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Historia

La asombrosa vida de Abdu’l-Bahá

David Langness | Nov 27, 2021

PARTE 2 IN SERIES El legado legendario de Abdu'l-Bahá

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David Langness | Nov 27, 2021

PARTE 2 IN SERIES El legado legendario de Abdu'l-Bahá

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

En esta serie de artículos, examinaremos no solo los detalles de la asombrosa vida de Abdu’l-Bahá, sino, más importante aún, el profundo impacto espiritual que su ejemplo ha tenido, y sigue teniendo, en la humanidad.

Primero, para resumir brevemente los hechos biográficos de su vida en esta segunda entrega de nuestra serie, escudriñemos un breve esquema del tiempo de Abdu’l-Bahá en esta Tierra.

Abdu’l-Bahá nació en Teherán, Persia, el 23 de mayo de 1844, hijo de un noble persa llamado Mirza Husayn Ali, más tarde conocido por su título de Bahá’u’lláh, que significa «la gloria de Dios», y su esposa Asiyih Khanum. Llamaron a su hijo mayor Abbas, que significa «león» en árabe, en honor a su abuelo paterno Mirza Abbas.

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Aunque sus padres eran relativamente jóvenes cuando él nació, Bahá’u’lláh tenía 26 años y su esposa, más tarde conocida por el título de Navvab, que significa «gracia» o «alteza», tenía 24 años, según todos los indicios, Abdu’l-Bahá disfrutó de una infancia tranquila y próspera. Su abuelo y tocayo, descendiente de nobles y funcionarios del gobierno y él mismo nombrado por el Sha, poseía múltiples casas en Teherán y en las provincias persas, incluyendo un complejo familiar en la provincia de Nur, cerca del mar Caspio en el norte del país. Cinco años antes de que naciera Abdu’l-Bahá, su abuelo falleció y dejó las propiedades que le quedaban a Bahá’u’lláh.

Tras el fallecimiento de su padre, a Bahá’u’lláh se le ofreció un puesto destacado en el gobierno, pero lo rechazó. En su lugar, Bahá’u’lláh y Navvab reservaron voluntariamente una parte de su propiedad para utilizarla como pabellón hospitalario gratuito para mujeres y niños pobres, y Bahá’u’lláh contrató a médicos para que los trataran. Esto era algo inaudito: normalmente, la nobleza persa deseaba tener muy poco contacto con los más pobres de su sociedad. En poco tiempo, Bahá’u’lláh y su esposa se hicieron conocidos a nivel nacional por su trabajo humanitario caritativo, y pronto fueron llamados «El Padre de los Pobres» y «La Madre de la Consolación».

Abdu’l-Bahá creció, junto con su hermana Bahiyyih y su hermano Mihdi, en esta atmósfera de altruismo y de esfuerzos humanitarios. En Las Palabras Ocultas, Bahá’u’lláh escribió:

Advertid a los ricos del suspirar de los pobres en medio de la noche, para que la negligencia no los conduzca al sendero de la destrucción y los prive del Árbol de la Riqueza. Dar y ser generoso son de Mis atributos; bienaventurado es aquel que se adorna con Mis virtudes.

Siguiendo la tradición de la nobleza en Persia, Abdu’l-Bahá fue educado en su casa y solo recibió clases durante un año, cuando tenía siete años. A pesar de esta falta de educación formal, se convirtió en un autor reconocido, un solicitado orador público y una de las principales fuerzas intelectuales del mundo durante sus años de adulto.

Sin embargo, cuando Abdu’l-Bahá tenía nueve años, todo cambió en su joven vida.

