra la guerra.
La mujer cría al niño y educa al joven hasta la madurez. Ella rehusará ofrecer sus hijos en sacrifico sobre el campo de batalla. Ciertamente, ella será el factor más importante en el establecimiento de la paz universal y el arbitraje internacional. Es seguro que la mujer abolirá las guerras entre los seres humanos.
Pero ahora mismo, según la UNESCO, el 66% de los 774 millones de adultos no alfabetizados del mundo son mujeres, y más del 60% de los países no ofrecen a las niñas y a los niños el mismo acceso a la educación.
Muchas barreras, como la pobreza, la violencia, la enseñanza con sesgo de género y la falta de escuelas e infraestructuras adecuadas, impiden que las niñas accedan a la educación y la continúen. Por ejemplo, las familias que no tienen recursos económicos para pagar los costes de la educación de todos sus hijos, a menudo optan por invertir solo en la educación de sus hijos varones. Mientras tanto, sus hijas cargan con la responsabilidad de las tareas domésticas y el cuidado de los miembros mayores o jóvenes de la familia.
Por eso los escritos bahá’ís dicen que si no hay suficiente dinero “en una familia para educar tanto a la niña como al niño, el dinero debe dedicarse a la educación de la niña, pues es la madre en potencia. Si no hay padres, la comunidad debe educar al niño”, [Traducción provisional por Oriana Vento]. Los bahá’ís creen que la educación debe ser universal y obligatoria, y que a cada niño se le debe «enseñar una profesión, un arte o un oficio», para que pueda ganarse la vida.
La educación de las niñas no solo ayuda a prevenir los matrimonios en la infancia, los embarazos en la adolescencia, la mutilación genital femenina, y a mejorar su salud y la longevidad de sus futuros hijos, sino que también fortalece y alimenta la economía. Educar a las mujeres beneficia a todos. Entonces, ¿por qué tanta gente cree que las mujeres no son dignas de recibir educación?
En una charla de 1912, Abdu’l-Bahá, una de las figuras centrales de la fe bahá’í, explicó que «la condición de la mujer en épocas pasadas era extremadamente deplorable», porque muchas culturas creían que lo mejor para la mujer era ser ignorante. Negaban a las mujeres la oportunidad de aprender a leer y escribir, por lo que no podían «estar informadas de los sucesos del mundo».
Dijo:
Se consideraba que la mujer había sido creada para criar hijos y atender los deberes del hogar. Si seguía cursos educacionales, ello se juzgaba contario a la castidad; de ahí que a las mujeres se las hacia prisioneras del hogar. Las viviendas no tenían tan siquiera ventanas que mirasen al mundo exterior.
Bahá’u’lláh [el profeta y fundador de la fe bahá’í] destruyó estas ideas y proclamó la igualdad del hombre y la mujer. Él hizo que la mujer fuese respetada, ordenado que todas las mujeres recibieran educación para que no exista diferencia en la educación de ambos sexos y para que el hombre y la mujer compartan los mismos derechos. Ante los ojos de Dios no existe distinción de sexo.
Los bahá’ís creen que el mundo de la humanidad es como las dos alas de un pájaro: un ala son los hombres y la otra las mujeres. Mientras «estas dos alas no sean equivalentes en fuerza, el pájaro no volará». Pero, cuando las mujeres reciban los mismos derechos y oportunidades que los hombres, las dos alas se igualarán en fuerza y el vuelo de la humanidad «será sumamente elevado y extraordinario».
Es esencial que todos hagamos lo que podamos para empoderar y educar a las mujeres de todo el mundo si queremos que la humanidad tenga un futuro brillante en el que desaparezca la guerra y reinen la paz y la unidad.
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