Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El naturalismo, la idea o creencia de que solo las leyes y fuerzas naturales operan en el mundo, en contraposición a las leyes sobrenaturales o espirituales, tiene un fuerte arraigo en nuestra imaginación.
En este sentido, solemos clasificar las oraciones y los milagros como violaciones de las leyes de la naturaleza, o incluso como completas imposibilidades.
De hecho, muchos científicos contemporáneos, así como los ateos, creen que el progreso de la ciencia moderna ha avanzado hasta tal punto que puede explicar los acontecimientos universales y eliminar así la necesidad de un creador sobrenatural.
Las teorías de Charles Darwin sobre la evolución echaron más leña al fuego. Esas teorías dicen que la selección natural, que implica un cambio gradual a través de mutaciones de supervivencia de los más aptos a lo largo de millones de años, explica exclusivamente por qué existe una rica diversidad de vida en el mundo actual. Como este proceso evolutivo puede verificarse en los registros fósiles, muchos no ven la necesidad de un Creador cuando la selección natural puede explicar el proceso natural por el que la vida, incluida la humanidad, llegó a existir. Si la evolución es cierta, la lógica dice que los primeros capítulos del Génesis deben ser erróneos, una fábula o un mito.
Los científicos contemporáneos han pintado una imagen del mundo natural fuertemente asociada y gobernada por las leyes de la naturaleza. Sostienen que cualquier intervención divina en relación con estas leyes socavaría la integridad de Dios. La acción divina está ampliamente confirmada en las Escrituras, la tradición y la oración personal, pero la explicación cada vez más específica de estas leyes y nuestra comprensión más profunda de la ciencia moderna hacen difícil encontrar el «margen de maniobra» necesario para que Dios exista.
Además, la idea de que Dios sostenga la naturaleza y sus regularidades legales, mientras interviene milagrosamente e ignora esas regularidades de vez en cuando, parece una contradicción absoluta. La imagen presentada en la Biblia muestra a Dios, el Creador, estableciendo un mundo con reglas fijas, y luego actuando ocasionalmente en contra de esas reglas para realizar milagros y responder a las oraciones. Esta incoherencia implica que Dios no actúa siempre de la misma manera y desvía esas leyes de forma arbitraria.
La fe bahá’í, con su principio primordial de la armonía esencial de la ciencia y la religión, apoya el concepto de que Dios creó un mundo regido por una ley y un orden perfectos de los que no se desvía:
Esta naturaleza está sometida a una sólida organización, a leyes inviolables, a un orden perfecto y a un consumado diseño de los que nunca se desvía. – Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas.
Entonces, ¿cómo podemos reconciliar a un Creador que, por un lado, crea un universo de orden perfecto, que obedece a leyes inviolables de las que nunca se aparta, y que, por otro lado, interviene directamente en Su creación respondiendo a las oraciones y realizando milagros?
Las enseñanzas bahá’ís explican:
…cuando se observa la propia naturaleza, se ve que no posee discernimiento ni voluntad… Ahora bien, ¿podrían atribuirse semejante organización, orden y leyes que se observan en la existencia meramente al efecto de la naturaleza, a pesar de que la naturaleza misma no tiene consciencia ni entendimiento? Es, por tanto, evidente que esta naturaleza, que no tiene consciencia ni entendimiento, está en manos del Señor omnipotente, Quien es el Gobernante del mundo de la naturaleza y Quien hace que manifieste cuanto Él desea… En consecuencia, está claro que, en su esencia misma, la naturaleza está en manos del poder de Dios y que es ese Ser Eterno y Todopoderoso Quien somete a la naturaleza a leyes perfectas y principios organizativos, y Quien ejerce dominio sobre ella. – Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas.
Aquellos que promueven la opinión de que el universo se rige únicamente por el naturalismo dan por sentado que todas las leyes de la naturaleza pueden ser examinadas y están sujetas a investigación mediante la metodología de las ciencias.
Sin embargo, Abdu’l-Bahá indicó que no todas las instrucciones fijas de Dios para el universo son susceptibles de ser investigadas a través de métodos científicos, que ciertos aspectos de la naturaleza y de la causalidad natural no pueden ser investigados mediante procedimientos repetibles de laboratorio.
… el conocimiento humano es de dos clases.
Uno es el conocimiento adquirido por medio de los sentidos. Lo que el ojo, el oído o los sentidos del olfato, el gusto o el tacto pueden percibir se denomina «perceptible»…
La otra clase de conocimiento humano es el de las cosas inteligibles; es decir, consiste en realidades inteligibles que no tienen forma material ni ocupan lugar, y no son perceptibles. Por ejemplo, el poder de la mente no es perceptible, ni lo es ninguno de los atributos humanos: se trata de realidades inteligibles. De igual modo, el amor es una realidad inteligible, y no perceptible. Pues el oído no oye estas realidades, el ojo no las ve, el olfato no las siente, el gusto no las detecta, ni las percibe el tacto. – Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas.
Esta «realidad inteligible» a la que se refiere Abdu’l-Bahá escapa regularmente a la detección de nuestros sentidos físicos. Como tal, ninguno de nuestros intentos humanos finitos y físicos de conocer captarán toda la realidad como realmente es. Incluso las explicaciones científicas más exitosas serán, en última instancia, incompletas si se basan únicamente en mediciones y observaciones físicas. Así que las explicaciones que parecen ser científicamente completas, al menos en teoría, pueden no contar toda la historia.
En este contexto, los milagros y la oración pueden ser simplemente reflejos de la verdadera naturaleza del mundo que normalmente se nos oculta, esa parte de la realidad no sujeta a nuestros sentidos. Un Dios Todopoderoso debe tener alguna forma de responder directamente a los acontecimientos del mundo, ya sea sustituyendo temporalmente una ley de la naturaleza o actuando en un plano de la realidad oculto a nuestros sentidos físicos. Las leyes de la naturaleza que sustentan estos sucesos aparentemente sobrenaturales deben incluir no solo las de tipo inferior que estudian los científicos, sino también las superiores, identificadas por las enseñanzas bahá’ís, que aún no hemos encontrado la forma de investigar mediante el uso de la metodología científica.
En el próximo artículo de esta serie, exploraremos lo que la física moderna y las leyes de la naturaleza tienen que decir sobre los milagros y las respuestas a las oraciones individuales. ¿Parece posible científicamente esa intervención divina, o está completamente fuera del ámbito de la ciencia y la física?
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