Un repentino descenso a la prisión y la pobreza

Bahá’u’lláh y su esposa Navvab se hicieron babis, seguidores del Báb, poco después de que el Báb declarara su misión en 1844, y Bahá’u’lláh ayudó con entusiasmo a difundir la nueva Fe en Nur y en Teherán. Las enseñanzas del Báb, de que había venido a preparar el camino para un nuevo mensajero de Dios que traería la paz y la justicia al mundo, suscitaron una respuesta entusiasta, y rápidamente se convirtieron en un movimiento próspero y de rápida expansión en Persia. Decenas de miles de personas se unieron a la causa del Báb. Esto molestó y representó una amenaza para las autoridades gubernamentales y eclesiásticas reinantes, que temían perder su poder e influencia. En consecuencia, Bahá’u’lláh, considerado como una de las figuras más prominentes de la causa del Báb, fue castigado por la clase clerical musulmana y el gobierno, sufriendo encarcelamiento temporal y la tortura del bastinado, la flagelación de las plantas de los pies. Durante ese tiempo, el gobierno emprendió una campaña de genocidio, represión y terror, torturando, encarcelando y matando a miles de babis.

Luego, después de que el Báb fuera ejecutado por un pelotón de fusilamiento del gobierno en 1850, Bahá’u’lláh fue encarcelado una vez más en 1852. Esta vez, fue encarcelado en el infame Pozo Negro de Teherán, donde cada día uno de los Babis encarcelados con él era sacado y asesinado. Abdu’l-Bahá, su madre Navvab y su hermana y hermano pequeños estaban indefensos, y turbas furiosas contra los bábis asaltaron su casa, saqueándola y llevándose todas sus posesiones. Inmediatamente sin hogar, empobrecidos y en peligro, huyeron a la casa de un pariente.

La entrada al Siyáh-Chál, el Pozo Negro.

Antes eran una de las familias más privilegiadas y prominentes del país, pero ahora se habían quedado repentinamente sin hogar y en la indigencia. Navvab vendía sus joyas para conseguir comida, hasta que Bahá’u’lláh fue liberado del Pozo Negro cuatro meses después y exiliado a Bagdad. Desde ese día, el padre, la madre y los hermanos de Abdu’l-Bahá sufrirían repetidos destierros, exilios y encarcelamientos. Más tarde en su vida, Abdu’l-Bahá contó la historia de ese exilio a un periodista británico:

A los nueve años de edad acompañé a mi padre Bahá’u’lláh, junto con setenta discípulos suyos, camino del exilio a Bagdad. Después de una persecución persistente, el decreto de exilio se proponía erradicar de Persia lo que las autoridades consideraban una religión peligrosa. Bahá’u’lláh, con su familia y seguidores, fue desterrado y hubo de desplazarse de un lugar para otro. Cuando tenía veinticinco años nos trasladamos de Constantinopla a Adrianópolis, y desde allí tuvimos que trasladarnos con un una guardia de soldados a la ciudad fortificada de ’Akká, donde fuimos encarcelados y sometidos a estrecha vigilancia.

La puerta del mar por la que Bahá’u’lláh y Sus compañeros entraron en ’Akká en 1868.

Durante 40 años, de 1868 a 1908, Abdu’l-Bahá fue prisionero de los gobiernos otomano y turco, por no haber cometido ningún delito y simplemente por ser bahá’í. Cuando finalmente fue liberado a la edad de 64 años, se convirtió en el principal exponente mundial del altruismo, el amor, la paz, la justicia y el perdón. Viajó por toda Europa, Oriente Medio y Norteamérica, exponiendo y ejemplificando las enseñanzas de Bahá’u’lláh sobre la unidad y el gobierno mundial. Habló ante grandes multitudes, que clamaban por su sabiduría y perspicacia espiritual. Altos funcionarios de gobiernos, pensadores influyentes, escritores y líderes mundiales buscaban su consejo. Se convirtió, en palabras del New York Times, en el renombrado maestro de «una doctrina contra la que ningún gobierno autocrático podría resistir… el amor de Dios y la hermandad del hombre».

¿Cómo ha sucedido esto? ¿Cómo pudo un simple prisionero, un hombre con poca educación formal, pobre durante toda su vida adulta, lograr tener un impacto tan profundo y duradero en el mundo? En el próximo artículo de esta serie, profundizaremos en este tema.

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