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La agricultura: el ingrediente secreto de la paz mundial y la prosperidad

Bob Ballenger | Dic 21, 2021

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Bob Ballenger | Dic 21, 2021

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La agricultura no es un tema que surja a primera vista en la mayoría de las conversaciones sobre los principios sociales implícitos en la fe bahá’í, pero debería serlo.

Los valores bahá’ís, como la unidad de la humanidad, la abolición de los prejuicios raciales, nacionales y de género, la paz universal y la reducción de la brecha de ingresos entre ricos y pobres, suelen recibir muchos comentarios y consideraciones. En cuanto a la importancia social y global de la producción de alimentos, este principio recibe menos atención.

Lo cual es un poco desafortunado, porque resulta que Abdu’l-Bahá tenía un gran interés en la agricultura, considerándola fundamental para el progreso y la paz.

RELACIONADO: El agricultor: el primer agente activo en la sociedad humana

Lo que despertó el interés de Abdu’l-Bahá parece haber sido el efecto multiplicador que tiene la agricultura en el bienestar económico de todas las personas. En un discurso que pronunció en Estados Unidos en 1912, dijo:

Para resolver este problema (de la economía) comenzaremos con el agricultor; allí se asentará el fundamento del sistema y orden porque la clase campesina y el agricultor exceden otras clases en la importancia de sus servicios.

Abdu’l-Bahá sabía que, sin la producción de alimentos, nada en la sociedad sería posible. Esa realidad probablemente provocó su intensa preocupación por la agricultura y su funcionamiento, lo que haría que tuviera más éxito y sus implicaciones más profundas para la sociedad.

De hecho, en una de sus tablas incluidas en el libro Pearls of Bounty, ofrecía una detallada y extensa explicación de cómo crear una cooperativa agrícola utilizando una norma fiscal progresiva, y de lo importantes e influyentes que podían ser esas empresas a nivel local. He aquí un breve extracto:

… es apropiado comenzar con el agricultor en asuntos relacionados con la economía, ya que el agricultor es el primer agente activo en la sociedad humana. En resumen, de entre los hombres sabios de cada pueblo debería crearse una junta y los asuntos de ese pueblo deberían estar bajo el control de esa junta. Asimismo, debe fundarse un almacén general con el nombramiento de un secretario. En el momento de la cosecha, bajo la dirección de esa junta, se debe destinar un cierto porcentaje de toda la cosecha al almacén.

Del almacén general debe reservarse una cantidad para los huérfanos del pueblo y otra para los discapacitados. De este almacén se debe destinar una cantidad para los necesitados e incapaces de ganarse la vida, y otra para el sistema educativo de la aldea. Y, una cierta cantidad debe ser reservada para la administración de la salud pública. [Traducción provisional de Oriana Vento]

El interés de Abdu’l-Bahá por la agricultura no se limitaba a su impacto comunitario en la sociedad en general, sino que también era personal. Dedicó una atención especial y particular a una pequeña comunidad agrícola dirigida por bahá’ís situada cerca de Adasiyyah, Palestina, que es ahora una zona de Jordania cercana a la frontera de ese país con Israel.

Bajo la cuidadosa dirección de Abdu’l-Bahá a lo largo de 20 años, los agricultores bahá’ís de esa zona convirtieron lo que había sido un matorral desértico desolado en tierras de cultivo productivas, cultivando hortalizas y frutales.

Para Abdu’l-Bahá, la granja bahá’í de 920 hectáreas (aproximadamente 2.273 acres), que adquirió en 1901, funcionaba como una especie de granja modelo y campo de pruebas para los principios bahá’ís relativos a la agricultura y su papel en el fomento de una comunidad rural justa y equitativa.

En Adasiyyah, Abdu’l-Bahá no era un propietario ausente. Realizó cuatro visitas a la granja entre 1914 y 1920, quedándose una vez durante un mes, y se mantuvo en contacto regular con la gente que cultivaba la tierra que había comprado.

Los bahá’ís que trabajaban estas tierras eran arrendatarios. Normalmente, en este tipo de acuerdo, llamado «aparcería», el agricultor podía esperar recibir la mitad de los ingresos generados por la venta de los cultivos de la tierra. Sin embargo, en la práctica, los terratenientes solían deducir los impuestos que pagaban por la tierra, además de los intereses sobre el capital que habían prestado a los agricultores para comprar semillas, aperos, fertilizantes y otros gastos comunes a la agricultura. Como resultado, si tenían suerte, los aparceros podían contar con un 25 o 30% de los ingresos totales de la granja como pago, y tenían que mantenerse a sí mismos y a sus familias con ese dinero durante todo el año.

En cambio, Abdu’l-Bahá instituyó un sistema en el que los agricultores que trabajaban la tierra de su propiedad recibían el 80% del valor de los cultivos cosechados. El 20% restante lo dedicaban a la construcción y mantenimiento de los santuarios de Bahá’u’lláh y del Báb.

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Abdu’l-Bahá no se limitó a aconsejar a los agricultores sobre los cultivos que debían cultivar, sino que les animó activamente a introducir nuevas plantaciones y fue pionero en la idea de cultivar plátanos, una primicia en Oriente Medio. También instó a los agricultores a poner en marcha una serie de programas de desarrollo de la comunidad rural, como la creación de escuelas, la impartición de clases especiales para niños y la realización de cursos de alfabetización para adultos. 

Con el tiempo, la zona agrícola de Adasiyyah tuvo su propio órgano de liderazgo bahá’í elegido democráticamente, llamado Asamblea Espiritual Local, formado en 1924. Desarrolló un cementerio para enterrar a sus muertos, e incluso construyó su propio centro bahá’í, que permaneció en posesión de los bahá’ís locales hasta 1974.

Abdu’l-Bahá comprendió que una vez que un proyecto agrícola exitoso se establece en una zona rural, abre el camino para otros desarrollos beneficiosos de la comunidad en forma de carreteras, la creación de mercados de productos locales, artesanía, financiación rural, negocios, educación, asistencia sanitaria y saneamiento. 

El proyecto de la granja de Adasiyyah tuvo tanto éxito que, con el tiempo, el gobierno del Reino de Jordania lo promocionó como modelo de desarrollo comunitario rural en el país.

Después de que el Estado de Israel declarara su independencia en 1948, las circunstancias que habían permitido a los agricultores de Asadiyyih vender sus productos en lugares tan lejanos como Haifa e incluso Damasco cambiaron drásticamente. Luego, en 1962, el gobierno de Jordania expropió gran parte de las tierras de labranza de la zona de Adasiyyih y sus alrededores como parte de un plan nacional de redistribución de tierras.

Como los bahá’ís que trabajaban en la zona eran agricultores arrendatarios, no podían comprar la tierra, lo que significaba que el gobierno vendía gran parte de ella a otros agricultores, pero el proyecto había sido un éxito y se había formado un patrón.

La cantidad de tiempo y energía personales que Abdu’l-Bahá dedicó a su proyecto agrícola de Adasiyyah es una prueba clara de la importancia que tenía para él el papel de la agricultura a la hora de ayudar a crear una sociedad rural centrada en los principios de la fe bahá’í, así como de la influencia más amplia que podría tener en el mundo en general una reimaginación del papel del agricultor.

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