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Historia

El sufrimiento de Bahá’u’lláh y el nacimiento de una nueva fe

From the Editors | Ene 2, 2023

PARTE 1 IN SERIES Uno con toda la Tierra

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Ningún mensajero divino aparece sin oposición. En la historia de la religión, todos los profetas y fundadores de una gran Fe mundial se han enfrentado a la persecución, la tortura, el encarcelamiento e incluso la muerte. 

Pero a pesar de esa dura oposición inicial, a pesar de las maquinaciones de reyes y gobernantes y de las autoridades religiosas del pasado, esas religiones y sus enseñanzas prevalecieron, han perdurado durante siglos y han guiado, iluminado y enriquecido la vida espiritual de millones de personas.

Sin embargo, como sabemos, el mensaje puro de amor y unidad que los profetas traen inicialmente puede corromperse. Algunas personas, decididas a utilizar las enseñanzas de la religión para sus propios fines egoístas, han dividido la religión en sectas y divisiones beligerantes, perdiendo de vista su propósito original. Las enseñanzas bahá’ís explican ese ciclo aparentemente inevitable con esta metáfora:

Cuando el Sol de la Realidad regresa para vivificar al mundo de la humanidad, una divina dádiva desciende desde el Cielo de generosidad. El reino de los pensamientos e ideales es puesto en movimiento y bendecido con nueva vida. Las mentes se desarrollan, las esperanzas se iluminan, las aspiraciones se vuelven espirituales, las virtudes del mundo humano aparecen con nuevo poder de crecimiento, y la imagen y semejanza de Dios se hace visible en el hombre. Esta es la primavera del mundo interior. Después de la primavera, viene el verano con su plenitud y sus frutos espirituales; sigue el otoño con sus gélidos vientos que congelan el alma; el Sol parece estar alejándose, hasta que por fin se esparce el manto del inverno y sólo quedan tenues rastros del esplendor de ese divino Sol. Así como la superficie del mundo material se vuelve oscura y melancólica, el suelo dormido, los árboles desnudos y mustios, sin belleza ni frescura para alegrar la oscuridad y la desolación, así también el invierno del Ciclo espiritual presencia la muerte y desaparición del crecimiento divino y la extinción de la luz y el amor de Dios. Pero el Ciclo comienza nuevamente y aparece una nueva primavera. En ella regresa la primavera anterior; el mundo resucita iluminado y alcanza la espiritualidad; la religión es renovada y reorganizada, los corazones se vuelven hacia Dios, las llamadas de Dios son oídas, y nuevamente la vida es otorgada al hombre.

Bahá’u’lláh, el fundador de la Fe bahá’í, sufrió terriblemente a fin de transmitir este nuevo ciclo de enseñanzas bahá’ís a la humanidad. Este ejemplo de 1852, extraído del relato del historiador Nabil sobre los primeros bahá’ís titulado Los rompedores del alba, ilustra tan solo un día de lo que Bahá’u’lláh tuvo que soportar para proclamar su fe, mientras era conducido encadenado durante kilómetros hacia un calabozo:

Desde Shimírán a Teherán, en varias oportunidades, Bahá’u’lláh se vio privado de Su ropa y fue objeto de abusos y ridículo. A pie y expuesto a los candentes rayos del sol de mediados del verano, fue obligado a recorrer, y con la cabeza descubierta, toda la distancia entre Shimírán y el calabozo a que hemos hecho referencia. Por toda la ruta fue apedreado y vilipendiado por las multitudes a las que Sus enemigos habían logrado convencer que Él era el enemigo jurado de su soberano y el destructor de su reino. No tengo palabras con qué describir el horror del trato que se Le dio a medida que era conducido al Síyáh-Chál de Teherán. Al acercarse al calabozo, una anciana decrépita salió de entre la multitud, con una piedra en su mano, ansiosa de lanzársela al rostro de Bahá’u’lláh. Sus ojos brillaban con una determinación y fanatismo que pocas mujeres de su edad podían demostrar. Todo su cuerpo temblaba de ira cuando se acercó y levantó su mano para arrojarle un proyectil… «No permitáis que esta mujer se desilusione», dijo Bahá’u’lláh a Sus guardias, al verla apurándose detrás Suyo. «No le privéis de lo que ella considera una acción meritoria a los ojos de Dios».

Cuando llegaron a Teherán, Bahá’u’lláh fue colocado entre los demás prisioneros del calabozo y sujeto con grilletes sujetos al suelo, atornillados a una cadena de cien libras alrededor del cuello. No recibió comida ni bebida durante los tres primeros días de su encarcelamiento. Este trato brutal e inhumano, tan reminiscente del trato dado a Cristo en la marcha hacia la Caballería, se produjo a pesar del hecho de que Bahá’u’lláh no había cometido ningún crimen y fue encarcelado únicamente por sus creencias.

El encarcelamiento de Bahá’u’lláh como prisionero de conciencia –los primeros signos de renovación en un despertar espiritual global– señaló el amanecer de un nuevo movimiento espiritual destinado a extenderse a todas las partes del mundo desde aquella terrible prisión.

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