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La ciudad fortificada: un misterioso lamento del Salmo 60 explicado

Eileen Maddocks | Dic 11, 2020

PARTE 1 IN SERIES El significado de los salmos

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Eileen Maddocks | Dic 11, 2020

PARTE 1 IN SERIES El significado de los salmos

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¿Quién escribió los Salmos? Muchos dicen que el Rey David escribió la mitad de los 150 salmos de la Biblia hebrea, pero nunca sabremos cuántos de los salmos acreditados a David fueron realmente escritos por él.

Algunos de los escritos en su época fueron escritos para el coro del Templo, y puede que no hayan sido compuestos por el mismo David. La mayoría de los eruditos bíblicos están de acuerdo en que los salmos fueron escritos en el transcurso de cinco siglos, por lo que ningún autor podría haberlos escrito.

El Sefer Tehillim, el Libro de los Salmos, y la versión tradicional hebrea de los Salmos, tiene superscripciones para 100 de los 150 salmos que atribuyen la autoría a varias personas. Atribuyen un salmo a Moisés, diez a los hijos de Coré (que vivieron en tiempos de Moisés), setenta y tres a David, dos a Salomón, uno a cada uno de Hemán y Etán (contemporáneos de Salomón), y doce a Asaf (que vivió a finales del siglo VI a.C.). La Septuaginta (la traducción griega de la Biblia hebrea) atribuye otros diez salmos a David.

El Salmo 60, atribuido a David, revela una misteriosa oración de lamento y súplica a Dios por la salvación en un momento de calamidad a manos de los edomitas, un pueblo que vivía al sur de Jerusalén y que era enemigo acérrimo de los israelitas:

Oh Dios, tú nos has desechado, nos quebrantaste;

Te has airado; ¡vuélvete a nosotros!

Hiciste temblar la tierra, la has hendido;

Sana sus roturas, porque titubea.

Has hecho ver a tu pueblo cosas duras;

Nos hiciste beber vino de aturdimiento.

Has dado a los que te temen bandera

Que alcen por causa de la verdad.

Para que se libren tus amados,

Salva con tu diestra, y óyeme

Se dan las promesas pasadas de Dios para la salvación y las victorias, y luego David hace la conmovedora pregunta:

¿Quién me llevará a la ciudad fortificada?

¿Quién me llevará hasta Edom?

¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado,

Y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos?

Danos socorro contra el enemigo,

Porque vana es la ayuda de los hombres.

En Dios haremos proezas,

Y él hollará a nuestros enemigos. – Salmo 60:1-5, 9-12 (énfasis añadido).

¿Cuál era esa ciudad fortificada, y por qué David querría ser llevado a ella?

Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, resolvió este rompecabezas cuando escribió este pasaje en su libro «Epístola al Hijo del Lobo»:

Presta oído al canto de David. Él dice: «¿Quién me guiará a la Ciudad Fortificada?». La Ciudad Fortificada es Akká, la cual ha sido denominada la Más Grande Prisión y que posee una fortaleza y murallas poderosas.

Este salmo ofrece un buen ejemplo de una frase profética – la fortificada ciudad prisión de Akka – que está siendo introducida en la realidad histórica en unos veintisiete siglos en el futuro. El salmo trascendió este enorme lapso de tiempo al conectarse con el encarcelamiento de Bahá’u’lláh en la ciudad prisión otomana de Akka en Palestina.

La ciudad prisión de Akka donde Bahá’u’lláh pasó sus últimos días.

Profecías como esta parecen estirar su credulidad, hasta que recordemos que nuestro concepto del tiempo no es igual al de Dios. El tiempo divino combina el pasado, el presente y el futuro. De hecho, Abdu’l-Bahá mencionó este hecho en el libro «Contestaciones a unas preguntas»:

Los secretos ocultos del futuro les fueron revelados a los Profetas, quienes de ese modo tuvieron conciencia de los acontecimientos que Ellos mismos anunciaban. Tal conocimiento y tales profecías no determinaron lo que después habría de suceder.

… el conocimiento de Dios sobre el dominio de lo contingente no produce las formas de las cosas, sino que, al contrario, está depurado del pasado, del presente y del futuro. Es idéntico a la realidad de las cosas y no hace que éstas ocurran.

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