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Religión

La doncella del cielo: un símbolo de la divinidad de la mujer

Kathy Roman | Mar 14, 2021

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Kathy Roman | Mar 14, 2021

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A lo largo de la historia religiosa, Dios ha conferido el rango de profeta revelándose a sus mensajeros divinos a través de diversos símbolos espirituales.

Moisés recibió su revelación a través de la zarza ardiente. Más tarde, Jesús vio cómo el espíritu de Dios descendía como una paloma que se iluminaba sobre él. Buda recibió su revelación mientras meditaba profundamente bajo el árbol bodhi. El ángel Gabriel visitó a Muhammad y le reveló los principios de lo que más tarde sería el Corán. Asimismo, Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, recibió su revelación de «La Doncella del Cielo», un símbolo del principio divino femenino y un importante símbolo de la nueva y más femenina edad de la humanidad prometida por las enseñanzas bahá’ís.

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En su «Tabla del Templo«, Bahá’u’lláh describió su visión:

Estando sumido en tribulaciones oí una voz por demás maravillosa y dulce que llamaba por encima de Mi cabeza. Al dar vuelta el Rostro, vi a una Doncella que era la encarnación del recuerdo del nombre de Mi Señor, suspendida en el aire ante Mí. Tanto se regocijaba ella en su misma alma, que el semblante le brillaba con el ornamento de la complacencia de Dios, y sus mejillas fulguraban con el brillo del Todomisericordioso.

Entre el cielo y la tierra hacía un llamamiento que cautivaba los corazones y mentes de los hombres. A Mi ser interior y exterior le impartía buenas nuevas que regocijaban Mi alma y las almas de los siervos honrados de Dios. Señalando con el dedo Mi cabeza, se dirigió a todos los que están en el cielo y a todos los que están en la tierra, diciendo: ¡Por Dios! Éste es el bienamado de los mundos; mas no lo comprendéis.

Estas revelaciones espirituales, cuando se rastrean a través del tiempo, vinieron sucesivamente en un patrón distinto de ascendencia. La zarza ardiente denotaba el reino vegetal, Cristo el reino animal y Muhammad representaba el reino mortal. Finalmente, la Doncella del Cielo representa la culminación de la condición humana en lo divino femenino.

Este simbolismo ascendente ejemplifica la estación exaltada de la mujer en su forma más elevada: como intermediaria sagrada entre el Creador y mensajera de la revelación de Dios. Con esta poderosa afirmación de la divinidad, entramos en una nueva dispensación que eleva y alaba las cualidades femeninas en lugar de clasificarlas como secundarias.

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En la revelación bahá’í, las mujeres no solo ocupan el lugar que les corresponde al lado de los hombres, sino que ayudarán a traer una nueva era de iluminación, como Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, dijo repetidamente en varias charlas y escritos:

El mundo del pasado ha sido gobernado por la fuerza, y el hombre ha dominado a la mujer debido a sus cualidades más potentes y agresivas, tanto físicas como mentales. Pero el equilibrio está variando, la fuerza esta perdiendo su dominio, y la viveza mental, la intuición y las cualidades espirituales de amor y servicio, en las que la mujer es fuerte, están ganando en poder. En adelante tendremos una época menos masculina y más influida con ideales femeninos, o, para explicarnos más exactamente, será una época en la que los elementos masculinos y los femeninos de la civilización estarán más equilibrados.

En verdad, la mujer tiene la mayor importancia para la raza. Sobrelleva la mayor carga y el mayor trabajo. Fijaos en los reinos vegetal y animal. La palmera productora de fruto es el árbol más preciado por el cultivador de dátiles. El árabe sabe que para una travesía larga la yegua posee mayor resistencia. La leona es más temida por el cazador que el león debido a su mayor fuerza y fiereza.

La mujer posee mayor valor moral que el hombre; posee además dones especiales que la facultan para gobernar en momentos de peligro y crisis. Si es menester puede convertirse en un guerrero.

Esa Doncella del Cielo, también conocida en los escritos bahá’ís como la «damisela de ojos negros», representa una metáfora femenina que personifica la verdad y la realidad espiritual de Bahá’u’lláh, y expresa el comienzo de un fascinante viaje para comprender lo que Bahá’u’lláh llamaba el «brillo esplendoroso» de las mujeres y la exaltada estación de la mujer.

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